Capitulo XXVI

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Anthony

Las luces de los edificios pasan a toda velocidad por la ventanilla, dibujando una brumosa vía láctea, indescifrable. El coche ya alcanza unos 200 km/h, pero sigo sintiendo una necesidad imperiosa de apretar el acelerador. Estoy molesto e irritable, como lo he estado todos los días de las últimas semanas.

La fría presencia de Darwin en el asiento contiguo no hace más que erizarme los pelos de la nuca. Mi hermano menor ha aguantado mis constantes sarcasmos y maltratos con su lacerante estoicismo. El hecho de que se quede callado, atravesándome con esos ojos fríos y escalofriantes, inexpresivo, solo me pone más molesto. Nunca hay peleas con Darwin, y, sin embargo, siempre parece ganar las discusiones.

Con mi padre, por otro lado, todo es discusiones. De cierta manera, eso había desencadenado mi huida desesperada de Plymuth.

Luego de la noche en que abandonara a Marie, había visitado la gran casa Davis para buscar unos documentos firmados por mi padre. Eran necesarios para cerrar uno de los tratos más grandes que la empresa tenía entre manos y el viejo había insistido en que pasara personalmente. Por supuesto, eso significaba que quería algo. Ese tipo no hacía nada sin dobles propósitos o motivos ocultos. Era una especie de serpiente retorcida que disfrutaba de tenerte bien sujeto antes de inyectar el veneno.

Golpee la puerta de su oficina, tan opulenta y enorme como el hombre que me esperaba adentro.

— Adelante — respondió desde el otro lado una voz rasposa de cigarro y siseante como la de un lagarto.

Inhalé profundo y entré en la habitación tan erguido como me era posible. Lo peor de mi padre es que, a pesar de todo mi desprecio hacia él, su mordida sigue siendo terriblemente nociva. Podría jurar que la debilidad lo excita, como todo buen autoritario despótico. Los ojos le brillan de placer al aplastar a aquellos que ya han sido derrotados.

Lo encuentro sentado tras su escritorio. Me acerco a él, pero no me dedica ni una mirada. Al contrario de lo que pueda esperarse, el viejo sigue teniendo un aspecto imponente. Nuestro parecido siempre me ha molestado terriblemente. Es alto, de rasgos angulosos y ojeras bajo los ojos. El cabello, en otras épocas tan oscuro como el mío, cada día está más gris. Los ojos, sin embargo, son lo que nos diferencia. Los suyos son ambarinos, casi amarillos y de pupilas pequeñas...

"Iguales a los de una serpiente" pensé.

— He venido por los documentos.

— Están en el estante — dice sin levantar la vista del escritorio, agitando una mano en el aire en dirección a los papeles que busco.

Me dirijo a aquel sitio, decidido a marcharme de allí antes de comenzar una discusión.

Pero eso no será posible.

Sobre la pila de documentos hay una fotografía. En ella se ve una chica, está parada en la acera con una escoba entre las manos, levantando el rostro hacia el sol. Parece que disfruta del calor que este le regala. Su larga cabellera escarlata apenas se mueve por la brisa.

"Ema".

Durante unos segundos no sé si preguntar qué significa aquello, o marcharme ignorando las intenciones oscuras de mi padre. No llego a decidirme.

— Es realmente bella ¿no es cierto? — La voz siseante me llega desde el escritorio.

— Lo normal.

— Mmmm... — puedo sentir como se babea de placer al tenerme justo donde quiere — Yo diría que no lo es tanto.

— ¿Qué quieres? — Le digo girándome hacia él.

Finalmente se decide a prestarme toda su atención. Lo hace parsimoniosamente, claro, con movimientos calculados. Primero coloca con delicadeza la costosa pluma sobre el estuche abierto y lo cierra con suavidad. Acomoda los papeles sobre el escritorio, de manera que quedan apilados de manera perfecta. Por último, levanta la vista, se toma unos segundos para mirarme en silencio, y cuando decide que es suficiente, habla.

— Sabes que nunca he tenido problemas con tus aventuras. —sisea — Las mujeres bellas están ahí para ser probadas, no podría castigarte por eso.

— No hay nada de qué hablar entonces — tomo los documentos y me dispongo a retirarme.

— Lo que me preocupa —interrumpe — es que esto parece ser más que una aventura. Tus hermanos han estado corriendo apuestas acerca de si te casaras este año o el próximo. Después de todo, te mudaste para estar cerca de la chica...

"Voy a colgar a los gemelos antes del fin de semana, eso seguro".

— ¿Y porque deberían interesarte mis asuntos, padre?

— Anthony, no te sulfures — dice intentando no sonreír, mientras saca un puro de su bolsillo. — Sabes que debes casarte con una mujer digna de esta casa, puedes elegir una bonita si así lo quieres. Pero, sobre todo, debe traernos beneficios. Los dos conocemos este mundo hijo. Son las alianzas correctas las que abren las puertas indicadas, los que te mantienen en el ruedo. Puedes conservar a la chica, ponerle una casita en alguna isla en la que pasar los fines de semana, pero no sirve de esposa...

— No creo que te haya dado ninguna señal de que podías opinar sobre mi vida...

— Bueno querido, sabes que me encapricho mucho cuando quiero algo... ¿No querrás que pase con la linda Ema lo que paso con tu madre?

"Hijo de puta"

La realidad cayó sobre mi como un baldazo de agua congelada. No podría soportar que mi padre chantajeara a Ema. No, no era eso. Me aterraba que Ema pudiera ceder a él. La idea de perderla de aquella manera volvió hielo el aire en mis pulmones. La sola imagen de mi padre junto a ella me desquiciaba de una manera violenta.

"Tengo que alejarla de él"

— No tienes que preocuparte padre — le digo fingiendo cierto aire rendido —No es lo que piensas.

— ¿Ah no?

— No. La propiedad de la señorita Godwin era de mi abuela y me encapriche con ella. Considéralo un tonto sentimentalismo — me sirvo un poco de brandy de la licorera — La preciosa Ema y yo estamos negociando los términos. Por supuesto que a veces nos distraemos un poco de esa tarea para dedicarnos a cosas un poco más divertidas. En cuanto me haya cansado de ese juego, la presionaré para que venda...

— ¿Y si se niega?

— Tengo los recursos legales y los contactos para lograr una orden de desalojo.

Los ojos de serpiente de mi padre se achican con perspicacia y me observan desconfiados. Finalmente, cede.

— De acuerdo... — dice apagando el puro y volviendo sobre sus papeles — No tenía idea de que la propiedad fuera de esa vieja cascarrabias. Te dejaré continuar con esto un poco más.

Tomando el brandy de un trago, cojo los documentos y me dispongo a salir.

— Anthony — me frena su voz justo al tomar el picaporte — Si no resuelves este tema pronto, yo tomare cartas en el asunto.

Me alejé de la casa tan rápido como pude. Esa misma tarde, me marche con Darwin a resolver un negocio en el extranjero. Tenía que distanciarme de Ema tanto como pudiera. No solo por mi padre, eran mis propios sentimientos lo que más me asustaban.

Sin embargo, el paso de los días se tornó insoportable. Mientras más tiempo pasaba lejos de ella, más estaba en mi cabeza.

A la semana, apareció en mis sueños. Su cuerpo se recostaba sobre el mío en medio de la noche y su dulce voz susurraba a mi oído... En cuanto intentaba abrazarla, se disolvía en el aire.

Fue cuando me convertí en un ogro malhumorado e irritable.

La tercer noche en que su presencia interrumpió mi descanso, decidí cerrar la negociación y volver a casa. A mi ventana frente a su tienda.

Miro el velocímetro marcando 250. La ansiedad me insta a seguir apretando el acelerador. 

Ya falta poco. 

Chocolate para DosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora