Cigarrillo

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Seguramente se te apagó el cigarro, se en frío el café, el vino ya no huele a uvas, el té es de jengibre y tús lágrimas se secaron por el frío que recorre en tu cuerpo.

Buscas encontrar ese espacio que te lleve a tu paraíso sin ni siquiera mencionar a un dios griego, seguramente buscas algo menos efímero que un cigarro a las seis de la madrugada, hasta hablas mirando hacia la ventana como si las nubes te dieran alguna señal o maten tu duda sobre la teoría del apocalipsis.

En cierta forma vuelves a calentar el café para que cuando lo tomes te cambie el humor pero miras los recuerdos como si fuesen algo real que a lo peor son deseos tuyos por eso te cuesta tanto matar el insomnio por las noches durante cuatro horas.

Busco inconscientemente esa canción que me transporta a otro momento de mi vida, a tal punto que me hace desear ser un hombre de cuarenta años que ya ha pasado ciertos ciclos de la vida y al mismo tiempo estar en una cafetería de Amsterdam donde el cigarro tiene un sentido poético, de esas poesías que te clavan el alma haciendo que te quedes inmóvil ante cualquier por menor de la rapidez de esta vida tan loca, tan sorpresiva, que hasta a mí me ha dado un shock emocional.

Otra noche donde vuelvo hacerme un café para hallar algunas palabras que estén encerradas en mí cabeza, aunque debo decir que ha sido dificultoso expresar algunas palabras en estos periodos, en la que ni siquiera una taza de té ayuda.

Intentar pensar en otras cosas o imaginar una vida para matar la ansiedad por un momento es algo que cuesta. Admito que todo debe ser un poco forzoso en mi vida. Mis deseos de no buscar en una canción casi melancólica ese pequeño viaje astral, que ni si quiera podría llamarlo de esa manera. Tendría que llamarlo imaginación pero es esa secuencia que vive en nuestra mente la cual nos hace escapar de la realidad. El cigarro no transmite eso pero te hace ver de forma metafórica de lo rápido y lento que quieres que pase tu vida. Sabes que no te hace bien pero lo consumes igual. Llegamos a ser tan masoquista que por una extraña razón te sientes grande.

 El café llega hacerte sentir grande. Cuando sales a tomar un café caliente con algún amigo. Entiendes que ir por un café suena a algo adulto pero se trata de un concepto que tenemos algunos. Lo que si debo admitir que yo tomo café para matar el tiempo y se me enfría. No sé si el tiempo mata el café o mis pensamientos matan ambas porque no llego a darme cuenta en que momento pasó todo. En que lapso se me congelo el alma mientras meditaba en mi vida casi ermitaña. 

Justamente el vino es casi como el café. Negro y fuerte. Fuerte para algunos, para aquellos que se agarran al vino de una manera de un calmante. Ese calmante que te alivia la frustración de la mismísima vida. Creme que no me gusta el vino tinto pero que lo he tomado para que destruya los recuerdos del día. Lo hice. Siempre fui consciente de eso pero no quería serlo. 

Porque tendría que acudir a una bebida como el vino, ya sabiendo de qué forma terminaría el final. Es como les decía al principio, terminamos siendo masoquistas porque entendemos lo que hacemos pero fingimos ser idiotas. Es fuerte y real.

Llevo días buscando que él te no sea de jengibre. Noches donde intento que le café no se me enfrié y horas tratando de que el vino no me lleve al final de mis largas madrugadas. 

Un Año Sin Rosas Ni DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora