Llegando a casa se encontró a su madre, tenía un cigarrillo en la boca y la casa olía a que no era el primero.
No se llevaban bien.
Así que al llegar siempre volvía a salir, o se encerraba en su habitación a hacer cualquier cosa que lo mantuviera ocupado.
— ¿A dónde vas? — preguntó Fridda golpeando suavemente la orilla de su cigarro dejando caer la colilla quemada en un cenicero.
— A mi habitación.
— ¿Te pagaron?
— Aún no.
Ella suspiro fuertemente, tomó símbolo y sacando un billete se lo entregó; — Usalo bien.
Él lo tomó, era una cantidad bastante grande. Lo guardó y de a su habitación.