Capitulo XXIX

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Unos minutos antes...

Definitivamente, todo salió muy mal.

Comenzamos a jugar aquel tonto juego y, al comienzo, fue divertido. Los gemelos se empecinaban en ganarme a cada ronda y les daba el gusto en algunas ocasiones. El problema era que, cada vez, llenaban más sus vasos. Pronto comenzaron a tomar antes, después y durante las consignas, por lo que, en pocos minutos, todo se había salido de control.

Intenté quitarles la botella cuando noté que estaban comenzando a perder la coherencia. Al ser la persona adulta en el lugar, me sentía terriblemente responsable por ellos.

Aquel intento solo desencadeno un estúpido juego que consistía en arrojarse la botella por la sala y beber un gran trago antes de que yo pudiera alcanzarlos. Como una niña tonta, corrí de un lado a otro sin poder atraparlos jamás.

La botella termino dando contra la cabeza de Varek quien cayó al piso entre risas y mareos. En cuanto me acerqué a él para ayudarlo (o asesinarlo), noté que se había dormido.

Literalmente, tenía un niño dormido en el medio de la sala, con un fuerte golpe en la cabeza.

La risa de Eldrich suena detrás de mi

— Que blandito... —dice mientras toma otra botella y se la lleva a los labios.

— Son un par de niños tontos — le digo totalmente indignada con aquella situación — Dame ahora esa maldita botella.

Para mi desgracia, los chicos Davis son increíblemente altos. Mi segundo intento de arrebatarle la botella, es tan inútil como el primero. Eldrich se trepa sobre la mesa y mantiene la botella en lo alto, balanceándola para provocarme.

— No había notado que eres bajita.

— No soy bajita, ustedes son unos monstruos innecesariamente altos — Miro a mi alrededor buscando algo que me ayude a resolver aquello.

"Por qué has sido tan estúpida de aceptar esto. Deberías estar metida en la cama o con la cabeza metida en algún libro"

¡Eso es! Un libro.

Veo la perfecta colección de primeras ediciones de Eldrich arriba del pequeño escritorio junto a la ventana. Me dirijo allí y tomo el que parece ser más costoso.

— Dame la botella Eldrich, o te juro que quemo tu libro — lo amenazo.

La mirada del chico muestra sorpresa y algo de vacilación.

— No te atreverías — dice entrecerrando los ojos con suspicacia.

Sé que llegado al extremo de tener que destruir aquel tesoro, no podría hacerlo. Sin embargo, él no puede saber eso.

Con el paso más seguro que soy capaz de mantener, cojo el encendedor de la cocina y lo enciendo muy cerca del libro entre mis manos.

— No quieres probarme Eldrich, perderías uno de tus favoritos...

Es en ese preciso instante que la puerta se abre. Ambos nos giramos a observar al intruso.

La figura de Anthony Davis se dibuja en la entrada, imponente como la última vez que lo vi.

"Ha vuelto"

Un torbellino de emociones se agita en mi estómago de forma vertiginosa. No sé si correr a abrazarlo, arrojarle algo, gritarle o salir huyendo. Sin embargo, no soy capaz de realizar ninguna de aquellas acciones. Solo me quedo plantada al suelo, con cara de espanto.

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