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—¿Cuánto lleva ahí?

—Como dos horas. —Maga ayudaba a la morena a acomodar los paquetes de café y harina.

—¿Y no ha pedido nada? ¿Y Fernando?

—No, sólo está allí sentado viendo la mesa, ni siquiera saca el celular para pasar el rato. Fernando se fue hace una hora.

Nicole se desplomó sobre un gran paquete de azúcar y se restregó la cara con fuerza, como intentando despertar de un mal sueño. Él llevaba allí dos horas, y hacía una hora y media que ella había querido salir a verle. De no ser por Maga, habría caído completamente en sus garras.

—¿Debería salir ya?

—Na. —Maga hizo una mueca mientras negaba con la cabeza—. Otras dos horas le harán entender.

—¿Dos horas más, María Gabriela? Por Dios.

—¡Ese es tu problema, eres muy blanda! —exclamó la chica, dándole un golpecito en la frente—. Si yo estuviera en tu lugar, me iría por atrás. Cuando salga la persona que tiene que cerrar y él pregunte dónde estoy, esa persona respondería: "Ah, ella se fue hace tres horas".

—No, no. Voy a salir.

—¡Nicole! —se quejó la chica alargando la palabra.



***

—¿Disculpa?

Maga ni siquiera había notado que había una chica parada frente a ella en el mostrador, estaba demasiado absorta intentando escuchar la conversación de Nicole con Gustavo desde donde estaba.

—Al lado hay una cafetería muy buena. —Maga le sonrió falsamente a la chica, la cual se dio la vuelta con una mueca y salió del establecimiento.

Unos minutos después apareció un chico, y ella pensó que si lo ignoraba un rato más, él entendería y se iría. Sin embargo, el moreno repitió el llamado otras tres veces, ya molesto.

—¿Qué quieres? —preguntó Maga luego de resoplar, intentando calmarse.

—Bueno, es una cafetería, ¿no? Creo que es muy obvio lo que quiero.

—¿Y cuál café quieres, entonces?

—¿Cuáles hay?

—En la pared dice. —Maga no quitaba los ojos de Nicole.

—Bien, dame un café de "Salida de Emergencia" entonces.

Maga estuvo a punto de abrir la boca para mentarle la madre, cuando alguien llamó su nombre a sus espaldas en tono de advertencia. Esto le hizo cerrar la boca y pararse derecha. ¿La dueña de la cafetería no había podido elegir otro día menos inoportuno para evaluar su desempeño? Maga volvió a sonreír falsamente y se dispuso a decirle los tipos de café al chico parado frente a ella.

—Dame uno descafeinado con Splenda, por favor. —se decidió finalmente.

—Por supuesto, joven. ¿Lo quiere en una taza normal o de princesas? —Maga no perdía su sonrisa falsa.

—En la taza que te parezca mejor, dulzura.

—Podría escupirlo también, si quieres. —murmuró ella, para que sólo él la escuchara, y se volteó para hacer el café.

—¿Y Nicole qué hace allá sentada? —preguntó Fiorella, la dueña de la cafetería.

—Es su hora libre, está hablando con su primo. Creo que es una emergencia familiar. —mintió Maga, intentando por todos los medios no hacer una mala cara.

—Dile que no quiero que se pase de su hora libre, que recuerde que también la estoy evaluando a ella. —Fiorella desapareció tras la puerta del depósito.



***

—Yo recuerdo perfectamente cómo paso eso, y no pasó así. Pero es que tú me corriges sólo para llevarme la contraria, no porque esté equivocado. Llevas corrigiendo todo lo que digo desde que te conocí hace seis años.

—Cinco, nos conocimos hace cinco. —corrigió Nicole, y su expresión le recordó a Hermione explicando cómo se dice "Leviosa".

—¿Entiendes mi punto? —preguntó Gustavo riendo, haciendo que ella también riera—. También recuerdo que lo primero que me dijiste cuando nos conocimos fue "Metémela, pues".

—¿Qué? —exclamó Nicole riendo más fuerte—. Yo no recuerdo esa mierda, mentiroso.

Luego de unos segundos, la risa de Gustavo se fue con un suspiro, y la miró fijamente—. Estuve pasando por tu casa al menos un mes antes de convencerme de que no ibas a volver, ¿sabes? —ya había sido suficiente chiste, quería hablar serio y dejarle saber cómo se sentía—. Me pasé por todos los lugares a los que ibas: la cafetería de Simón, el rincón que te gustaba en la plaza de la bandera... Y no podía olvidarte, cada vez que cerraba los ojos yo seguía estando allí y tú seguías estando allí.

La sonrisa de la chica también desapareció.

—Sólo tienes que explicar por qué hiciste lo que hiciste y estaré satisfecha. ¿Sabías que esa foto llevó todo a la mierda? Mis compañeras me dejaron de hablar, el respeto de mis profesores desapareció...

—Nicole, lo siento demasiado. Yo no sabía que nada de eso estaba pasando hasta mucho después, ¡ni siquiera sabía de la existencia de esa foto! Lo siento mucho por haber sido un mal novio y dejarte sola en esa fiesta, pero ¿en serio crees que yo la solté? Casi me insulta que pienses que yo quisiera que a mi novia le hicieran... —la frase se quedó en el aire.

—¡Y es que eso no fue lo único que pasó! —ella sentía las lágrimas en el borde de sus ojos, pero no las iba a dejar salir; no le iba a dar el gusto de verla llorar—. Cuando terminamos y todas se enteraron, comenzaron a llegarme chismes. Comenzaron a llegarme todas las carajitas a las que te habías cogido, con las que me habías engañado. O sea, ¿dejaste que me humillaran frente a toda la escuela, que mancillaran mi reputación y encima me estabas montando cachos*?

—No te voy a mentir, Nicole. Sí me tiré a una chama que estudiaba conmigo. Pasó en una fiesta y yo estaba borracho.

—Tal vez lo nuestro estaba destinado a no funcionar, y quién quita esa fue la última prueba.

—Nicole, yo sé que me pasé de estúpido y que actúe como un marico. Cuando me confrontaste no tuve nada que decirte, y era porque no sabía qué era lo que había pasado. Si yo supe lo de la foto fueron dos semanas después de que te fuiste. –alzó su mano, señalando hacia nada en particular–. Lo que sé es que te necesito, lo he hecho tod


os estos años, y yo sé que tú también.

—No te necesito, ya no.

Nicole sabía que lo que ella quería demostrar era muy diferente a lo que se veía. Juraba que no lo necesitaba y que no la volvía frágil, pero estaba segura de que se veía muy frágil con las lágrimas a punto de salir, la voz quebrada y el pequeño estremecimiento que recorría su cuerpo cada vez que él la rozaba.

Todos sus sentimientos habían aflorado.

—Maldita sea, Nicole, deja de llevarme la contraria. —Gustavo se restregó un ojo y se quedó viendo la mesa por unos minutos—. Si querés que me vaya, decime que no sentís nada. Mírame a los ojos y decime sinceramente, sin mentir, que ya no sentís nada y yo me voy a ir de esta mierda. Te voy a dejar tranquila.

Nicole levantó su cabeza y logró mirarlo a los ojos por unos segundos sin romper en llanto hasta que de sus labios salió un corto—. Ya no siento nada.



Montar cachos: Ser infiel. 

¿Cómo lo haces? «Big Soto»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora