09:16 am 25 de diciembre de 2012
Valencia, Carabobo, Venezuela
Contábamos únicamente con dos camas que, como era lógico, habían sido repartidas entre los dueños de la casa: Robert y Fran. Carlos, Daniel, Ricardo y yo nos dividimos los cuatro sofás de la sala de estar y el estudio, y los nuevos del grupo tuvieron que conformarse con una cobija y una almohada en el piso para cada uno. No era un hotel cinco estrellas, pero en definitiva era más seguro que estar por nuestra cuenta.
En fin, esa mañana mi sueño se vio interrumpido bruscamente por el ruido de la televisión. Alcé la mirada para buscar al culpable, pero al ver las noticias en la pantalla y al resto de mis amigos alrededor de ella, preferí guardar silencio para enterarme de lo que estaba sucediendo.
—...Hospitales ya no dan abasto para la cantidad de heridos que ingresa cada hora. Los informes de disturbios y agresiones aumentan de forma alarmante, causando que militares de todo el país sean desplegados a modo de refuerzo. La capital ha declarado estado de emergencia, y debido a ello, se han bloqueado todas sus rutas de acceso. Una vez más, se le aconseja a los civiles no salir más de lo necesario y colaborar al máximo con las autoridades —informó el reportero mientras que se mostraba un plano aéreo de la ciudad—. Actualmente, sobrevolamos Caracas en helicóptero para obtener imágenes en directo de la situación —un extraño ruido provino del interior del vehículo—. ¿Qué fue eso? —el tono de voz del hombre cambió súbitamente.
—Tenemos un pequeño problema, habrá que aterrizar de emergencia en ese edificio —contestó el copiloto, señalando una azotea—. Nada más haremos unas reparaciones rápidas y volveremos a partir.
—Bueno, como nos informan desde la cabina, se han presentado algunas complicaciones y tendremos que detener el vuelo por un momento —el reportero volvió a mirar a la cámara, tratando de ocultar el miedo que se apoderaba de él.
Tras un par de maniobras aéreas, el piloto fue capaz de aterrizar sin complicaciones y envió a su compañero a revisar el perímetro. Todo lucía despejado, a excepción de un cadáver fresco que yacía a pocos metros del vehículo.
Este se levantó de forma casi imperceptible, sorprendió al copiloto por la espalda y le desgarró el cuello de un mordisco. Al darse cuenta de esto, el piloto y el reportero bajaron a ayudarlo, y mientras que luchaban por reducir al agresor, el camarógrafo se limitaba a grabar en silencio.
Finalmente, y no sin antes haber recibido una cantidad importante de mordidas y arañazos, consiguieron inmovilizar al atacante. Fue entonces cuando la puerta que conducía a las escaleras internas del edificio se abrió con un sonoro rechinido y una docena de sujetos ensangrentados se abalanzó sobre ellos para devorarlos.
El camarógrafo no tenía escapatoria. A su espalda había unos veinte pisos de caída, y si se quedaba, él sería el siguiente en el menú.
Su decisión fue optar por un final rápido. Se despidió de su familia con voz temblorosa y saltó al vacío junto a su cámara, la cual grabó toda la caída, incluyendo el instante en el que su cráneo se abría contra el pavimento.
02:12 pm 25 de diciembre de 2012
Valencia, Carabobo, Venezuela
Carlos, presumiendo de sus supuestos dotes culinarios, y ante nuestras miradas dubitativas, abrió varias latas de atún, encendió la estufa, y preparó algo así como un estofado amorfo que acompañó de arroz blanco aguado.
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Código X 77
Science FictionFe y reglas, todo ha sido diseñado para mantenerte a salvo. Sin embargo, cuando las cosas se complican, comienzas a cuestionar tus creencias; y es que en el mundo real solo hay una regla: Si te equivocas, mueres. #58 Ciencia Ficción 12/05/2016 Todos...