XIV

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Las cosas no pintaban para bien. La idea de permanecer en aquél lugar que sería la "base temporal" de la agencia no le pasaba por inadvertido a las diversas menciones acerca de aquella organización extranjera. Si bien órdenes eran órdenes, no creía que aquella medida fuera suficiente, después de todo, ¿Qué no podría hacer alguien que ofreció 5 millones de yenes por el chico tigre?, las posibilidades que rondaban en su cabeza eran diversas, empezando por las más simples hasta las más complejas. Esa era la misma razón por la cuál se mantenía callada en su trayecto, a aquella oficina temporal, habiéndose separado de Dazai, lo que haría más sencillo el proceso de concentrarse en sus propios pensamientos; o al menos así lo creyó. Una repentina jaqueca la desubicó por varios segundos, al punto de tener que apoyarse en la pared ante la sensación de presión en su mente: otra vez estaban discutiendo. 

«Es algo que tarde o temprano va a suceder, Taisha, entiéndelo. ¡No es un juguete a su disposición!»

« Por favor, Shogun, ¡Ten algo de consciencia, no puede sobrellevarlo!, ¡Sus manos aún son puras!»

«¡¿DE QUÉ ESTÁS HABLANDO, MUJER!? ¡NO SEAS CIEGA, JAMÁS FUE ASÍ! ¡¡DÉJAME EN PAZ, Y DE PASO PÚDRETE EN EL INFIERNO!!»

Silencio. El eco de la última voz dio vueltas en su cabeza por pocos momentos, antes de que simplemente volviera a la normalidad, como si aquello hubiera sido un vago recuerdo que nunca había experimentado. Maldijo en voz baja y se permitió frotarse los ojos en un significativo "tic nervioso", por decirlo de ese modo. Recapacitó, queriendo distraerse con vagos datos o memorias que tenía acerca de sus posibles "enemigos", si debía considerarlos así por órdenes de Fukuzawa. Él único hombre el cual consideraba una figura de autoridad, alguien imponente capaz de darle una orden sin importar de que se tratara, alguien digno de respeto, sin embargo alguien capaz de devolver el mismo trato, consciente de cada uno de sus empleados, dándoles el mismo trato por igual, después de todo, no por nada su habilidad era Todos los hombres nacen iguales. Pero el centro de su atención se desvió a los miembros de la noche, de la Port Mafia, que de una u otra forma se había visto involucrada con el asunto de Guild también. Recolecto con pocas ganas los datos que en algún momento había recopilado acerca de sus miembros, o al menos de los más importantes. Sacudió la cabeza al recordar a Dazai queriendo advertirle acerca de alguno de ellos, cosa que habría ignorado por completo por el hecho de conocer tales datos por fuentes externas. Una vez más había perdido el flujo de sus pensamientos por culpa del castaño...

- De verdad que eres una tortuga cuando quieres, ¿eh? — La voz la desconcertó. Sacudió la cabeza nuevamente y miró al frente, topándose con la sonrisa a medias de Yosano, que supuso estaba ahí para guiarla de manera "discreta" al lugar temporal de la agencia.

- ... No sé que me pasa hoy, lo siento. — Una excusa barata, que en parte era cierta. Curveó las cejas y se acercó más a la mujer.

- Seguro, seguro... Ahora aprieta el paso, que ojos sobran muchos.

(...)

Por tercera vez en el día había escuchado la propuesta de Ranpo hacia Yosano acerca de apostar. Cerró los ojos y soltó un suspiro frustrado: no era que no le agradara, pero algunas veces no podía soportar el comportamiento infantil del hombre. Abrió un ojo y miro brevemente al director, estoico como siempre, cruzado de brazos, esperando pacientemente, ya fueran noticias de los otros grupos, o movimientos de alguna organización. 

Ahora mismo quisiera formar parte de la pequeña división junto a Kunikida, después de todo, era de los pocos miembros con los que no le costaba trabajar. Simple, preciso, sin necesidad de desvaríos o sucesos inesperados. Incluso bajo el horario estricto que seguía el hombre de gafas. Abrió el otro ojo, y miro al piso, mordiéndose el labio ante el pensamiento de estar perdiendo el tiempo. Estaba inquieta, en la misma posición que apenas unas horas antes: echada sobre una banca, de brazos cruzados mientras trataba de conciliar el sueño por algunos minutos siquiera. Movió el pie derecho con impaciencia, y una vez más miró al hombre de cabellos grises, como si por arte de magia el fuera a asignarle alguna clase de misión, o reporte. Pero no sucedió absolutamente nada, como era de esperarse. Estaba por abrir la boca, y quejarse, pero antes de poder hacerlo, alguien más se le adelantó.

- Alguien se acerca...

ᴘᴏɪꜱᴏɴ «Dazai Osamu»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora