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En el resto de la noche, no pudo consolar el sueño de manera correcta.  No sabía si era preocupación, fastidio u ansiedad, pero el sentimiento estaba ahí. Al mirar el reloj se dio cuenta de la hora y que estaba por amanecer, así que inconscientemente se durmió las pocas horas que restaban para que su alarma sonara.
Al despertar no se sintió agotada, cansada ni algún signo que pudiera afectar su rendimiento, sin embargo, la acompañaba un extraño pesar. Su cabello amaneció más oscuro de lo normal, lo notó al verse al espejo y apreciar los pequeños brillos en sus mejillas, además de las mechas negras. Durante el resto de la rutina cambió varias veces más hasta quedar definitivamente blanco. Según lo que sabía, -y los mensajes en su teléfono- Yosano iría a su casa para irse juntas a la plaza comercial, volverían a su casa y nuevamente a la agencia. La voz tentativa de la mujer le causó un poco de gracia, sabía que quería sacarle todo lo que sabía y lo que había sucedido, además de que, según su deducción propia, probablemente querría saber acerca de la cercanía de Dazai. Al pensar en el castaño, se quedó en blanco por unos momentos, vacío, como si su caja de pensamientos dejara de funcionar por unos instantes. Inconscientemente se miró el brazo, vendado, por el roce del día anterior. Suspiró. No era un buen momento para distraerse con fantasmas del pasado, en especial si éstos tenían forma de serpiente y parecían querer asesinarte. 

El tintineo que repiqueteó en sus tímpanos de manera odiosa la hizo reaccionar, y mirar el reloj por acto de reflejo. Definitivamente era la doctora, estaba puntal a la hora acordada. Sonrío en un intento de olvidar lo que acababa de suceder, y fue a atender la puerta tan pronto como el segundo silbido del timbre. 

- Por Dios, ¿cuánto tiempo pensabas tomarte para abrir?

- Lo siento... Estaba terminando de, ehm, cepillarme el cabello. — La primera excusa que se le ocurrió. —

La mujer de cabellos cortos rodó los ojos, casi sacándola a tirones del lugar. Una vez cerró, ya teniendo todo lo que necesitaba pudo olvidarse de su preocupación en cuanto al trabajo de ayer, y aquél símbolo en las paredes del lugar. No iba a estar para nada feliz. Caminó por un rato junto a la mujer, escuchando una de sus muchas historias como curandera de la 
Agencia. Yosano podía ser cruel algunas veces, pero tenía un buen corazón. El ajetreo del centro comercial llamó su atención siendo que no era un fin de semana o algo parecido, aún así estaba repleto de personas de todo tipo. Incluso cruzó miradas con algunos, por accidente. 

- ¿Específicamente el qué vinimos a comprar?

- ¡Pues ropa! ¿Acaso piensas ir por la vida con esas mismas tres prendas?

- Ehm... Está bien, ya entendí pero no me jales tanto... Además, no sé si realmente haya algún estilo en específico que me guste o que me quede bien.

- Pues yo, querida, voy a ayudarte a encontrarlo~ mira, por allá, entremos ahí. 

Esa iba a ser una larga tarde. 

(...)

El camino a la Agencia estaba repleta de risas y comentarios aleatorios. La atención de la mujer se fue directamente hacia su expresión ligeramente nerviosa, por un momento había olvidado lo que había sucedido con Dazai en la madrugada. Se acomodó un mechón detrás de la oreja y sonrío un poco ante la expresión de la mujer. 

- La próxima vez iremos por un buen sake... Pero dime, ¿qué es lo que te pasa?  te noto diferente, incluso más de cuando llegaste, ¿te sientes bien? ¿quieres que te cure?

- No, no, estoy bien. Sólo... un poco nerviosa.

Se sinceró, sabía que no había necesidad alguna de esconderle lo que pasaba a aquella mujer. Desde su llegada, había sido como su hermana mayor, y por esa misma razón la apreciaba mucho, y, a diferencia de Dazai, confiaba en ella. La mayor alzó una ceja, con una pequeña sonrisa.

- No me digas que de verdad es por el estúpido de Dazai. 

- ¿e-eh? ¡Oh, no, no! No me malinterpretes. Sé que últimamente hemos estado juntos, pero no es lo que creo que estás pensando. 

- ¿Ah~? Quiero decir, el desperdicio de vendas siempre va por ahí buscando mujeres bonitas para suicidarse con él, pero... No voy a juzgarte. Puede parecer un tonto, pero es increíblemente astuto. Así que, dime, con solo la verdad ¿que se traen entre manos?

Las mejillas de la albina se encendieron ligeramente, por mera vergüenza. Negó con la cabeza esbozando una mínima sonrisa y miró al piso tan rápido como la doctora le miró con picardía. 

- Nada. No le conozco muy bien, aunque no niego que sea atractivo. En realidad, incluso me da un poco de miedo...

Murmuró. A la distancia ya podía ver la entrada del edificio, cada vez más cerca, a la par de que podía apreciar al hombre de gafas y al castaño llegar, seguramente estaría relacionado a algún caso que hubieran resuelto, o Ranpo se los hubiera pedido. Kunikida saludó formalmente, como cualquier otro día, mientras que Dazai, bueno... ya se sabe como es él. Tras unos segundos — y un ligero empujón de la doctora — se vió obligada a hablar con el castaño. Una mueca no tan disimulada en sus labios, ante la pronta sonrisa traviesa y cómplice del más alto. 

- Buenos días, ya casi tardes, Hebi-chaan~

- Uh... Buenas tardes, Dazai. 

- Tan fría como siempre, ow~

El tono burlesco del joven escondía la cizaña bajo sus palabras. No pensaba rendirse hasta saber las verdaderas intenciones de la mujer de escamas blancas. La miró de pies a cabeza, inconscientemente sonriendo y ruborizándose con levedad, además de usar un tono un poco acusatorio, siendo que sus otros dos compañeros los habían dejado solos. La mujer dando unos pasos apresurados hacia la puerta para alejarse lo más pronto posible del astuto hombre, pero éste le tomo del brazo, su rostro expresando un poco más de seriedad. 

- ¿La herida era grave? 

El tono que usó para dirigirse hacia ella le dió un escalofrío. No negaba que disfrutaba un tanto de aquél lado frívolo de Osamu.

- No... Ya está vendada y desinfectada. Sólo fue un roce.

- ... Lo lamento. Jamás fue mi intención que te lastimaras.

Los ojos de la albina se abrieron de par en par, entre sorprendida y confusa. El tono rojizo subiendo a sus mejillas al verle de ese modo, ¡debería de odiarlo! pero simplemente no podía hacerlo, en especial al usar la mirada de ojos de cachorro, arrepentido. Pero tampoco iba a darle lo que quería, no de manera tan fácil. Frunció un poco su entrecejo, mientras éste le soltaba, volviendo a esbozar esa sonrisa burlona que tanto le caracterizaba.

- Por cierto, me gusta como te ves, Yosano-san hizo un buen trabajo. 

Le alzó el pulgar en gesto de aprobación, ella sólo agradeció en voz baja y se retiró a paso, rápido, sin siquiera hacer contacto visual. 



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ᴘᴏɪꜱᴏɴ «Dazai Osamu»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora