Epilogo

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19 de octubre del 2019

—¿Cómo estás agarrando eso, papá?

Rubén Guerrero sostenía horizontalmente el celular de su hijo menor, intentando encontrar el maldito botón para comenzar a grabar. Rafael se hizo paso entre el montón de personas que reían y vitoreaban en la sala y acercó a su padre. Estaba metido en la cámara de Instagram.

—¿Para dónde te fuiste, pues? —tomó su celular y se salió de la aplicación para volver a la cámara, donde lo había dejado.

—No, eso es para subirlo de una vez a Instagram.

El moreno manoteó con una cara de hastío hacia su padre—. Esto es mucha tecnología pa' vos. —y se decidió en grabar él mismo, logrando captar en video desde el momento en que Gustavo soplaba las velas del pastel de dos pisos que estaba frente a él en la mesa.

Su madre lo había hecho sentarse en un bergere que parecía que había pertenecido a Louis XV, tanto por lo viejo que lucía como por lo feo, alegando que "parecía un trono". Las luces estaban apagadas y las personas aplaudieron y vitorearon de forma más estridente luego de terminar de cantar cumpleaños. Rafael se apresuró en entregarle el celular a su papá y acercarse furtivamente a Gustavo, estrellándole la cara contra el pastel.

Gustavo levantó la cara, aún sin abrir los ojos, y su boca se volvió una línea recta, aceptando las burlas. Rafael aprovechó eso para volver a escabullirse y tomar el celular con el que grababa, recibiendo una mirada de advertencia combinada con diversión de parte de sus padres.

Una pequeña sonrisa escapaba de los labios mientras se limpiaba la cara, aunque él intentaba que no saliera. Se levantó y su sonrisa se amplió completamente cuando la hermosa chica a su izquierda entró en su campo de visión.

Aún no entendía cómo se había conseguido a esa mujer tan bella.

Él había estado enamorado de Nicole Acosta desde que la había visto y ahora finalmente era de él. No le había dado ni tiempo para chancearle.

Ella, con una sonrisa inmensa, abrazó a su novio que acababa de levantarse, no importándole que la llenara de glaseado. Él la levantó ligeramente del suelo y ella lanzó un gritito seguido de una risa. Gustavo se volvió hacia su madre, abrazándola también, y Rubén se acercó él solo, esperando su abrazo.

—Ahora venís vos, maldito. —dijo Gustavo volteando hacia su hermano menor, comenzando a reunir en su mano derecha todos los pedazos de pastel y glaseado que seguían en su cara.

—¡No, dejá de joder, yo no fui! Si yo estaba grabando, ¿no vei? ¡Papi, mira a Tavo!

Todos rieron cuando Rafael comenzó a correr, seguro a escabullirse en su cuarto. Gustavo rio también, volteando al sentir una mano sobre su hombro y encontrándose con su hermosa novia. Nicole tomó su mano llena de pastel y atrapó uno de sus dedos con su boca, chupando lo dulce.

Él miró a ambos lados, asegurándose que nadie estaba pendiente de eso y ella rio, dándole un dulce beso en los labios posteriormente.

—Feliz cumpleaños, mi amor.

Gustavo sonrió como un estúpido—. Te amo. —fue lo único que pudo articular.

—¿Quieres que te de tu regalo ya?

El moreno se fijó atentamente cómo ella deslizaba unos centímetros su franela hacia abajo, mostrando el encaje de su brassiere de color azul cielo. Él la había acompañado el día anterior al centro comercial y la había visto entrar directo a la sección de ropa interior femenina mientras él iba a comprar helados.

Así que eso era.

—Lo compré para ti.

—No creo que eso me quede bonito. —dijo él haciendo un pequeño puchero.

Ella rio de igual manera, dándole un pequeño golpe en el pecho, y lo tomó de la mano izquierda para guiarlo hacia el cuarto. Las veinte personas en la sala estaban todas borrachas, incluyendo a sus padres, y la mayoría se terminaría yendo de aquí a un rato, así que no le importaba quién estuviera en casa, por lo que siguió a su novia sumisamente.

Estaba encantado con ella. Extremada y totalmente enamorado. Agradecía que Daniel los había dejado en paz y había vuelto a Chile, muy lejos de Nicole, donde pertenecía. Gustavo había hablado con Yoxcely ese mismo día más temprano, cuando ella le escribió para darle las felicitaciones más impersonales que podría darle alguien y él le había preguntado cómo estaba, refiriéndose al bebé.

Parecía que todo estaba bien, que había decidido tenerlo sola y que estaba adaptándose a la idea de ser madre soltera. Su hermano le brindaría toda la ayuda posible y ambos saldrían adelante. Él se había alegrado por ella y ella lo había dejado en visto, por lo que dio por terminada la conversación.

Él dejó a Nicole sola un momento mientras corría hacia el baño para limpiarse la cara y las manos. Iba directo a su buró para cambiarse la camisa también, pero su novia le dio un empujoncito, haciéndole caer sentado sobre el borde de la cama, mientras ella cerraba la puerta con llave. Se volvió hacia él y comenzó a pasar la franela por sobre su cabeza, dejando ver su hermoso brassiere sosteniendo sus hermosos senos. Gustavo captó en la oscuridad el pequeño nuevo tatuaje que ella tenía en la base de las costillas y sonrió al pensar en el suyo, que combinaba con el de ella.

Nunca pensó que llegaría a tal punto de compromiso con una persona como para hacerse un tatuaje juntos. No era nada extremista como sus nombres o sus iniciales, pero ambos tenían dos pequeños anillos tatuados, representando tanto la saga de libros favorita de ella como una especie de promesa de permanecer juntos hasta que él pudiera reemplazar ese por uno que colocaría en su dedo.

Sonrió al imaginarla en un hermoso vestido de bodas, caminando por el altar hacia él, pero se recordó que estaban en un momento sucio cuando ella terminó de quitarse los zapatos y el pantalón y procedía a desabrocharse el brassiere.

Piensa sucio, piensa sucio, deja de pensar en bodas, por amor a Jesucristo.

Ella se acercó y se sentó a horcajadas sobre él y cuando ambos cayeron besándose a la cama, Gustavo estaba pensando en que un vestido acampanado con vuelos se le vería más lindo que uno liso, porque así luciría como una princesa. 


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Ya.

Lo siento, pues.

Bai.

¿Cómo lo haces? «Big Soto»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora