VII

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“Las emociones dan energía y color a la vida. También alertan y previenen de peligros.”

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El resto del camino se mantuvo en silencio. Su sola presencia era amenazadora, lo suficiente para que las personas evitaran acercarse al par. Las calles, a pesar de no estar muy transitadas, eran lugar de bullicio.
Generalmente, eso sólo se daba los martes, pero sin embargo, éste era un lunes.

Un lunes muy gris, por cierto.

Las nubes cubrían casi en totalidad el cielo. Increíble, ya que apenas unas horas atrás el sol se postraba orgulloso de su brillo, en lo alto. Pero parecía ser que ese mismo brillo enceló a las esponjas blancas, y decidieron cubrirlo con la monotonía de su tristeza gris. Era seguro que probablemente hoy también llovería, pero en esta ocasión, ninguno tenía un paraguas que usar.
La campana de la cafetería en la primera parte tintineó alegre. Pronto, una jovencita se acercó en cuanto ambos entraron.

- ¿Eeeh~? Deberíamos ir un piso arriba, ¿No crees?

- No pasará nada malo con desayunar algo. Además, como si tú hicieras algo, Бесполезный.

- ¿E-eh? ¿Qué?

- Inútil.

Resopló. No tenía remordimiento alguno a pesar de la mirada claramente fingida que él le dedicó. Se sentó en una mesa cercana, la vista a las calles era bastante buena. Lo suficiente para observar detalles en los rostros pasajeros de la mañana.

- ¿Qué voy a servirles?

La suave voz llenó el silencio. Los ojos rubí de ésta, se posaron en la jovencita. Casi podía asegurar que la vió temblar con tan solo verla, algo normal en las personas. Solía suceder a menudo, desde que su apariencia física era tan cambiante, y su aura tan oscura. Tan mórbida que dejaba mal sabor de boca.

- Café. Y una rebanada de pan de zanahoria, por favor.

Su voz sonó monótona, rozando el sentido agresivo. El castaño dubitó acerca de su desición; hoy tampoco cargaba dinero. La mirada fastidiada de la camarera lo amenazaba con quedarse callado.

- Está bien. Yo pagaré por los dos. Se de la mala fama de este saco de vaguedad.

- Entonces yo también quiero un café, aunque, Auch. ¿No puedes tratarme bonito por un momento? ¿Al menos dejar de insultarme?

Ella no respondió. Sus ojos se reflejaban en la ventana, mientras miraba a través de ella otra vez. Se centró de manera perezosa en una persona específica. Se veía tan extraño, con aquella prenda cubriendo sus hombros. Tenía un cabello borgoña, o ¿Tal vez marrón?, estaba algo largo. Hicieron contacto visual, ojos magenta con los rubí. Y tembló, dejando ir su aliento entre sus labios.

- ¿Me quieres tanto como para pagar dos veces por mí?

- Quiero, pero que te calles.

Siseó peligrosamente. Casi podía sentir el filo de cada palabra atravesar su garganta. Cómo si tratara de leer su pensamiento, siguió el trazo de sus ojos, horrorizados. Se veía asustada de algo. Pero cuando llegó al final, no había nadie. Solo hombres de negocios de un lado a otro, con maletines y teléfonos en la mano. Obsoleto. Realmente obsoleto. ¿Qué podría haber asustado a la mujer?

- Aquí está, gracias por esperar.

La jovencita irrumpió, dejando la orden en la mesa. Ambos de miraron, ella agradeciendo a la mesera de nuevo. Añadió un poco de azúcar al café. Pero solo un poco, no muy dulce, pero tampoco completamente amargo. Dió un sorbo silencioso, sintiéndose incómoda ante la mirada expectante de Dazai.

- Dilo ya. Me estás poniendo de los nervios.

Una sonrisa se posó en el rostro del detective. Parece que leyó con facilidad sus pensamientos, a pesar de las confesiones del día anterior, no sentía que fuera suficiente.

- Quiero saber que me estás ocultando. Está más que claro, que hay cosas dentro de tu cabeza que no puedo comprender aún.

Ese brillo en los ojos de Osamu. Escalofríos bajaron por su espalda, mientras torcía un poco su gesto, dejando la taza semi-vacía en la mesa.

- No estoy ocultando nada. No tengo ninguna clase de coartada, y no hay nada que comprender.

El tosco tono de su voz, advertía que parara de preguntar. Pero iba a continuar formulando preguntas. Quería saberlo todo, por las buenas, al menos. Él sorbió el último contenido de la taza, sin dejar esa sonrisa siniestra.

- No le puedes mentir al mejor mentiroso, pequeña flor de loto~

Tras decir aquello, se retiró. La albina mordía suavemente su labio inferior. Era cierto. Ella también sabía muchas cosas de él, y no precisamente por el lado de la agencia. Esos sellos del pasado que no debían abrirse. E incluso, aquellas serpientes lo sabían. Terminó su orden, se dirigió a la mesera y pagó, solo para subir hacia la agencia.

Una emoción extraña. Una señal roja para su sistema, pero, no estaba completamente segura de lo que veía, y lo que pensaba, concordaba.

ᴘᴏɪꜱᴏɴ «Dazai Osamu»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora