Navidad.

846 89 2
                                        

POV BEATRIZ

Gustavo estaba atendiendo una llamada mientras yo esperaba en la ventana. Había llegado la sesión que tanto esperaba; desconocía si estaba enterado de que ya lo sabía, pero rezaba internamente para que no. No había ni escrito ni llamado a Lucía, aunque su esencia en mi cama, tras otra cuatro horas queriéndonos, aún estaba... Y en mi cabeza, también.

—Perdona, Beatriz —dijo cogiendo su cuaderno y sentándose en su sillón—. Ya estoy contigo.

—No te preocupes.

—¿Cómo ha ido esta semana? —Me encogí de hombros—. ¿Pasaste la navidad con tu familia?

—No. —Solté una carcajada—. Me sorprende que me hagas esa pregunta.

—¿La pasaste con Lucía? —Negué con la cabeza—. ¿Y eso?

—Se fue con su familia —contesté mirando a un jardinero podar los árboles—. ¿Cómo te imaginas a Lucía? Físicamente hablando.

—¿Te importa su físico?

—No, a mí no, pero tengo curiosidad por saber cómo te la imaginas tú. A mí me gusta como es, toda ella es... —Me mordí el labio inferior—. Con ella he descubierto tantas cosas que no recordaba.

—¿Cómo ubicas tu relación ahora mismo?

—El viernes hubo un jaleo tremente en el club...

—Beatriz.

—Te lo estoy contado. —Asentí sentándome frente a Gustavo—. Dos despedidas y un cumpleaños. Acabo cerca de las seis de la mañana, una noche de locas. Lucía llegó a la una, pero yo no pude hablar con ella hasta las cinco; y cuando terminé, nos fuimos juntas a mi casa. Me esperó. Y cuando llegamos, me pidió un segundo porque me quería contar una cosa. Resulta que ha estado investigando... —Gustavo cerró la libreta en ese momento—. Pero tú ya lo sabías. Hablaste con ella de mí. ¿Cómo se supone que me tengo que tomar eso?

—Beatriz...

—Hablaste con ella sobre mis terapias, ¿qué diría tu colegio de psicólogos exactamente?

—Déjame que te explique.

—¿Por eso te podrían retirar el título?

—Beatriz.

—Porque es para denunciarte.

—Escúchame —espetó elevando el tono—. Lucía me llamó, sí. Me dijo quién era y se identificó como periodista; pero como me negué, finalmente me dijo que era tu novia, entonces accedí porque sabía que esa llamada iba a ser importante.

—Te negaste hasta que te habló de mí... Lo estás mejorando.

—Me dijo que había encontrado algunas incongruencias —explicó—. Y que era importante hablar, por eso accedí. Quiero que entiendas que en ningún momento le dije nada de nuestras terapias ni de lo que hablamos. Me explicó lo que había encontrado y lo que no le gustaba nada, entonces me hizo la pregunta del millón: ¿Es esta Beatriz? Y mi respuesta fue la misma que mi opinión, no. Desde que me llamó Irene supe que contigo había algo diferente. Sé que me estoy saltando todo el código profesional, pero creo que es necesario que lo sepas, Beatriz.

—¿El qué?

—Que tú no te hundiste, a ti te hundieron. Y, sobre todo, que no creo que pegaras a tu hija.

—Gustavo, hay pruebas.

—¿De lo que hiciste? Permíteme decirte que no. Hay pruebas de unos golpes en el cuerpo de tu hija, pero no de que tú lo hicieras. Fuiste la víctima perfecta, Beatriz. Estabas medicada, eras como un ente muerto.

Después de ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora