JDM:
05:25 pm 7 de enero de 2013
Frontera de Denver, Colorado
Bastian lucía cada vez más pálido, y según mis experiencias previas, eso solo tenía un significado: estaba perdiendo la batalla. Su cuerpo no paraba de sufrir espasmos, tenía la mirada perdida y chorros de sudor le bajaban por la frente.
Ansioso, le di otro vistazo a través del retrovisor y tragué saliva. No podía dejar que muriera, mucho menos que se convirtiera en una de esas cosas.
Finalmente, divisé la construcción que buscábamos y conduje hasta ella. En teoría se trataba de un almacén ordinario, pero no era más que una tapadera. En su interior experimentaban con distintas cepas del virus; entre ellas, su versión más mortífera.
De inmediato, estacioné junto a la acera, y sin atreverme a apagar el vehículo, revisé que no hubiera ningún infectado en la zona. Al confirmar que estaba despejada, di la señal y todos, incluyendo a Keeper, procedimos a bajarnos y correr los metros que nos separaban del edificio. Al llegar, nos llevamos una enorme decepción: la puerta había sido cerrada desde adentro.
Entonces, mientras discutíamos cómo proceder, vi cómo un Mey desorientado tanteaba la entrada, retrocedía varios pasos y embestía con suficiente fuerza como para llevársela por delante. Acto seguido, Itay y yo entramos a inspeccionar el área, y una vez que consideramos que era segura, los demás se unieron a nosotros.
Sabía que el dichoso laboratorio estaba allí, no me cabía la menor duda. El inconveniente era que no conocía la ubicación exacta, y según lo que se decía en el Área 51, el único método para acceder era hallar un pasadizo oculto en algún lugar del recinto. Aunque, por los momentos, seguíamos estando en la zona que actuaba como depósito.
Por otro lado, había que evitar el área de los animales a toda costa. Principalmente porque no hablamos de criaturas comunes y corrientes; sino de especies salvajes y exóticas. Lo más probable era que los experimentos se hubieran ido de las manos —al igual que en la mayoría de casos—, y de ser así, no era difícil imaginar que los resultados andarían merodeando por ahí a sus anchas.
Con extrema cautela, avanzamos en busca de cualquier pista que nos llevara al objetivo; hasta que, ante nuestra mirada incrédula, una de las paredes comenzó a descender, mostrando así un pasillo completamente blanco.
—¿Cómo...? —mascullé.
—De nada —Itay me guiñó un ojo y señaló nuestra nueva ruta—. Ya que yo lo encontré, te toca a ti cruzar de primero.
—Como quieras —le quité el seguro al arma y asomé la cabeza. En seguida, pude divisar tres siluetas de guardias en el perímetro, aunque estaban tan enfrascados en su conversación que, si no hacíamos ruido, podríamos pasarlos sin inconvenientes.
Así lo hicimos, y entonces caímos en cuenta de que, al llegar al fondo, el corredor torcía en dirección a otro más estrecho y con dos habitaciones. Itay entró a una de ellas, y segundos después, volvió para informar que no había nada útil. Esto solo nos dejaba una alternativa, y tal como esperábamos, el siguiente cuarto contenía media docena de mesas llenas de jeringas y tubos de ensayo llenos de sustancias de diferentes colores.
Sin perder tiempo, hice acopio de valor y me dediqué a evaluar el contenido de cada frasco bajo la mirada atenta de los presentes. El antídoto estaba allí, lo tenía claro. Lo complicado era encontrarlo entre todas las cepas del virus, y que si me equivocaba, acabaría con la vida de mi amigo.
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Código X 77
Science FictionFe y reglas, todo ha sido diseñado para mantenerte a salvo. Sin embargo, cuando las cosas se complican, comienzas a cuestionar tus creencias; y es que en el mundo real solo hay una regla: Si te equivocas, mueres. #58 Ciencia Ficción 12/05/2016 Todos...