[Anthony]
Ema sale corriendo de la habitación y dejo que se vaya. Sé que me he comportado como un completo idiota. Pero no pude evitar que la sangre me hirviera al ver como aquel flacucho, cara de nabo, se pegoteaba a la pelirroja de la chocolatería.
Cuando vi como Ema sonreía en manos de ese oficinista de cuarta, disfrutando y moviendo el trasero de esa forma tan sexi, quise mandar al infierno al idiota. La sensual morena que se contoneaba sobre mí no me detuvo de ir en busca de mi presa.
Por supuesto, no soy un adolescente inmaduro como para cumplir mi deseo de terminar con aquel tipo. Pero si lo suficientemente estúpido para llevarme a la chica lo más lejos y más rápido que pudiera.
Ese impulso posesivo, me preocupa realmente. Siempre fui muy egoísta con mis posesiones, pero nunca, jamás había sucedido con una chica. Las mujeres son un entretenimiento en mi vida. No tengo que hacer grandes esfuerzos para conseguirlas y me aburro rápido. No soy un narcisista, disfruto realmente de cada una de ellas, pero ninguna logra que me quede demasiado en su cama.
Intento creer la historia que le conté a Ema. Estas sensaciones se deben a que tengo un objetivo claro con lo que respecta a ella. La propiedad, por supuesto, y corromper su alma. Es obvio que un tipo pondría las cosas mucho más difíciles.
A la señorita Godwin esto no le pareció mejor, por supuesto. Recordar sus ojos echando chispas de indignación dibuja una sonrisa en mi rostro. Daría muchas cosas por volver a ver esa expresión.
Y, por dios, que eso no había acabado allí. Al insinuar que pensaba tirarse al pesado de la camisa arrugada tuve que detenerla, pero no calcule el impacto de su cercanía. Su fragancia a dulce y vainilla fue demasiado para mi ánimo alterado. Sin embargo, fue ese aliento expectante lo que terminó por desatar la locura. Era evidente que ella también me deseaba, pero no esperaba una sensualidad tan intensa. Hacía siglos que no me sentía tan excitado por una mujer, tanto que podría habérmela follado de pie, contra aquella misma puerta.
Cuando las largas piernas de Ema rodearon mi cintura estuve seguro de que iba a acabar en el infierno. Aquello no duró mucho, sin embargo. Al exigirle que se declarara rendida a mí, la pelirroja pasó de ser fuego a convertirse en hielo. Comprendí demasiado tarde el error de mis palabras. Estábamos jugando un juego demasiado peligroso y ninguno quería perder. Ema nunca se declararía rendida. Era parte de ese temperamento suyo que tanto me irritaba.
Respiro profundo. Repasando lo sucedido, decido que aquello es más una batalla ganada que una perdida. He comprobado que la deliciosa chocolatera es sensible a mi influencia.
Le afecto.
Ese descubrimiento me devuelve el ánimo. Este desafío de pronto se ha vuelto más prometedor. Y pienso divertirme.
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Chocolate para Dos
Romance"Todos tienen un precio señorita Godwin, y yo encontraré el suyo". A Ema no le importaba todo el dinero que Anthony pudiera ofrecerle. Nunca lo aceptaría. Lo que le preocupaba era que el usara otras armas. Entonces, no podría evitar caer rendida a s...