You got me... I got you ||Yeonbin||

Think

Yeonjun nunca había tenido problema para levantarse temprano. Era un ave madrugadora, algo que había aprendido de su madre. Así que aquella mañana de inicio de semana se despertó con un poco más del entusiasmo necesario para preparar el desayuno. Y eso le llevó a tener más comida de la necesaria. Aunque Yeonjun nunca había sido un excelente cocinero, vivir solo le había llevado a aprender algunas labores básicas para sobrevivir y no morir en el intento.

No podía decir lo mismo de Soobin.

Soobin vivía gracias a la comida del campus para llevar y de tanto en tanto recibía la visita de la comida casera de su hermana mayor. Yeonjun había intentado enseñarle algunas recetas, pero si no había pan involucrado no lograba llamar su atención. Aunque Soobin tenía muchas personas a su alrededor que se preocupaban por él, como la vecina del piso de abajo que preguntaba por cómo estaba y parecía tener la necesidad de dar comentarios fuera de lugar cada vez que veía a Soobin.

No es que a Yeonjun le molestará que tantas personas estuvieran al pendiente de su amigo, no era ahí donde radicaba la razón de aquella ligera opresión en su pecho. El problema era que, entre tanta gente que lo quería, era difícil darse a notar. Desde que había entrado a la universidad, Soobin comenzó a llamar la atención de todos. Así que lo había visto rechazar algunas declaraciones de forma casi profesional, al principio porque estaba en una relación y después porque simplemente no le apetecía. Jjunie recuerda perfectamente la plática que surgió de una de esas últimas declaraciones dirigidas a su amigo.

—Soy bueno rechazando porque entiendo lo que es que te rechacen — dijo de camino al estacionamiento principal de la universidad.

—Mientes — aseguró Yeonjun — es decir, ¿quién sería tan idiota como para rechazarte? Eres más bueno que el pan que te comes.

Y si Yeonjun no supiera que su amigo era bastante despistado al captar las indirectas, se hubiese puesto rojo hasta las orejas y comenzado a tartamudear. Por suerte, antes de que lo pudiera siquiera pensar, Soobin rio de buena gana.

—Eso es porque no me conociste con brackets en el primer año de instituto — comentó aun con una sonrisa. Yeonjun sabía que aquel era un comentario valiente, pues los brackets no fueron lo único que había atormentado durante sus primeros años en el instituto. Aun cuando él llegó a su vida cuando la mayor parte de eso había desaparecido.

Así que Yeonjun no pudo evitar fruncir el ceño al escuchar las excusas de su amigo. El Soobin que él conocía no merecía que lo rechazaran. Y si quién lo hizo fue capaz de poner como razón algo tan tonto como unos brackets, entonces podía revolverse en la tumba que él mismo le haría al darse cuenta de lo endemoniadamente atractivo que se había acabado siendo Soobin.

Y cuando abrió su puerta tras escuchar el timbre, no pudo más que sentirse orgulloso de ese pensamiento. Pensó, durante algunos segundos, en lo malditamente feliz y orgulloso que se sentiría de poder decir que el gran Choi Soobin, estudiante excelente y ángel de la mitad de la población universitaria, era de hecho su novio.

Pero Soobin no era su novio.

Así que Yeonjun suspiro y se resignó. Aquella mañana desayuno con su amigo entre anécdotas curiosas y chistes malos (cortesía de Jjunie, cabe aclarar) preguntándose si algún día podrían ser todas sus mañanas así.

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—Por favor, hyung, ¿qué es tan difícil de que vengas por mí al terminar las clases? — la voz suplicante de Beomgyu a través de su celular le saco una risa a Jjunie.

Soobin y Yeonjun caminaban lentamente hacia sus respectivos edificios en la universidad. Habían llegado hacía pocos minutos, aunque ambos iban tarde para sus clases, se sentían bastante bien como para que no les importará. Fue entonces cuando el celular del mayor sonó.