05

594 34 0
                                    

Tres horas y cuatro tazas de café después, Nicole le había soltado a su mejor amiga todo lo que había vivido antes de conocerla. Cuatro años de amistad y la morena no había sido capaz de hablar con su amiga al respecto. Dolía demasiado como para traerlo a colación.

—¿Y qué tenéis pensado hacer?

—Nada. ¿Qué voy a hacer?

—Yo creo que deberías hablar con él, Nicole. Sabemos tu versión, pero ¿y la de él?

—Yo no necesito su versión. Le di una oportunidad hace años de explicarse y él sólo se quedó mirándome como un estúpido, sin decir nada.

Ellas se quedaron en silencio por unos minutos, hasta que Maga tuvo que preguntar:

—¿Cómo hiciste para que tu madre aceptara mudarse, dejar todos sus amigos y su familia detrás, sólo por problemas de carajitos*?

Luego del problema que había tenido con Gustavo, Nicole ya no había querido permanecer más en Caracas. No quería volver a toparse con él ni con nadie que lo conociera, se sentía rota. No podía hablar con su madre al respecto, así que decidió mover un par de cables en su madre, quien también estaba rota.

—En sí no fue por mí —la pelinegra se encogió de hombros mientras tomaba el último sorbo de café que le quedaba—. Para ese entonces mi padre ya nos había abandonado y mi madre no quería aceptar que era algo que no iba a cambiar; él no iba a volver. Un día tuve una conversación muy seria con ella, explicándole por qué debíamos mudarnos y cómo "un nuevo ambiente la ayudaría a superar todo el infierno por el que estaba pasando".

Y ese nuevo ambiente había sido el Zulia, el lugar más lejano en el país donde tenían familia.

—La verdad no esperé que le ayudará mucho, pero al llegar noté que ella empezó a salir y conocer personas. Tal vez un nuevo ambiente sí ayuda a superar.

—¿Te ayudó a ti?

Nicole no respondió. Claro que no le había ayudado, ni a su madre tampoco después de un tiempo. Todo ese montón de idiotas desfilando una y otra vez por su sala se lo demostró.

—Entonces de psicóloga te mueres de hambre.

Nicole rio y limpió de nuevo su cara. Ya no estaba llorando, pero sentía su cara pegajosa por las lágrimas secas.

—Mira, ¿qué te parece si nos ponemos a ver unas películas o algo para pasar el mal rato? ¡Ay, verdad que yo le quité la contraseña del Netflix a Luis! Se me había olvidado. —Maga rio y fue directo a su habitación, seguro a buscar su laptop.



***

Fernando era el único que lograba alegrarle el día a Nicole, con su linda sonrisa y sus frases ocurrentes. Sin embargo, habían pasado al menos cuatro días desde que lo vio por última vez. Estaba empezando a pensar que a Gustavo no le había agradado la forma en la que Nicole lo trató, y por eso decidió no volver.

Ya estaban a punto de cerrar la cafetería, y Nicole pasaba una y otra vez un trapo con desinfectante a la mesa sobre la que estaba inclinada mientras Maga arreglaba Dios-sabe-qué detrás del mostrador. Estaba de espaldas a la puerta y no pudo verlo, pero su brazo se detuvo de súbito cuando escuchó esa voz imposible de no reconocer diciendo "Hey".

Suspiró volteando lentamente. Gustavo estaba parado frente a ella, comiéndose la piel muerta de su labio inferior.

—¿Podemos hablar un rato? —preguntó él.

—No puedo, estoy limpiando. Ya tengo que cerrar.

—Yo sé, pero me imagino que tu amiga puede limpiar las mesas un rato mientras hablamos. —dijo él lanzándole una mirada a Maga, quien lo veía fijamente apoyada de espaldas al mostrador con los brazos cruzados.

¿Cómo lo haces? «Big Soto»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora