Inés.

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POV BEATRIZ

Era miércoles, el primero tras nuestra discusión. Las cosas habían estado frías, porque pese a que le dije que iba a contar todo, le pedí esperar hasta ese día.

Lucía accedió, pero el paso de los días, ella lo tomaba como una evasión al tema. No volvimos a dormir juntas, ni siquiera vino al club ni una noche. Me escribió, pero las conversaciones se reducían a monosílabas. La estaba perdiendo, y quería evitarlo a toda costa.

Gustavo me había animado, no la estaba dejando conocerme y no era justo. Las cartas de nuestra relación estaban sobre la mesa y dependía de mí.

Quería a Lucía, sentía que con ella podía tener una relación sana, que, con ella, podía ver la luz al final del agujero donde yo me había metido. No era fácil, tampoco lo iba a ser en un futuro, pero si alguien podía estar a mi lado, era ella.

Me daba miedo perderla, y es que tras tantos meses, era solo con ella, con quién había vuelto a sonreír.

Y ahí estábamos, un miércoles, en un sitio que llevaba tiempo sin visitar, en uno que no debía, pero que en el fondo quería. Lucía estaba seria, distante y sin mediar palabra... Como llevaba estándolo esos días. Mi corazón latía apresuradamente por todo lo que iba a pasar ese día, así que tuve que empezar a respirar como si estuviera corriendo.

—¿Vamos a estar mucho tiempo aquí? —preguntó—. Se me va a hacer tarde para el trabajo.

—Un minuto, después ya nos vamos a casa... —Ella asintió—. ¿Te da tiempo?

—Supongo que sí.

—En casa me haces todas las preguntas que quieras, ¿vale?

Asintió mirando en su móvil la hora; yo suspiré y miré al frente.

Estábamos bajo la cruz de la farmacia que se veía desde el café de la plaza principal de la ciudad, frente a nosotros, el Torres. Pero no estábamos ahí por eso, sino por los que venían caminando por la acera hacia la cafetería.

—Mira al frente. —Lucía obedeció—. ¿Te acuerdas de él?

—Sí, tu ex.

—Sí... —Tragué saliva preparándome—. La niña que va con él se llama Inés, va a cumplir cuatro años el mes que viene y... —Suspiré cerrando los ojos—. Es mi hija.

Lucía me miró enseguida, pude notarlo. Yo no me moví, dado que no podía hacerlo. Me mantuve escondida hasta que entraron en la cafetería. Después de eso, la miré y comenzamos a andar hacia mi casa.

No dijimos nada y el camino se me hizo inmensamente largo. Además, Lucía necesitaba tiempo para digerirlo y, sobre todo, para pensar en sus preguntas. Yo intentaba acomodar mi mente y prepararme para lo que iba a ser. Un batallón de recuerdos y de sentimientos que me volverían a hundir en la mierda.

Nos sentamos en el sofá, una frente a la otra y, por primera vez, no pude coger a Niko para acariciarle, no podía. Solo me abracé a mí misma, mirando a Lucía.

—Te prometo que voy a contarte todo aun a riesgo de que te vayas. Lo entendería. Pero si quiero estar contigo, debes saber con la clase de persona que estás. Así que... —Tomé aire—. Pregunta lo que quieras.

—¿Ganó la custodia por las fotografías?

—Fue una de las pruebas que presentó.

—¿Y cómo establecieron el régimen de visitas? Es decir, ¿cuándo la ves?

—No hay régimen de visitas. Eso fue lo que mi padre te digo; Gus tiene la custodia total y yo no puedo estar a menos de cien metros de ella.

—¿La orden de alejamiento es contra tu hija? —Asentí—. Empieza por el principio.

Después de ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora