CAP. 16: LO PROHIBIDO

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Hay tres sentimientos capaces de hacer que un ser humano se vuelva loco. El primero; el miedo, el segundo, el deseo y el tercero, la decepción.

Resultaba irónico que se plantearan esos mismos tres estados en una misma habitación.

Eso, sin contar con mi consternación, claro.

El miedo, es el mecanismo de defensa más antiguo hasta la fecha. Su función, evitar el peligro y preservar la evolución de los humanos.

Del mismo modo, la necesidad biológica por la reproducción de la especie. Sentirse excitado u sentir atracción hacia otra persona, no es otra que un reflejo evolutivo por y para la supervivencia. Eso, lo tenemos todos claro. Pero cuando interviene en los asuntos del corazón, ya es otra historia.

Me quedo clavado observando el asiento libre junto a mi yo idílico de Karen. Si eres de lo que se toma la vida a guasa, puedes llegar a ver la situación de varias formas. Una: como un castigo (kármico, divino u moral) del destino, o dos; como un cliché descomunal de película.

¿Podía quedar otro asiento libre que no fuese al lado de la persona que más daño me ha hecho en mi corta y vaga existencia? No. Supongo que no.

— Señor Griffin. — Advierte mi profesor ante mi parálisis cerebral. —  Haga el favor de sentarse por favor. —  Reacciono y busco desesperado a Guido en un vago intento de pedir ayuda.

Pero adivinad, mi situación divierte tanto a mi mejor amigo que le resulta más excitante ver cómo me las ingenio para salir de esta noche que hacer la intención de socorrerme.

Lo maldigo hasta lo más profundo de mi alma, pero no desisto. Pues jamás hubiera imaginado quién atendería mi llamada de socorro.

Cinco pupitres más tarde, situado en su misma fila, hago contacto visual con el alelado y atolondrado de mi compañero de equipo: Allen.

Ai, no. Pasa todo muy rápido. Intercambia una conversación rápida con Peyton, su compañera de pupitre, mientras ella le suplicaba y juraba que sí le hace eso, no le hablará de por vida.

Es increíble lo perspicaces que pueden llegar a ser algunos cuando eres de su interés. Allen no actuaba por compasión hacia mi persona. Lo que le impulsó a moverse, fue la culpabilidad de la noche anterior, cuando les pillé infraganti en la piscina.

Algo, que debería sentir yo al haber ayudado a su novia a correrse al él haberla dejado a medias, pero en lo único que puedo pensar ahora, es en evitar a todo costa el tener que sentarme junto a Karen.

Cuando Allen se levanta para dejarme su sitio libre, yo corro junto a Peyton sin importarme nada más que el callar los cuchicheos de mis compañeros de clase.

No carraspeo del profesor consigue redirigir de nuevo la atención y eso consigue aligerarme. Busco de reojo a Karen y apartó rápidamente la mirada al encontrármela de frente. Me vuelvo tan de golpe que casi me chocó contra Peyton.

Mierda, Peyton. Me sonrojo al instante maldiciéndome a mí mismo. Ella me dedica una sonrisa forzada y yo se la devuelvo. Pronto me abruman los recuerdos de anoche y tengo que concentrarme para contener una erección.

— Mierda... — jadeo en un susurro agarrándome al pupitre. Evitó a toda costa su mirada, pero puedo divisar el perfil de su sonrisa. ¿Se habrá dado cuenta?

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