25-. X 78

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JDM:

06:45 pm 8 de enero de 2013 

Nevada, Estados Unidos

El silencio casi absoluto del desierto se vio alterado por varios gritos provenientes del Ferrari. Preocupado por lo que eso podía significar, tomé el AK-103 y corrí a averiguar lo que sucedía. La escena me dejó helado.

Cantidades considerables de sangre adornaban el asiento del conductor, y a unos metros del vehículo, yacía Vanessa con la garganta rasgada de lado a lado. No hacía falta tomarle el pulso para saber que estaba muerta. 

Aún sin entender lo sucedido, me giré en todas las direcciones posibles para buscar a Mey con la mirada, temiendo que hubiera sufrido el mismo destino. Fue allí que vi de reojo a una silueta alejándose a gran velocidad. Tenía que tratarse del clon, y de ser así, era casi seguro que nuestro amigo iba con él.

—Suban a los autos y sigan a ese bastardo —le ordené al grupo.

—¿De qué hablas? —Victoria me miró confundida.

—Mataron a Vanessa y tienen a Bastian —las expresiones de mis compañeros eran de incredulidad, pero prefirieron guardar las interrogantes para después y hacerme caso. 


07:10 pm 8 de enero de 2013 

Nevada, Estados Unidos

Estacionamos a varios metros de una de las tantas entradas secretas del Área 51, y no pude evitar que una oleada de recuerdos me invadiera. Al fin y al cabo, había sido mi prisión por unos cuantos meses. Allí fui utilizado como conejillo de indias durante el desarrollo del virus y me vi obligado a cumplir misiones horrendas bajo orden de un tal Kevinson. 

Ahora no solo era la oportunidad perfecta para vengarme por lo vivido, sino que además debía salvar a mi amigo.

Mi ojos se posaron en la caja de X 77 que yacía sobre el asiento trasero del Ferrari y no pude seguir luchando contra la curiosidad. La saqué del vehículo, y ante la mirada atenta del grupo, la abrí. Dentro se hallaban municiones para cada una de nuestras armas, granadas, un RPG, e incluso una pequeña ametralladora. Todo eso junto a una bolsa negra con un papel que ponía: ''Bastian, este es un recuerdo amistoso de que siempre estaré un paso por delante de ti''.

Vacié su contenido, y en seguida me arrepentí de haberlo hecho: era una pata trasera de Titán. Eso solo podía significar que habían exhumado su cuerpo para llevar a cabo algún propósito retorcido. ¿Revivirlo? ¿Experimentar? ¿O simplemente provocarnos? Fuera como fuera, no era nada bueno.

Repartimos las municiones equitativamente, y tras debatirlo unos instantes, le asignamos el lanzacohetes a Robert y la ametralladora a Victoria, que tenía una precisión envidiable cuando usaba armas rápidas. Luego, bajo mis indicaciones, ingresamos al lugar en silencio y seguimos el rastro de sangre —que iba disminuyendo a medida que avanzábamos—, hasta terminar en una estancia con los cadáveres de varios científicos apilados el uno sobre el otro.

Un rugido cargado de ira provino de la sala de al lado, acompañado por pisadas que se acercaban a nuestra dirección. Fue allí, como por arte de magia, que cinco infectados cruzaron la puerta. No hubieran representado mayor problema, de no ser porque no eran del tipo al que ya estábamos acostumbrados. Por el contrario, cada uno medía al menos tres metros de altura y su fuerza física era muy evidente.

Ricardo fue el primero en disparar con su escopeta, seguido por el resto de nosotros —a excepción de Victoria, que se escondió junto a Keeper en un rincón del cuarto para resguardarlo—. No obstante, dispararle a un objetivo tan alto y en un sitio en el que no podíamos ganar distancia para apuntar complicaba las cosas, y solo alcanzábamos a darles en el pecho o el cuello.

Al intentar retroceder para mantenerme fuera de su alcance, tropecé de espaldas contra uno de los estantes del laboratorio, y una idea vino a mí de golpe: subirme a él para mejorar mi rango de disparo. Fue de esta manera cómo conecté el primer tiro al cráneo, y poco a poco —con asistencia de mis compañeros, quienes fungieron como distracción—, fui acabando con los zombis. La estrategia fluyó de tal manera que cometí un pequeño error. Me confié.

No me di cuenta que el último de ellos seguía vivo, y en un abrir y cerrar de ojos, se reincorporó listo para atacarme. Al verme acorralado, salté del aparador, rodé en el piso, y un golpe que apenas pude esquivar me rozó el hombro. Alcé la vista espantado, y en cuanto el no muerto se giró hacia mí, Francisco pudo abatirlo con una ráfaga de balas.

Salimos de la estancia y continuamos avanzando por el pasillo adyacente. En él, hallamos muchos más cadáveres masacrados de científicos que, en su mayoría, reflejaban el pánico en sus rostros. Uno incluso había sido clavado a la pared con un fragmento de tubería, y al pasar por su lado, observamos que aún se aferraba a una Desert Eagle. Ya no iba a necesitarla, así que se la arrebaté y decidí dársela a Victoria.

Aquel estrecho corredor se había convertido en una carnicería. Abundaban los cuerpos maltrechos, los charcos de sangre fresca y los casquillos de bala. Como si eso no bastara, había un zombi empalado en el medio del sitio que se movía ansioso en un intento vano de alcanzarnos.

Dejando atrás aquel desastre llegamos a un pasillo más ancho, donde habían reventado gran parte de las bombillas y la oscuridad reinaba en el entorno. Sumado a eso, ruidos extraños se hicieron presentes al otro extremo de la habitación, y Victoria no tardó en tomar la iniciativa de iluminar el lugar con su linterna. Entonces, el halo de luz enfocó una silueta misteriosa a varios metros de distancia.

Nos acercamos a inspeccionarla, y me fue imposible no sentir lástima: se trataba del cuerpo de un perro infectado. Tenía el cuello torcido en un ángulo imposible, y a pesar de que gruñía de desesperación por mordernos, no podía tan siquiera moverse.

Cuando nos disponíamos a darle fin a su sufrimiento, una bala pasó silbando cerca de mi oreja. Al levantar la vista, caí en cuenta de que varios militares se aproximaban a nosotros por la retaguardia. Inmediatamente, nos adentramos en aquel cuarto desconocido y volcamos las mesas más cercanas para usarlas de cobertura. 

A continuación, Ricardo abrió fuego y logró darle en el pecho a uno de nuestros enemigos. Por mi parte, amartillé la AK-103, disparé dos breves ráfagas, y en la segunda acerté un disparo en la cabeza. Uno de los soldados, dejándose de rodeos, arrojó una granada cerca de nosotros y no tuvimos de otra que agacharnos por protección. Nadie salió herido, pero aquel estruendo en un espacio tan cerrado dejó un molesto zumbido que tardó rato en irse.

Gracias a eso recordé las granadas de la caja que nos había dejado el clon, y decidí pelear fuego con fuego. Saqué una de mi bolsillo, le quité la anilla de seguridad y la arrojé por encima de la cobertura, acabando así con al menos tres más. 

El siguiente en actuar fue Francisco, que aprovechando la confusión entre los enemigos, asomó medio cuerpo y detonó su P 90 hasta acabar con uno de los dos enemigos restantes. Ricardo, sacándole provecho a esto, hizo lo propio y masacró al último dándole un par de tiros en el torso.

Luego de despejar la zona, nos aseguramos de que las armas estuvieran cargadas y retomamos el paso. Fue cuestión de menos de un minuto que diéramos con otro rastro de sangre que conducía al interior de un laboratorio. En él observamos algunos tanques de regeneración vacíos, jaulas metálicas sin ocupantes, y mesas de laboratorio con diferentes tipos de materiales esparcidos sobre ellas. Entre estos últimos, hallé archivos que mencionaban a un tal experimento ''X 78'' que, fuera lo que fuera, ya podía ser utilizado. 

Pese a todo, no era el momento indicado para satisfacer la curiosidad. Me limité a guardar los documentos que pude en la mochila, y mientras que los demás inspeccionaban el resto de la estancia, avancé hacia una habitación adyacente. Allí me llevé una gran y desagradable sorpresa. 

Para empezar, Bastian estaba encerrado en una jaula de acero tan pequeña que le era imposible estar de pie. Por si fuera poco, junto a él habían acomodado un tanque de regeneración con su respectivo ocupante y un cartel que rezaba: ''X 78''.

Mis ojos se posaron sobre el dichoso experimento, e inmediatamente supe de quién se trataba. Era mi clon.


Canción: The Puzzle

Artista: Freider Korff ft. Neo Noción

Código X 77Donde viven las historias. Descúbrelo ahora