Cap. 6: AZUL

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¿Cuánto crédito le damos hoy en día a las redes sociales? Nuestra perfil digital es la estrategia de marketing más compleja que haya conseguido fabricar el sistema capitalista. Pensadlo por un momento. A las marcas no les hace falta producir campañas aspiracionales mostrandonos lo poco que tenemos y lo mucho que nos falta, para llegar a ser aquel "yo imaginario" que vendemos al resto del mundo.

Somos nosotros mismos los que nos encargamos de ello; gastamos, compramos y consumimos para retroalimentar esa falsa utopía feliciana, enmascarada por sonrisas forzadas. Compitiendo entre nosotros por reflejar, en una sola puta imagen al día, lo bien que nos va siendo esclavos del negocio más hipócrita del mundo.

Os he repetido sin descanso que odio la mentira, pero tal vez sea por que en realidad, me odio a mi mismo. Yo no soy la excepción que rompe la regla. Mis redes sociales son un escaparate de trofeos, dientes blanqueados y competiciones victoriosas intentando convencerme a mi mismo - yo no digo los demás - de que estoy viviendo la mejor versión de mi vida.

¿Por qué todos tenemos una opción no? ¿Al final y al cabo, todos podemos elegir quién diablos ser? Yo creo que no.

Cuanto tuve las pelotas de abrir su cuenta, esperaba tener que lidiar con un montón de sonrisas falsas, poses forzadas y vídeos de Tik Tok antes de encontrarme con la verdadera Peyton Bjergsen. Pero a veces, cuando crees que ya tienes todas tus respuestas, te das cuenta de que no te habías formulado la pregunta correcta.

Podéis imaginaros mi cara cuando la única foto que encontré, además de su foto de perfil con medio rostro tapado, fue una foto de un pantone color azul cielo.

La cuenta de Instagram de Peyton.H2o, no tenía Stories. No tenía fotos, ni menos aún, una biografía con la típica frase que dices definirte para hacerte el interesante... Nada. La única fuente de información tangible que la chica misteriosa llevaba negándome acceso para darme esperanzas, estaba vacía.

Fue el viaje en coche más largo de mi vida. Hasta este preciso instante, esa chica era una maldita incógnita para mi y no parecía estar dispuesta a abrirse al mundo tan fácilmente.

— Kay.

— ¿Huh? — pregunto apresurándome para guardar mi teléfono en la sudadera del equipo.

— ¿Qué coño haces? ¡Hemos llegado! — se burla Guido empujándome para que salga del coche.

El flyer no mentía. Es una fiesta clandestina; sin padres, sin carabinas y con mucha bebida. Guido se une a mi y nos hacemos paso entre la multitud de adolescentes borrachos medio desnudos para buscar al resto de nuestros amigos. Reconozco alguna que otra chica del femenino de natación pero apenas les dedico una sonrisa torcida. Estoy demasiado nervioso para entablar una conversaciones formales.

La casa es bastante grande y diáfana. El salón comedor da directo a un inmenso jardín con piscina, lugar donde desemboca la fiesta. Rodeando la extensión de agua, la gente baila y grita al son de la música mientras agitan sus bebidas al aire.

¿Quién coño monta una fiesta así a plena luz del día? Por supuesto, nada más ni nada menos que Anthony Hoobs. Hijo del alcalde y adolescente con mayor influencia en la ciudad.

Me quito la sudadera tratando de mimetizarme con el dress code del momento pues, incluso de mis amigos, soy el único que aún lleva la camiseta puesta. Localizamos la barra ficticia y ... ¡bingo! Allí están el resto de nuestros colegas.

— ¡Hermanitooooo! — Exclama Arty abriéndose de brazos para recibirme.— ¡Dichosos los ojos! ¿Creía que lo tuyo no eran las fiestas...?

Kansas aparece tras de él con un par de bebidas relamiéndose los labios.

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