Jennifer Lawrence.

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POV LUCÍA

Por más que mi madre intentó que me quedara a dormir con ellos, decidí irme a mi casa porque no estaba segura si iba a dormir algo. Todo el tiempo en mi mente estaba Beatriz y lo hacía por varias razones; pero primordialmente, porque no soportaba la idea de que hubiera pasado la nochebuena sola, sin nadie... No me lo perdonaba. Podría haberle ofrecido que se viniera con mi familia o pasarla juntas, eso también me valía; con amigas, lo que ella quisiera; aunque sabía de sobra que no me quería ni ver.

Aun así, no me aguanté mucho más; cuando terminó una película bastante mala en la televisión local, me vestí, me arreglé un poco y salí disparada hacia su casa. No iba a estar más sola y si para eso tenía que gritarme, que lo hiciera.

Llamé al telefonillo decidida, al menos lo intentaría.

—¿Quién es?

—Yo. Ábreme, por favor.

—No tengo ganas de hablar.

—Y no lo haremos si no quieres, pero ábreme, por favor.

Temí mucho, pero lo hizo. Un recorrido de tres minutos que había hecho incontables veces hasta su puerta, pero la primera vez que lo hacía con tantos nervios.

Me abrió la puerta, vestida de estar por casa, el pelo ligeramente alborotado y unas ojeras que no me gustaron nada. En la tele, la imagen congelada de una Jennifer Lawrence espectacular; seguramente, sus planes habían sido los mismos durante esos días.

—¿Estás bien? —pregunté cerrando la puerta.

Ella se encogió de hombros y fue la respuesta que esperaba para agarrarla, y abrazarla. Noté como su cuerpo se apoyaba en el mío; Beatriz no estaba bien y no era precisamente por nuestra discusión.

—No tenías que haberte quedado sola.

—Mi madre lo ha vuelto a intentar hoy, pero todo es peor si voy.

—¿Quieres que hagamos algo? —Me miró—. Lo que quieras. Hasta irme si así lo prefieres.

Y de todas las respuestas que me esperaba, la que hizo, no estaba en mis planes. Pues sin más, ella me besó, pero lo hizo con una intensidad que me costó recibir. Me daba absolutamente igual, yo haría lo que ella me pidiera, fuera lo que fuera.

Me quitó el abrigo tirándolo al suelo, justo antes de que yo agarrara sus nalgas atrayendo su cuerpo hacia el mío; si algo tenía claro, es que esa vez no iba a ser como la primera. Beatriz me empujó hasta la puerta principal, donde sus manos buscaron desesperadamente el botón de mis vaqueros.

Fui más rápida que ella, aunque su indumentaria ayudó muchísimo más; pues justo cuando acababa de desabrocharme la cremallera, yo metí mis manos por debajo de su chándal, incluso de sus bragas. Su respuesta fue golpear su cadera contra la mía con fuerza; movimiento que se repitió al acariciar sus labios mayores ligeramente.

No tardó mucho más, porque Beatriz no se quedaba parada en esos momentos; su mano derecha fue directa bajo mi tanga, concretamente, hacia mi clítoris. Una sacudida me obligó a separarme de sus labios, sintiendo su mano moviéndose circularmente en uno de los puntos más excitados de mi cuerpo.

Sostuvimos nuestras miradas, que estaban a otro nivel que nuestras manos; las mías, ocupadas en quitarle toda ropa que llevaba de cintura para abajo; y las suyas, saliendo de debajo de mi ropa. Justo cuando ella me ayudaba a desnudarla, metía dos dedos de su mano derecha en mi boca; la misma mano que había estado anteriormente en mi centro.

Agarrándome la cadera con fuerza, me giró estampándome de nuevo contra la puerta; y se agachó, al mismo tiempo que se deshacía de mi vaquero, que no de mi tanga. Se arrodilló mirándome, hasta que acercó sus dientes a mis nalgas, como tanto la gustaba. Me mordió cerca de diez veces en cada una; hasta que, satisfecha, las agarró separándolas, hundiendo su boca en la entrada de mi vagina.

Después de ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora