Tiempo.

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POV BEATRIZ

—Vale, sí—. Escuché a Lucía hablar por el móvil cuando apareció por el salón—. Mándamelo al e-mail y luego te paso la respuesta. Sí. Genial. Adiós.

—¿Alejandro? —pregunté.

—Sí, quiere que identifiques al padre de Inés.

Dejé el libro que estaba leyendo a un lado, marcado en la página ciento veintitrés y atendí al ordenador de mi novia.

Abrió el mensaje que el abogado le acababa de enviar y se abrió unas veinte fotos de distintas personas.

—¿Quién es el padre de Inés?

—Este.

—Diego Castro. —Abrió su foto—. Pues le paso el nombre a Alejandro y listo. ¿Crees que accederá a la prueba de ADN?

—No lo sé, la verdad —dije mirándola mientras ella tecleaba la respuesta—. ¿Qué te pareció Gerard?

—Se nota que te quiere.

—¿Es un problema si vuelvo a llevarme con él?

—¿Un problema para quién?

—Para nosotras, para ti...

—No, es tu amigo, Bea; no tengo ningún problema con él.

—Quiero retomar nuestra amistad, pero el otro día prácticamente me confesó que sigue sintiendo algo por mí.

—Es que se le nota. —Entonces ella me miró—. Pero por mí no te cortes en nada. Quiero decir, si tú quieres volver a tenerle en tu vida, pues bienvenido es.

—¿No tienes miedo de que pueda sentir algo por él?

—No sé, dímelo tú, ¿sientes algo por él?

—Yo te quiero a ti —susurré agarrando su camiseta—. Y a nadie más.

—Pues ya está.

Me dejé caer sobre ella, recibiendo sus manos por mi cuerpo.

Llevábamos saliendo unos cuantos meses y me parecía mentira muchas veces. A veces tenía la sensación que éramos solo amigas, otras que llevábamos solo semanas y la mayoría del tiempo; que nos entendíamos como si nos hubiéramos conocido hacía diez años.

Fuera como fuera, nunca quería separarme de ella.

—Vas a llegar tarde a terapia.

Lo susurró contra mis labios, porque yo no me separaba de su boca.

Era raro, pero no tenía ganas de ir. Aunque ver a Gustavo, no era algo que pudiera decidir; debía ir siempre por el bien de mi salud mental... Y el de mi novia.

Lucía tuvo que trabajar todo el fin de semana en unos horarios que no me gustaron nada; prácticamente todo el día, había un festival de música en la ciudad y eso implicó que hubiera el doble de gente y tuviera que echar más horas. Y yo no había hecho nada, ni trabajar, ni correr, ni nada.

Netflix y Niko fueron mis pasatiempos favoritos.

Se lo conté todo a Gustavo; el reencuentro con Gerard y lo que suponía para mí, mi escasa actividad esos días, mis pocas ganas de hacer nada; y sobre todo, mi pésimo estado de humor. Esto último fue lo que nos ocupó casi toda la sensación, explicarle que no me sentía bien, no tenía energía, ni ganas... Nada.

Estaba sentada en el suelo, con la espalda apoyada en la pared, pero la vista puesta en la calle a través de la gran ventana de la clínica. Gustavo esperaba a que le dijera cual creía que era mi problema para no tener ganas de hacer nada; y yo intentaba darle una respuesta, pero no me estaba resultando fácil.

Después de ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora