[Anthony]
Esto no había salido exactamente como lo imaginé.
Observo nuevamente la esbelta figura recostada en la cama. Su belleza vuelve quitarme el aliento. Enredada entre las sabanas, totalmente desnuda, Ema está perdida en el más profundo de los sueños. Observo su rostro relajado, sin aquella actitud defensiva que suele adoptar en cuanto nos encontramos. Las largas pestañas dibujan sombras sobre sus mejillas y la boca ligeramente entreabierta me produce deseos de volver a saborear aquellos labios.
Continúo recorriendo aquel cuerpo exquisito. La piel de alabastro, suave y limpia, emana un brillo blanquecino al ser iluminada por las luces que llegan desde la ventana. Los senos son pequeños y se yerguen esplendidos, coronados por aquellos botones rosados y deliciosos como fresas. La cintura es tan fina que creo poder rodearla con mis dos manos y solo pensar en plantarle un beso en el ombligo comienzo a excitarme de nuevo. Las largas piernas se enroscan en las sabanas y sus dóciles curvas son una tentación para cualquier cuerpo sobre la tierra con un poco de sangre en las venas.
Maldición me repito por décima vez en media hora.
Esa mañana me había marchado de Playmuth dispuesto a pasar otra noche aburrida en alguna fiesta ridícula, celebrando un importante contrato de prestaciones. Y así sucedió exactamente. Pasé un par de horas en junta cerrando los últimos puntos del trato para luego pasar la mitad de la noche con un grupo de niños burgueses, mimados y pretensiosos. Todo aquello me produjo un espantoso mal humor, mal disimulado. Pero todo empeoró cuando me descubrí soñando con volver al pequeño apartamento en la ciudad y encontrarme con la dulce Ema, dedicándose a los últimos trajines del día sobre la acera de en frente.
Yo no podía estar deseando aquello. Era evidente que el increíble deseo que esa chica producía en mí estaba trastornando todo mi criterio. Yo no confío en la gente, menos si a ellos me liga solo algún tipo de sentimiento generoso. Hace años que he aprendido la lección. Solo creo en tratos de negocios, lógicas de transacción y dinero. Hasta el sexo para mí un intercambio, uno extraordinariamente divertido, pero nada más.
Esa bruja solo está en tu cabeza porque la deseas. Solo debes buscar en otro lado y te olvidaras de ella de inmediato.
Mire a las jóvenes oficinistas que compartían la mesa con nosotros. Hacía un buen rato que me dedicaban miraditas intencionadas, pero ninguna me convencía. Por alguna razón, me encontraba buscando alguna pelirroja con ojos de gatos. Nadie se le parecía.
Fue cuando Tiffany decidió sentarse a mi lado para abordarme. Se trataba de la secretaria ejecutiva de mis nuevos socios, ya habíamos coqueteado en muchas ocasiones en tanto se realizaban las negociaciones. Era alta, rubia, bronceada, una exquisitez de pies a cabeza.
Vamos, sabes que esto es bueno.
Después de acompañarla a pedir unos tragos a la pista, terminamos avanzando sobre el inútil flirteo que pretendimos toda la noche. Aun así, mientras besaba a la ardiente rubia entre mis brazos, mi mente se giraba hacía otra figura totalmente distinta, más suave y menos voluptuosa, con piel de alabastro y ojos felinos.
Y, como si hubiera estado llamándola, aquella figura se materializó frente a mí.
En cuanto la sostuve entre mis brazos, temblorosa, abrazada a mi cintura y totalmente desprotegida, algo en mí supo que no podría abandonarla esa noche. En ese momento, supe que debía lograr que Ema se marchara conmigo. No importaba que se interpusiera, debía asegurarme de llevarla unos cuantos pisos más abajo hasta mi habitación.
Cómo me había ardido la sangre cuando aquel tipo desgarbado, con aires de niñito bueno, sugirió llevarse mi recompensa. Esta noche, ella era mía y nadie podría arrebatármela.
Sin embargo, nada me había preparado para el encuentro que tuvo lugar más tarde, allí sobre mi propia cama. El cuerpo excitado de Ema, su incontrolable pasión y su entrega sincera, sin poses o actuaciones habían abierto una grieta en mi armadura perfectamente ensamblada. Solo pude dedicarme a adorar a aquella diosa de fuego que se había materializado frente a mí.
No hagas nada que apague este incendio. Solo cuando ella te lo ruegue podrás hacerla tuya.
Observando la esbelta figura recostada en mi cama, vuelvo a sentir la necesidad de unirme a ella una y mil veces. Comprendo que aquello que prometía ser el cielo, se ha convertido en un infierno.
Solo algo estaba claro. No podría volver a ser libre hasta que ella fuera mía.
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Chocolate para Dos
Romance"Todos tienen un precio señorita Godwin, y yo encontraré el suyo". A Ema no le importaba todo el dinero que Anthony pudiera ofrecerle. Nunca lo aceptaría. Lo que le preocupaba era que el usara otras armas. Entonces, no podría evitar caer rendida a s...