18: Locura.

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Los problemas pueden afectar cada organismo vivo de forma distinta, intensa o tal vez por su importancia. Más aun cuando pasas por un estado depresivo que te lleva a un intento de suicidio.

En ese momento no sientes nada, el ambiente se ha consumido y lo que único que hay eres tú, tu cabeza y el risco donde estas de pie esperando que el viento de empuje para caer. Puedes notar tu corazón, el ruido de la ciudad, el sudor que emana tu piel. La vida se ha vuelto un mil por ciento más perceptible a lo que es normalmente, es vivir todo a la velocidad de la luz y cuando quieres saltar.

El universo te mantiene con vida.

Lágrimas y gritos de las personas que te aman a tu alrededor, mientras te observan hundirte en un estado de irrealidad. Porque así te encuentras ahora, esta es una nueva fase que te arrastra a un más al fondo en la oscuridad de tu cabeza y te abraza como si fueras su fuente de vida.

Luego llega aquel día después de los acontecimientos, te abandonan con la excusa de que mejores en aquel lugar que esperas sea peor que tocar fondo, y resulte que al final es así porque lo primero que te recibe son unos agudos orbes verdes al otro lado de la habitación.

Vienen de un chico, no tiene muy buen aspecto con sus mejillas hundidas y las bolsas bajo sus ojos, aparte su cabello se nota marchito junto el brillo que emana su mirada. Tal vez en algún otro momento de su vida fue más brillante, quizás como la luz del sol porque encuentras bonitos varios rasgos de su exótica belleza.

Al final termino por ignorarlo e intentar concentrarme en las palabras de quien será ahora mi nueva niñera y consejera.

—Ella estará bien aquí, no se preocupen. —Dice con un tono amable que de entrada ya no me gusta.

Mi hermana y su novio asienten sin apartar sus miradas de mí. Desvió la mía a mis zapatos.

—Les dije que no era necesario, soy una adulta. —Gruño de inmediato cuando una suave mano acaricia mi hombro.

Liz me sonríe con ojos tristes.

—Lo eres, pero no estás bien. Esto es lo mejor para ti. —Susurra en respuesta intentando tomar mi mano, en un gesto tal vez amable, pero en verdad mis emociones y empatía se han reducido a cero.

Así que, la aparto.

— No olvides mencionar que también lo es para ustedes, ya no necesitan cuidar de la desquiciada como si fuera una bebé...— Ethan abre la boca para defender la postura de la situación, pero mis ojos fríos lo detienen —¿Dónde está mi habitación? — Inquiero de golpe sin aparta la mirada de ellos.

—Eva, tu enfermera a cargo, te llevará. —Señala la doctora a una mujer ya de edad que me espera al lado de unas grandes escaleras. Su semblante expresa algo de incomodidad.

Asiento caminando hasta ella sin despedirme de nadie, y por supuesto evitando la intensa mirada que me persigue.

—Pueden volver en horario de visitas, ella está en buenas manos. —Escucho una última vez de aquella mujer antes de perderme en el segundo piso.

Bienvenidos a la entrada de mi nuevo infierno.

[...]

Adaptar tu vida se vuelve un reto cuando llegas a la adultez, cuando sabes que existen impuesto que pagar, trabajos que necesitas para sobrevivir y un montón de problemas que se acumulan uno tras otro.

Eso no fue tanto para mí, aprendí adaptarme a eso y viví relativamente bien durante años, pero, nadie te avisa sobre las perdidas.

Nunca supe cómo afrontar eso, y ahora aquello me tiene aquí, un lugar lleno de enfermos mentales igual que yo; aunque algunos son muchísimo peores y tal vez no sea buena idea hablar con ellos, pero también están otros que son solo raros y un ejemplo es Bill, el chico que vi la primera vez que llegué.

One Shot's: Bill Skarsgård.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora