XVI

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"Llamamos peligrosos a los que poseen un espíritu contrario al nuestro, e inmorales a los que no profesan nuestra moral." 

(Anatole France)

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Tenía la garganta seca. Era una sensación desagradable como si raspara constantemente causando un ardor ligero que por más que tratara de ocultarlo sabía que sólo significada una cosa desagradable más allá de del malestar físico que provocaba claramente no queriendo enfrentarlo sin importar qué. Era algo que formaba parte de su pasado y prefería que quedara ahí, en el pasado debido a el tormentoso recuerdo de una persona en la que deseaba no pensar por la oscuridad de sus pensamientos que se tornaban en contra de su persona. Era odioso. Y más allá de eso, era consciente de que no podía hacer algo al respecto.

El solo pensamiento de los pocos días fríos generados por no solo el clima, si no el ambiente que giraba en torno al individuo era digno de provocar escalofríos en su cuerpo incluso si era un recuerdo y nada más. No le llegaba a temer, ya que su mente trabajaba de una forma similar a la suya, pero le causaba una intensa inquietud, una que conocía no solo por su propia experiencia con aquel individuo si no todo aquello a lo que se le atribuía. Aquellas palabras mansas que mancillaban a cualquiera lo suficientemente inocente.
Aquella cuchilla que clavaba en sus mentes o corazones con una sonrisa fría, ya que todo se encontraba dentro de sus cálculos, y si no fuese así, lograba integrarlo como agua a un riachuelo. 
Estaba sorprendida de que pudiese estar ahí, más conociendo aquella cautela vestida engañosamente de diferentes nombres. Y su temor era que viniese por ella siendo que supuestamente había conseguido alejarse lo suficiente, olvidarlo y meterlo en la caja de pandora que eran sus recuerdos al grado que incluso las dos partes de su habilidad deseaban no mencionarlo. No tenía miedo de él, pero si temía de lo que se fuera a originar por su presencia. Odiaba que las situaciones se repitieran como bucles infinitos que la obligaban a mirar en sus errores que clasificaba como novatos a pesar de que la rama en la que trabajó no lo consideraba así.

Odiaba saber que no importaba cuánto se moviera, como se llamara, o como fuera, ese hombre iba a encontrar alguna forma de contactarla y sería terrible apenas lo hiciera. Bufó. Los ojos le lloraron por tener la mirada fija en un solo lugar por largos periodos de tiempo sin parpadear, pero estaba demasiado perdida en la bruma de sus ideas como para poder darse el lujo de hacerlo. A final de cuentas había sido enviada como respaldo ante la noticia de los miembros de Guild en dirección a dónde se resguardaban las chicas de la agencia (Naomi y Haruno) puesto que Dazai y Atsushi se encargarían de recorrer la parte final para sacarlas de ahí; por su parte estaría como soporte para Kunikida y Junichiro, supuestamente por la deducción de Ranpo pelearían con los miembros del grupo extranjero. A decir verdad, creía que el resultado se definiría por tiempo.

Lo último en lo que quería pensar era la idea de extranjeros.

El frío le recorrió la espalda. Tembleteó por breves segundos mientras sentía un ligero peso en sus hombros producto de la aparición en forma de serpiente decolorada de ojos rojizos que se arrastraba alrededor de sus brazos. Quiso revolverse los cabellos como un reflejo ansioso tras el tren de pensamientos pesimistas que le pasaron como ideas al momento de indagar más de lo debido en aquellos recuerdos (en su mayoría lastimeros o bloqueados) que despertaban las sensaciones desagradables junto al farfullo de las voces en su cabeza. Cualquier persona pensaría que estaba loca, pero en realidad eran las serpientes quiénes la volvían loca. 
Fijó la mirada en la maleza de alrededor, buscando con la otra serpiente y un par de binoculares cualquier silueta lo suficientemente semejante a una humana para intentar reconocer a alguno de los cuatro personajes que se supone que vería. Murmuró a sí misma que era una pésima idea el solo  permanecer parada esperando a que algo sucediera cuando podría encargarse por su cuenta de cualquier percance, sin embargo eran órdenes directas de Fukuzawa y no podía objetarlas de ninguna forma. No quería sentirse como una malagradecida.

Ella y el director tenían demasiados secretos en común. Aquél hombre de gran habilidad conocía más cosas de las que le gustaría admitir, lo cual era tanto bueno como peligroso porque a decir verdad no era un secreto que le causaba algo de inseguridad que más de una persona conociera datos respecto a su pasado que prefería mantener sellado bajo veinte puertas con los mejores candados posibles.  

Frunció el entrecejo, moviéndose de su lugar harta de simplemente estar parada entre los árboles y la hierba en espera de alguna señal; no pensaba actuar directamente sin embargo deseaba encontrar un mejor punto vigía, o quizá en realidad un mejor punto de emboscada. De todas formas, sabía que tanto el ex-maestro como el joven estudiante podrían lidiar con bastantes cosas por su cuenta. Deseaba convencerse a sí misma que sólo iba como apoyo en la misión y que debía evitar el entrometerse de cualquier forma. En especial si alguno de esos extranjeros tenía alguna clase de contacto con él. El trauma continuaba atormentándola.

Se sobresaltó ante el estruendo no tan lejano. No sabía reconocer de dónde exactamente había venido, pero eso significaba que tenía que ponerse en acción. Ordenó a las serpientes con indicaciones y comenzó a movilizarse en busca de ser de ayuda de alguna forma.

Otra de las cosas que odiaba, eran las personas inútiles.

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[N/A: Lamento si el capítulo es algo confuso. Cada quien puede sacar sus propias conclusiones.]

ᴘᴏɪꜱᴏɴ «Dazai Osamu»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora