One Shot's: Bill Skarsgård.

21.2: Caer.

Disclaimer: 

Esto toca temas como la religión y las creencias religiosas en sí, así que si no te sientes cómodo te sugiero no leer. Y si llegas a leer, ten en cuenta que es ficción. No te tomes todo tan enserio.

Había escuchado durante años a manos de los ángeles guardianes cómo funcionaban los seres humanos, y más aún como sus emociones terminaban opacando su raciocinio llevándolos a cometer acciones de las que no miden sus consecuencias. Muchas veces pensaba que eran una tontería y que por esa razón siempre terminaban en la perdición, eran demasiado débiles.

De todos modos, al ser castigada tenía claro con lo que lidiar, y estudie durante meses con perfil bajo a mi humano asignado para conocer cómo comportarme a su alrededor. Aprendí demasiado, hasta vivir en carne propia cada tipo de emoción que se prestaba en toda situación variante. Necesitaba que fuera así, para que saliera más natural a sus ojos.

Aun así, nunca pensé que los seres divinos fuéramos comandados por esos motivos humanos de los que tanto nos burlamos.

Aquí estaba ahora, destrozada.

—Déjame sola...—Susurro ocultando mi rostro marchito. El cuerpo me tiembla en todos lados, ironizando en el hecho de que siento como mi interior se quema por la presión del punzante dolor que ahoga mi pecho.

—¿Estás segura? —Murmura él en un tono cauteloso, sabiendo lo atormentada que estoy.

—Por favor...

Siento como su mano se aleja de mi hombro, para luego caminar a paso lento hacia la salida. Se marcha.

No hay nada más que el silencio que me abraza en la oscuridad mientras las penas se consumen cada poro de mi alma. Ya no hay sentido para mí, ya no existe el propósito. Soy un mortal más, y no puede ser más destructivo que transformarse en el pecado mismo que son los humanos.

—Perdóname Dios porque he pecado. Perdóname Dios porque he pecado... —Sollozo apretando con fuerza el pequeño collar de mi cuello que termino por arrancar. El pequeño dije de plata en forma de pluma se entierra en mi piel, provocando así otra herida que decora mis manos.

Observo la sangre correr, caer al suelo manchando la alfombra blanca bajo mis rodillas. La veo convertirse en parte del mundo sin mi propia voluntad.

Todo es parte del plan de Dios, siempre han dicho todos, pero ahora comienzo a dudar que eso sea verdad.

[...]

Han pasado dos semanas desde la última vez que observe en el espejo la destrucción que son ahora mis alas, deje el tema de lado porque en realidad no iba a suceder nada después de eso. No podía volver, y tampoco deseaba descender.

Así que ahora, solo me dedico a vivir la parcial mortalidad que es mi existencia. Porque si, las heridas desaparecieron al día siguiente.

—Vamos, nena, déjate complacer esta noche...—Murmura un tipo tras mi espalda en medio de la pista de baile. Llevo algunas copas encima y estoy sintiendo nuevamente tan gratificante mareo que me hace sonreír como tonta, mientras la música se apodera de mí y del suave vestido perlado que deja mucho que desear a la imaginación.

Reí al tener nuevamente sus manos rodeando mi cadera, alejándome completamente del resto de seres mortales que ansían satisfacción carnal con cada presencia femenina.

Mi rostro, aun entre risas, se encontraba respirando aquel perfume antinatural que conocía con todos los sentidos. Era la 9 vez que me perseguía.