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—Entonces... Tú y Fernando.

Ya había amanecido, y Nicole pensaba que era un buen momento para hablar del episodio que habían vivido esa madrugada.

María Gabriela tenía su cara apoyada en su mano, pasando su dedo sobre la superficie del mesón frente al que estaba sentada mientras Nicole se preparaba un té a ver si se le quitaba el maldito dolor de cabeza.

Había aprendido un par de bebidas que servían perfectamente cuando el alcohol comenzaba a abandonar tu sistema; era lo único bueno que le había dejado ese periodo de depresión y miseria perpetua en el que había entrado su madre cuando Javier las abandonó.

—Soy una pésima novia. ¿Cómo pude hacerle eso a Héctor?

—Bueno, primero tienes que explicarme qué fue lo que pasó.

—Ni yo sé qué pasó.

—Sí sabes, Maga.

La mirada de Nicole le impulsó a hablar. No quería decirlo en voz alta, porque todo lo que había hecho la noche anterior había estado muy mal. Había abandonado a su mejor amiga ebria en una fiesta, a merced de otra ebria, sólo por irse con un chico con el que luego engañó a su novio. Una mala decisión tras otra.

Y lo peor es que había deseado que pasara.

—Yo estaba en la fiesta y él me llamó.

—O sea, que me dejaste sola ahí por Fernando. —dijo la morena sin dejar de ver la taza en la que servía su té. Maga lo agradeció, ya que estaba segura que no le habría gustado la cara que pudo haberle dado su amiga mientras decía eso.

—Él fue a buscarme —continuó hablando la rubia—, dijo que hacía mucho tiempo que no nos veíamos, lo cual es cierto, y que quería hablar conmigo sobre algo importante. Yo sugerí que viniéramos a la casa, porque no pretendía que estacionara el auto y habláramos allí en la casa de Hillary. Y menos a esa hora. Cuando llegamos, él comenzó a rondarme y a sonreír y... de repente me besó.

Nicole hizo una mueca, elevando una ceja, pero aún sin mirarla.

—Yo lo aparté, ¿ok? En el momento en que me di cuenta de qué estaba sucediendo, lo aparté.

—No es a mí a la que deberías estar dándole esas excusas baratas.

—Bien, nos besamos. Yo estaba loca porque me besara. ¿Mejor? Desde que lo conocí estoy loca porque me bese, sólo que nunca pensé que me prestara ese tipo de atención... –Maga levantó la cabeza–. ¿Qué tan malo es que haya deseado con todo mi ser lo que pasó?

—Malo.

—Tal vez sólo era el alcohol.

—No sé...

—¡No me estás ayudando, Nicole!

—Bueno, pero ¿qué quieres que te diga, María Gabriela? —exclamó—. ¿Quieres que te aplauda y te diga: "Qué bien, reina, ya era hora"? ¿O que te consuele diciéndote: "No fue tu culpa que le hayas montado cachos a tu novio con un tipo que ni conoces"? Claro que está mal —elevó la voz al final—. Por eso no sé qué responderte, porque me parece mal.

—Dime que si Gustavo atravesara esa puerta justo ahora —dijo Maga señalando hacia atrás, sin dejar de mirar a su amiga— pidiéndote perdón y rogándote que le des otra oportunidad, y se pusiera tan cerca que pudieras sentirlo con cada parte de tu cuerpo, no estarías rogando que te besara.

Nicole no respondió, tanto porque estaba consciente de que Maga tenía razón como por el hecho de que Héctor acababa de cruzar el umbral del arco que llevaba a la cocina.

¿Cómo lo haces? «Big Soto»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora