Carmen.

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POV BEATRIZ

Ese día, Lucía sí estaba a mi lado; así que no quise molestarla, ni mucho menos despertarla. Me levanté, me lavé la cara y salí al jardín. Solo me senté en una de las sillas que había, eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos.

Entendía por qué, en cuanto aparecía el calor, sus padres venían allí; era un pueblo tranquilo, sin una pizca del estrés que teníamos en la ciudad, no se escuchaba absolutamente nada. El calor era agradable, rondábamos los veinticinco grados y para alguien que no estaba acostumbrada a esa temperatura, ni siquiera en verano, lo agradecía.

—Buenos días, Beatriz.

Abrí mis ojos encontrándome con mi suegra que entre sus brazos llevaba una taza de café.

—Hola, Carmen.

—¿Lucía?

—Está dormida, no he querido despertarla.

—Siempre que viene aquí, duerme mucho más.

—Es que allí apenas ha dormido, entre el trabajo y el TFM, ha estado muy ocupada.

—¿Fuiste con ella al TFM?

—No, pero leí el trabajo y me hizo una pequeña presentación en casa; es extraordinario lo que hizo.

—¿Crees que podrá conseguir trabajo?

—Y en un buen periódico, no tengo la menor duda. Es una excelente periodista.

—Se agradecen unas palabras así, la verdad. —Yo sonreí tímidamente—. ¿Cómo está tu hija?

—Está bien, con mis padres de momento.

—Eso es bueno, ¿no?

—Supongo que sí, la verdad es que está más enterada Lucía de todo el caso que yo misma...

—¿Te cuesta?

—Muchísimo —respondí intuyendo que lo sabía todo—. Y ella lo hace tan fácil que tampoco es que me esté preocupando mucho; sabiendo que Inés está bien, el resto me da igual.

—Ella siempre quiere ayudar, ese es uno de sus defectos.

—¿Ayudar?

—Sí... Se ha llevado muchos palos en la vida precisamente por eso.

Supuse que era verdad, al final Lucía tenía un corazón tan bueno que era muy fácil destruirlo... No estaba muy lejos de hacerlo.

—Eres especial, Beatriz. No eres como las anteriores, ni para ella tampoco; y mira que Gabriella en su día fue importante.

—¿Qué quiere decir?

—Te admira mucho, no sé si por cómo eres o por lo que luchas diariamente. Tampoco sé si es porque aprende de lo que ya ha vivido o qué, pero cuando está contigo tiene algo que no había visto aún. —Le quité la mirada sintiendo un agujero negro en mi estómago—. Después de todo creo que por ti sí que quiere apostar.

—Tiene mucho miedo —susurré pensando—. Un día me pidió que no estuviera con ella por lástima, y me da hasta rabia que se sienta así.

—Es que es inevitable; que durante cuatro años estés con una persona que no te valora y que está contigo destruyéndote... Afecta.

—¿Gaby?

—Sí. La quise mucho en su día, pero me parecía tan alejada de Lucía, tan macarra y pasota que no me acababa de gustar. Y mira, al final llevaba razón.

—Pero Lucía me dijo que usted siempre aceptaba sus parejas.

—Claro que lo hago, al final es mi hija la que tiene que decidir con quién estar y con quién no, de la misma forma que si llega llorando, le abriré la puerta ahorrándome el te lo dije.

Después de ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora