Capitulo 8

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La fuerza le había regresado al cuerpo poco a poco aunque aún se tambaleaba al intentar caminar. Sin embargo, tomó el desayuno sentada en su cama con un mejor animo.

Rose miró aquel artefacto que Sirius le había dejado, no podía aceptar tal regalo tan especial mas aún cuando había sido de alguien tan querido para él. ¡Que atrevido había sido al meterse así en su cama! Pero, ¿que podía decir? Sirius hacía lo que quería sin permiso de nadie y sin pensar en lo que cualquiera diría de él.

Pasar sola casi todo el día era realmente fastidioso. Extrañaba a Albus y a Scorpius, y sinceramente también extrañaba correr tras Sirius cuando caminaba rapido. Solo había pasado un par de días y los sentía como años.  Se paró frente al espejo del baño y se miró detenidamente; se veía mas palida que de costumbre y su cabello parecía mas rojizo. ¡Oh aquellas pecas por todo su rostro y cuerpo! Por eso el apodo tan ridículo por el cual la llamaba Sirius a veces.

Se sonrojó al pensar que se había dado cuenta que anoche, desde la verguenza del desayuno, se había puesto un sostén para dormir. Miró dentro de su camiseta a su busto y frunció el ceño.

- ¿Por qué no me pueden crecer como a Dominique o Lucy? - se quejó con un bufido.

- Pelirroja, ¿estás aquí?

Sirius, pensó al escucharlo. Intentó peinarse con los dedos pero no dio resultado. Caminó fuera del baño para verle parado allí ataviado con su túnica y la bufanda, tenía las mejillas rojas seguramente por el frio.

- Ahí estas - le saludó y como era costumbre, besó su mejilla - ¿Estás mejor hoy?

- Si, mucho mejor. Solo que me mareo un poco al levantarme, pero nada que no pueda soportar - dijo con calma - Yo...quería agradecerte por preocuparte por mi. No tienes que hacerlo.

- ¿Por qué no tendria? Te considero mi amiga. Fuiste la primera persona que no me preguntó tantas cosas y quien fue amable conmigo cuando mas abrumado me sentía - le explicó - Si tanto te molesta, puedo irme. No hay ningún problema.

Sirius comenzó a caminar hacia la puerta pero ella le tomó del brazo y le detuvo.

- Lo siento, no quise... Es solo que apenas nos conocemos - le dijo con las mejillas sonrojadas.

- Pues, para mi, es como si te conociera de siempre Rose - le sonrió - ¿Puedo saber por qué te encontré llorando?

- No, solo no preguntes de eso - pidió con seriedad. Ella se acercó a la mesita y tomó el regalo que le había hecho Sirius - Ten, es hermoso pero no puedo aceptarlo.

- ¿Por que no? - Sirius no lo admitiría pero le hería que le rechazara aquel presente.

- Es tuyo y te lo ha regalado alguien que quieres, no podria - sin embargo Sirius no lo tomó y en lugar de eso se lanzó sobre la cama de ella - Black, ¿me estás escuchando?

- Solo escuché hasta tu agradecimiento - le respondió quitandose la bufanda - Extrañaba pasear por el bosque lleno de nieve, pero capaz termine en cama como tu - Sirius le miró y sonrió como si aquello le hiciese gracia. Rose vio como sus mejillas aun tenían aquel tono rojizo, le hacía parecer como si le hubiesen aplicado una gran cantidad de rubor. Ella se sentó a su lado y se cruzó de piernas, extendiendole nuevamente el artefacto.

- Si me lo devuelves, juro que nunca te daré respuesta a lo que me preguntaste acerca de ser animago -soltó con un tono molesto y arrogante.

Rose supo a que se refería, le habia preguntado hacía un tiempo como se sentía el primer momento de convertirse en un animago, pues aquello no lo describían los libros del todo y le causaba curiosidad.

Desde el Velo - Marauder's StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora