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[En multimedia: Clouds de BØRNS]


Samuel tomó la lata de Coca Cola que había puesto sobre la baranda del balcón y entró al cuarto de hotel, encontrándose con Fernando, Jefferson y la rubia que no se había despegado del último desde que se conocieron. 

Samuel ni siquiera sabía su nombre.

—Ajá, ¿qué pasó?

—Ya cuadré con Adso pa' la rumba, está buscando el beta*. —respondió el rubio

—¡Sí va! —exclamó Jefferson, alargando la "a", y Samuel vio cómo Fernando hacía una mueca y se restregaba la oreja.

—Soto invita a las jevitas y estamos ready. —agregó Samuel riendo un poco—. Pasado mañana vamos saliendito para allá.

—Ay, qué emoción. Yo nunca he visitado Caracas. ¿Tengo que empezar a empacar hoy o empaco mañana, mi amor? —habló la rubia, inclinándose hacia el moreno.

—¿Cómo así? —preguntó Jefferson, la sonrisa que tenía hace unos segundos se había congelado en su cara.

—Sam y Fer me dijeron que estaban emocionados porque tú me ibas a llevar contigo a Caracas.

Jefferson miró de reojo a los dos chicos parados frente a él, los cuales apartaron la mirada igual de lento, Fernando de vuelta a su celular y Samuel a la lata de Coca Cola, e intentaban con todas sus fuerzas no reír.

Les iba a cortar las bolas a los dos.

—No, fresa, ¿cómo va a ser? Mira... —intentaba encontrar las palabras adecuadas para hacerle entender que se bajara de esa nube, sin herirla—... Verga, Samuel, son las tres. Nosotros teníamos que hablar de algo, ¿no?

Jefferson intentaba por todos los medios zafarse de la conversación. Fernando seguía enfocado en su celular y Samuel miraba la Coca Cola como si intentara descubrir los secretos del universo en ella.

Se estaban haciendo los locos los malditos esos.

Jefferson tuvo que volver a hablar, y haciendo que Samuel voltee con el ceño fruncido y se señale—. ¿Cómo? ¿Conmigo? Verga, yo no me acuerdo de que tengamos una conversación pendiente. ¿Vos sí, Fer?

Fernando hizo un puchero y negó con la cabeza, sin apartar la mirada de la pantalla.

—Es más, ¿son las tres? —Samuel volvió a hablar—. Verga, Micro, la cosa que teníamos que hacer nosotros, la del betica de la cosa, ¿te acordáis?

—¡Marico, se me había olvidado! —exclamó Fernando, dándole un manotazo en el pecho, levantándose sin más—. No, tenemos que ir a resolver esa vaina. Hey, Jefferson, catira, lo siento, pero nos vamos pirados.

El moreno no dejaba de maldecir en su mente cuando los dos salieron apresuradamente por la puerta, dejándole el muerto a él. Volvió su mirada a la chica, quien esperaba una respuesta, y volvió a maldecir.

—Fresa, mira... Los muchachos entendieron mal, ¿sí? Yo les dije fue que te iba a llevar conmigo, pero a una... una cena, ¿me entendei'? Sí, una cena. —agregó él ante la mirada de confusión de la chica. La estaba cagando* fuertemente y no era nada creíble, pero ya no había vuelta atrás.—. Una cenita romántica, las velitas, todo bien... Para pasar nuestros últimos días juntos, pues.

—¿Y no podrías llevarme contigo para allá? Yo quiero conocer al resto de tus amigos.

—No, no, no... La vaina es que yo allá me la paso full, full ocupado, ¿sí? Entonces, ajá, no te voy a parar bolas. Para eso te quedas aquí, que es donde vives, y yo te vengo a visitar y salimos y todo —mintió con una sonrisa en su rostro, como si nada—. De paso, vamos a estar hablando por celular, será como si nunca me hubiera ido.


¿Cómo lo haces? «Big Soto»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora