<<La prepotencia es el pecado de los necios.>>
O al menos eso nos solía decir mi madre cada vez que Arty y yo competíamos. << Por muy seguro que estés de tu victoria, por muy clara que veas la derrota de tu enemigo; no subestimes su ambición ni te dejes persuadir por tu posición de confianza. Todo cazador puede convertirse en presa ante un excéntrico motivado. >>
Gran entusiasta mi madre, sin duda una mujer fiera en los negocios. También una amante del "Arte de la Guerra", digamos que era una fanática de Sunhzi.
La cuestión es; que gracias a ella, aprendimos que bajo ningún concepto debemos bajar la guardia en una situación de ventaja. Tu enemigo, en nuestro caso, contrincante... puede utilizar tus debilidades para revertirlas en tu contra. Mamá trato de inculcarnos estos ideales para que jamás nos atreviéramos a caer en los cauces de la condescendencia. <<Ningún rival debe ser jamás desmerecedor de tu esfuerzo.>> Vamos, que hay ser humilde ante todo.
¿Pero qué cojones iba a saber yo qué; en esos próximos 7 minutos de ir a buscar las putas llaves, Peyton podía poner mi vida patas arriba?
Me apresuré en llegar al cuarto de Anthony y dejé la puerta entreabierta para divisar su interior mientras buscaba el interruptor. El suelo estaba lleno de cajas y la cama llena de montones de bolsos, chaquetas y mochilas.
Busco la luz preguntándome qué cojones hace con la persiana bajada y cuando por fin encuentro el interruptor, me zambullo en el montón de ropa para encontrar la chaqueta de Arty. No parece una habitación de un adolescente... pienso echando un vistazo rápido antes de volver a lo mío.
— ¡Joder! — me gruño a mi mismo al encuentro sin éxito. Oigo unos pasos acelerados, así que me apresuro para no tener que dar explicaciones de porqué está todo tirado por el suelo. Cuando su sonido me alcanza, al fin yo consigo dar con las llaves. — ¡Eureka!
Trato de acomodarlo todo y me vuelvo distraído en las cajas empaquetadas dirección a la puerta. Cuando estoy apunto de atravesarla, algo choca contra mi pecho y siento un cabezazo en la nariz.
— ¡Auch! — gimo agarrándome la cara mientras el ente me hace retroceder a empujones por donde he venido. Oigo el cierre de la puerta y hago lo posible para tragarme el dolor y divisar al culpable de mi tabique roto.
Mi puto Karma.
La chica del cabello azul está pegada con la oreja en la puerta.
— ¿¡Pero qué coño haces?! — solo me sale gritarle.
Y eso provoca que ella reaccione abalanzándose sobre mí para cubrirme la boca con sus manos.— Shhhhhht. — gesticula Peyton abriendo mucho los ojos compartiendo su pánico.
— Mmmmmmph. — gimo aún más fuerte por el dolor de su presión.
— ¿¡Peyton?¡ — reconozco la voz de Allen. Pero no me encaja con su expresión de angustia. ¿Qué cojones les pasa? ¡Estaban besándose hace apenas unos minutos! — ¿Peeeey...? — canturrea el acercándose a nuestra posición.
— ¡Mierda! — gime Peyton agarrándome por la pechera mirando a todos lados.
— ¿Pero qué coño..? — no me da tiempo a que la maldiga con todas mis ganas que aprovechándose de mi estado de shock, consigue meternos dentro del pequeño armario empotrado del cuarto.
Habría resultado cliché que me dejara allí adentro mientras yo trato de no hacer ruido observando cómo pelea con su novio, pero no. No le bastó él encerrarme que lo hizo consigo adentro.
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RomanceLa primera vez que la vi, no comprendí lo que estaba haciendo. [ ...] Sus mejillas estaban rojas, su mirada, perdida en el techo y las piernas contraídas mientras su mano se movía circularmente dentro de su pantalón. Cualquiera con algo de pudor h...