Anthony Davis está sentado en el mostrador de mi chocolatería.
No puedo explicar lo incomoda que me siento viéndolo recorrer toda la tienda con la mirada. Me golpeo mentalmente por no haber acomodado mejor los libros en la estantería o haber pasado de nuevo el trapo por el exhibidor.
Me dirijo a mi estación detrás del recibidor para preparar el prometido tentempié.
— ¿Café o chocolate? — le pregunto intentando mantener mi tono zalamero.
Él sonríe como si me viera por primera vez. Parece una sonrisa realmente sincera. Parece haber descubierto algo verdaderamente divertido.
— Ahora entiendo por qué esta tienda funciona tan bien — su sonrisa se vuelve más pronunciada — Sí me atiendes así todas las noches, prometo venir más seguido...
Los colores se me suben hasta las orejas. Esta coqueteando conmigo. Bueno, en realidad, está siguiendo el juego que yo misma inicié. Pero por Dios que sus armas son mucho más letales.
Por un segundo comprendo lo fácil que sería perder la cabeza por Anthony. Si no conociera su pedantería y las circunstancias de nuestra relación fueran otras; si nuestro primer encuentro hubiera sido así, con él sentándose en mi mostrador y dedicándome esa sonrisa deslumbrante; si hubiésemos coqueteado inocentemente como niños tontos; entonces, estoy segura que no hubiera tardado un segundo en enamorarme perdidamente de él.
Pero no era así.
Vuelvo a colocarme la armadura, lista para enfrentarme a ese hermoso rostro frente a mí. Bien, terminaremos este juego y no pienso perder. Esta vez no voy a salir corriendo.
— ¿Sabes? Si no contestas a mi pregunta la oferta va a espirar — Le digo con un falso tono de regaño. — Te quedarás sin probar nada y deberás irte a casa.
Se ríe suavemente y levanta las manos en son de paz.
— De acuerdo, de acuerdo. Con café estaré bien, no me gusta mucho lo dulce...
— Eso es porque no has probado MI chocolate — Le digo entusiasmada con la idea — ¡Chocolate será!
Sin esperar una respuesta me pongo a preparar la famosa receta de chocolate que Lara me enseñó. Estoy tan acostumbrada a preparar ese dulce que podría hacerlo con los ojos cerrados. Sin embargo, esta ocasión es diferente. Siento los ojos de Anthony siguiendo todos mis movimientos y mis manos se mueven torpemente. Cierta tensión incomoda se respira en el ambiente y el silencio se vuelve increíblemente ruidoso. El sonido de la cuchara contra la taza y el acomodo de los ingredientes retumban como si cayeran desde un abismo.
Por suerte estoy de espaldas a él, sino estoy segura que derramaría todo sobre la mesada.
Es por esos ojos. Ojos violetas, como de brujo. Son tan penetrantes que, estoy segura, no se les escapa absolutamente nada. Son tan inteligentes que, más que admiración, producen pavor. Cualquiera se volvería un monigote torpe bajo su peso.
Termino mi preparación sin grandes contratiempos a pesar de las dificultades. Lo dejo frente a mi invitado y le sonrío, orgullosa de los resultados. Lo miro expectante. Anthony mira la taza sin mucho entusiasmo.
"Vaya, de verdad no le debe gustar lo dulce..."
Un nerviosismo tonto me recorre la espalda. No debería preocuparme su opinión. Vamos, ni siquiera sería importante si nos lleváramos bien. Pero allí está el infantil deseo de que le agrade lo que preparé para él.
Toma la taza con desconfianza y se la acerca a la boca. Hago una inspiración rápida, conteniendo el impulso de arrebatarle el chocolate de las manos. Él me mira sobre el borde del tazón. Parece haber una chispa de reconocimiento en sus ojos, y estoy segura que noto mi nerviosismo. Sonríe y, sin dejar de mirarme, se lleva la bebida a los labios. Luego de un largo sorbo, se aparta y relame sus labios.
Dejando el chocolate sobre el mostrador, me observa por unos segundos sin ningún tipo de expresión en el rostro, solo un brillo de burla baila en esos ojos de brujo.
— Esta bueno — dice finalmente, dedicándome una mueca divertida. Vuelve a llevarse la taza a los labios.
No puedo evitar la sonrisa que se dibuja en mi cara. Estoy muy satisfecha conmigo misma, pero, además, siento que he pasado una prueba dificilísima. La sensación es casi la misma que la vez que rendí aquel complicado final de Filología en la universidad. Por supuesto que Anthony Davis no se parece en nada al arrugado señor Poster. Las cosas hubieran sido muy diferentes en ese caso...
— Te dije que te gustaría
— Sí, pero me pareció que perdías un poco de confianza después de haber hecho tu jugada.
Ahí vienen los colores purpura a mis orejas.
— Ese parece ser un aspecto común de mi carácter en el último tiempo....
— Lo he notado — La rápida respuesta está cargada de una doble intención casi palpable.
El sexy encuentro entre nosotros vuelve a mi memoria con todo su peso caliente. Por dios que siento como se me erizan los bellos de la nuca y me sudan las palmas de la mano. Esos segundos en que nuestras miradas se encuentran en silencio, mil fantasías con Anthony y el chocolate sobre la mesada pasan por mi cabeza.
"Contrólate Ema"
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Chocolate para Dos
Romance"Todos tienen un precio señorita Godwin, y yo encontraré el suyo". A Ema no le importaba todo el dinero que Anthony pudiera ofrecerle. Nunca lo aceptaría. Lo que le preocupaba era que el usara otras armas. Entonces, no podría evitar caer rendida a s...