13-. La chica de negro

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11:44 pm 4 de enero de 2013 

Isla de la Juventud, Cuba

Cuando hubimos guardado el botín y nos encontrábamos próximos a emprender el camino de regreso, la luz de mi linterna se posó en una de las mesas, justo donde yacía un libro con el título: "Fenómenos Poltergeist de Latinoamérica" escrito en la portada. La curiosidad se apoderó de mí, y no pude evitar tomarlo entre mis manos, lo que bastó para darme cuenta de que había sido marcado en el capítulo: "La chica de negro''

El texto no era muy extenso, y al ver que también había captado la atención de mi compañero, decidí leerlo en voz alta:

"Hace años, durante la guerra civil de Cuba, Teresa Fidalgo mejor conocida conocida como la chica de negro, y sus padres, se escondían en casa para no llamar la atención. Un día de verano, varios guerrilleros trataron de reclutar a su papá, quien se negó rotundamente; y a consecuencia de esto, él y su esposa fueron ejecutados ante los ojos de su hija.

La chica se volvió completamente loca, y no hizo nada más que llorar durante varios días seguidos; hasta que finalmente murió de hambre.

Cuenta la leyenda que su fantasma sigue vagando a lo largo de la isla con el único propósito de atacar a aquellas personas que porten armas. Les arranca el corazón mientras aún late, y entonces se dedica a llorar la muerte de sus progenitores. 

Cuentan los locales que la única forma de sobrevivir al encuentro es escapar de Cuba y jamás regresar. Algo que a la fecha, nadie ha logrado''.

—Suficiente, no tenemos tiempo para estas estupideces —José me quitó el libro y lo dejó donde estaba—. Será mejor que nos movamos, los demás deben estar preocupados —agregó dirigiéndose a la salida. Tras echarle un vistazo rápido, quitó el pestillo y emprendimos la ruta de regreso al puerto. 

Faltando poco para dejar atrás aquel poblado, dimos con una escena escalofriante que nos hizo parar en seco: en medio de la calle que debíamos atravesar, se encontraba el cuerpo sin vida de un hombre joven, al que le habían dejado un gran agujero del lado izquierdo del pecho, y de cuya boca sobresalía un retazo de tela negra.

Rodeamos al sujeto, haciendo el máximo esfuerzo por ignorarlo, y continuamos caminando hacia nuestro destino. Entonces, la temperatura descendió considerablemente, y en un parpadeo, una chica esquelética y vestida de negro se materializó ante nuestros ojos. Algunos mechones de cabello caían sobre su tez morena, y aún desde la distancia pude distinguir cómo sus facciones se deformaban en una mueca de odio.

—Están armados —espetó una voz gutural que no correspondía a su portadora—. Odio las armas —un grito agudo retumbó en mis tímpanos, y observamos horrorizados cómo la criatura estiraba los brazos hacia nosotros. 

Salimos disparados en dirección al muelle, e inmediatamente un cadáver arrojado con una fuerza monstruosa pasó rozándome el hombro y atravesó la pared de una casa aledaña. Me giré por un par de segundos, y noté que, a pesar de que el ser apenas se movía, venía pisándonos los talones. 

Finalmente, llegamos a nuestro destino. Otro cuerpo pasó junto a nosotros y se estrelló contra el costado de la embarcación, causando una violenta sacudida. El resto del grupo se asomó por la cubierta para averiguar lo que había pasado, y JDM y yo nos dedicamos a trepar la red para ponernos a salvo. Tardamos poco más de un minuto, pero el pánico que sentíamos hizo que pareciera una eternidad.

El viento marino azotó la larga cabellera del espectro, enseñando un rostro bastante demacrado. Sus ojos enrojecidos de tanto llorar parecían estar clavados en mí, lágrimas oscuras le bajaban por las mejillas y una larguísima lengua morada colgaba entre sus dientes.

Fue algo sobrecogedor que no puedo explicar con palabras, pero al menos estábamos fuera de su alcance. Ella, al darse cuenta de esto, dejó escapar un alarido tan desgarrador que sonaba como si sus cuerdas vocales estuvieran a punto de romperse, y acto seguido, rompió en llanto.


12:32 am 4 de enero de 2013 

Océano Atlántico, Camino a Estados Unidos


Los demás se habían retirado a los camarotes para descansar, aunque yo, por mi parte, preferí quedarme contemplando el cielo nocturno y así disipar las imágenes de lo que acababa de suceder. La adrenalina ya había abandonado mi cuerpo, aun así, la sensación de estar siendo observado se negaba a desaparecer.

Por el rabillo del ojo noté que la puerta al interior del bote se abría lentamente, y a continuación, Itay vino hacia mí.

—De verdad que soy pendejo —resopló, metiendo la mano en un bolsillo de su pantalón—. Se supone que debía darte esto.

—¿Qué cosa? —le pregunté.

—Tu teléfono —respondió, extendiéndomelo.

—¿Aún funciona?

—No lo he revisado, solo sé que Germán lo encontró cuando fuimos a rescatarte —presioné el botón de encendido, y para mi sorpresa, la pantalla se iluminó. Aún le quedaba una barra de batería, y si la racionaba, podría rendirla un tiempo.

El celular vibró para indicar que había recibido un mensaje, y al ver que provenía del número de Robert, no dudé en abrirlo: ''Estamos a salvo. Aún buscamos a nuestros padres. Pronto iremos con ustedes. Cuídense.''


11:03 am 5 de enero de 2013 

Océano Atlántico, Camino a Estados Unidos


El barco se sacudió violentamente, por lo que me dirigí a la ventana del camarote para averiguar el motivo, y quedé mudo al descubrir de qué se trataba: nada más y nada menos que una gigantesca orca nadando a poca distancia de nosotros. Una docena de delfines no tardó en unirse a ella, y emocionado, corrí a contarle a los demás para que fuéramos a verlos juntos desde la cubierta.

Salimos para disfrutar mejor de la escena, y casi de inmediato, otra enorme silueta emergió del agua. También era una orca. Sin embargo, esa era su única similitud con la anterior. Esta tenía la piel llena de heridas recientes, le faltaba una de las aletas laterales, y al parecer, venía en nuestra dirección.

Abrió la boca y dejó ver hileras de dientes afilados; soltó una especie de silbido, y continuó desplazándose. Luego, pasó lo que más me temía, nos alcanzó. La embarcación recibió un impacto en el costado y la ballena volvió a silbar.


Canción: Keres

Banda: Thy Art is Murder

Código X 77Donde viven las historias. Descúbrelo ahora