IV

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La mañana había llegado casi a su fin. Ojeó una vez más las papeletas en sus manos, y miró a su alrededor las conversaciones amenas de sus compañeros, a excepción de Kunikida que realizaba papeleo en concentración total. Resopló, e hizo un ademán de mano al levantarse con una hoja en la mano, que guardó cuidadosamente en un sobre y la dejó sobre el escritorio. Se detuvo junto al más joven entre los adultos y tocó su hombro.

- Atsushi-kun.

- ¿Sí?

- Ven, acompáñame. Encontré un buen caso y quisiera ponerte a prueba.

Fue todo lo que dijo, antes de señalar la puerta con la cabeza en un gesto de salida. El nombrado sólo asintió nervioso ante las últimas palabras que había susurrado para él. Eso le había dado un mal presentimiento a Dazai, que enseguida se añadió sin ser requerido, ganando una mirada corta de fastidio.

- ¡Yo también voy~!

Sonrió. Kunikida insistió en obligarlo a quedarse pero fue en vano, pues ya había partido junto a los dos peliblancos.

- Haz lo que quieras.

El resto del trayecto transcurrió en silencio. Habían caminado bastante, que el Jinko ya creía haber cambiado de distrito; aún así, la gente que pululaba por ahí seguía siendo bastante. Pronto el naranjo cubrió el cielo, anunciando la llegada del atardecer.

- Vaya~ sí que es tarde, ¿No crees, Atsushi-kun~?

El chico asintió. Ahora el que sentía una ligera mala intención era él. La mujer de detuvo, y por consecuencia, los otros también. Se quedó quieta, y eso sólo fue el indicador para Osamu de que probablemente tendría que actuar. Antes de que el joven tigre se acercara a preguntar, Dazai le detuvo con un brazo e hizo la señal para que guardara silencio.

La chica tomó una gran bocanada de aire. Tan pronto dió un paso a la izquierda una bala rebotó en su anterior sitio. Siguió avanzando hacia la fachada trasera de un viejo edificio. Las balas rebotaban y terminanban arrugadas en el suelo, haciendo sonreír a el mayor de los presentes, que miraba de vez en cuando al sorprendido Atsushi boquiabierto, ¿Era esa su habilidad? ¿Era inmune a las balas?. Una sonrisa a medias se asomó en los rosados labios de la joven, solo para pronunciar con completa normalidad.

- Habilidad. Reapers: Viper.

Se movía velozmente, y era como si hubieran salido de sus brazos. No era inmune a las balas (o no del todo) si no, que la gran serpiente blanca enroscada en su cuerpo hacia rebotar las balas. Y otra gran serpiente negra cruzó por el callejón, alzándose por un edificio sin siquiera romper algo, tomando con las fauces a un hombre de gafas, que suponía eran un francotirador. El reptil lo sacudía a una altura considerable, mientras ella relamía sus labios; la gran serpiente blanca se redujo, hasta enroscarse tranquilamente en su cuello y hombros, mayormente sobre el lado derecho, pero se desvaneció en cuanto el castaño puso su mano en su hombro. La gran serpiente negra también se desvaneció, y el cuerpo del hombre cayó en los contenedores de aquél callejón.

- Es suficiente.

El cabello de la chica retomó su color original, plateado, y sus ojos no presentaban la pupila en línea. La textura de escamas en su mejilla se había desvanecido. Miró a Osamu con mal genio, y sacándose su mano de encima, comenzó a caminar por depende había llegado.

- Vayamos de regreso.

- ¿Y que... Qué haremos con el hombre?

Nakajima preguntó, tímidamente, para volver al silencio. Ella alzó los hombros, Dazai solo siguió a la susodicha, había una pequeña sonrisa en su rostro, aún seguía tratando de decifrar sus diferencias.

- La orden solo decía que debía eliminarlo.

Con eso dicho, el joven se unió a la caminata, un poco incómodo.

- Te invito un trago después de esto.

El castaño la codeó, haciéndola removerse. Ella, con un suspiro, tan solo asintió.

ᴘᴏɪꜱᴏɴ «Dazai Osamu»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora