VI

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"El envenenamiento es doloroso."

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Por la mañana, no había ningún ruido. Se removió en la cama, un poco mareada, producto de que la noche anterior había tomado algo de alcohol. Se frotó los ojos mientras se sentaba en la cama, mirándose al espejo. No había señales algunas de características o rasgos de las dos serpientes. Su cabello estaba negro en las puntas, pero seguía siendo plateado; se acarició la sien y comenzó con su rutina, olvidando por completo que Dazai estaba en la habitación aledaña.
Extendió y tendió la cama, sintiendo el mareo de nuevo. Era soportable, o al menos eso creía. Terminó de hacer la cama, y no dudó en retirarse al baño por el vértigo, sin siquiera entrar en razón para tocar la puerta, por lo que la imagen de Dazai sin la parte superior de sus ropas, mientras acomodaba sus vendajes la sorprendió. Se ruborizó con suavidad, y el castaño al comprender la situación se hizo a un lado, inmediatamente después ella entro, devolviendo al interior del váter. Incluso él tuvo la "amabilidad" de sostener su cabello para que no se impregnara de saliva y varios, palmeando su espalda.

- Parece que no pudiste tolerar tan bien el alcohol . - Se burló. Ella tosió, mirándolo mal.

- No es mi culpa del todo. Será mejor que te vistas, no puedes andar así por la calle, además, si alguien de la agencia se entera...

- ¿Acaso me niegas, Ku-chaaan~? Creí que realmente me amabas~ - Se llevó una mano al pecho dramáticamente, "dolido".

- Que me hayas visto tomar no significa que seamos cercanos, Dazai.

Ella se levantó del piso, solo para tirar de la palanca y disponerse a lavar su boca. No quería admitirlo, pero las palabras de Dazai tenían un pequeño efecto melancólico en ella. Su único amigo,  Irichishi*, solía ser igual de bufón con ella, y de vez en cuando lograba hacerla sonreír. Se talló los ojos ante la atenta mirada del suicida, con pequeños siseos de fondo. La imagen de un hombre guerrero estoico, y una delicada Geisha amable le rondó la cabeza, sintiéndose una vez más, y la última, mareada. No dijo nada y se retiró.

Cuando estuvo lista, se sentó en el sofá blanco de piel en la sala. Cerró los ojos y cruzó las piernas, jactándose de su persona siendo envenenada por su propio veneno. Ya no le soprendía, ya no le importaba, después de todo, ella había dejado de ser humana para convertirse en esclava. Y por consiguiente, en monstruo desalmado. Un reptil frívolo en apariencia de humano. La caricia de muerte en persona.

- ¿Me esperabas, florecilla?

- Solo camina.

Musitó. Se levantó y tomó sus cosas, entre ellas, un bálsamo, y tras salir ambos cerró con llave la puerta. El castaño solo la miraba en silencio, con las manos en los bolsillos; la retorcida pregunta de "¿Hasta que punto se romperá?" pecaminó su mente, y negó para olvidarlo, suponía que su espíritu debía ser fuerte.

- ¿Acaso tus labios son resecos?

- Se parten con facilidad. 

- Oh~ ya veo. Entonces...

Los ojos de acechante de Osamu miraron su rostro, no dudando segundos en tomarla por la cintura con su tono bromista. Le tomó el mentón y le hizo mirarlo, con aquella expresión confusa y avergonzada, mientras forcejeaba para safarse.

- ¿Por qué no intentas algo mejor, eh~?

- ¡D-Dazai, por dios!

Bramó, volteando el rostro, frunciendo el entrecejo, mientras trataba de escapar de su agarre firme. Su habilidad estaba siendo anulada en su totalidad.

Dazai había descubierto algo nuevo. Molestarla era divertido, y por más, una manera fácil de hacerla sentir vulnerable, de convertirla en presa.

Era divertido jugar con ella. 

(*) Se escribe: 毒入り 致死 (Doku-iri Chishi) y se traduce literalmente como "Envenenado letal". Su clara adaptación es "envenenamiento letal". 

ᴘᴏɪꜱᴏɴ «Dazai Osamu»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora