Félix es un fotógrafo amante del espiritismo y lo paranormal, cosas que está muy de moda en los locos años 20's. Su curiosidad es insaciable, por ello investiga algunos casos que captan su atención. Un día buscando a su primo para que lo acompañe a...
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Jueves 20 de diciembre de 1917: El Bois de Vincennes está situado al este de París, en el distrito XII. Un joven rubio ingresó al mencionado lugar, su aspecto era comparable al de un vagabundo. Su camisa estaba desarreglada, con una sola manga arremangada, el pantalón de lana tenía restos de lodo que se impregnó, gracias a las múltiples caídas que tuvo en el camino, producto del cansancio.
Su mano derecha llevaba su Autographic Kodak Junior. Un objeto que apreciaba, al ser el último regalo que recibió de parte de su tío Rafael. Nunca imaginó que aquel 13 de octubre, sería su última celebración con su padre y su tío.
La Gran Guerra alcanzó los hogares de personas comunes y corrientes. Los hombres fueron llamados a formar parte de las filas del ejército, debido a las bajas sufridas. Algunos reclutas aceptaban con orgullo, otros en cambio, temían por sus vidas, al desconocer el manejo de las armas y tácticas militares.
Los patriarcas de la familia Graham de Vanily y Agreste no fueron la excepción. El 20 de octubre de 1917, se despidieron de sus familias. Estaba seguros de regresar con la victoria en sus manos. Confiados ante los rumores sobre el armamento que, los británicos suministraban a las filas francesas. Calificado de ser el mejor a comparación de sus adversarios.
El 10 de diciembre, un velo oscuro cubrió las vidas de las familias Graham y Agreste, cuando fueron notificados de la muerte de los mayores al frente de la guerra.
Ambas familias debían enfrentar un futuro incierto. El negocio de ambos patriarcas no contaría con la administración adecuada. Ninguno de los primogénitos contaba con la experiencia necesaria para desempeñar el cargo. Era un poco osado, dejar ese puesto a cargo de una mujer, La cual era Nathalie, quien había estado al lado de los fotógrafos y aprendido muy bien el oficio. Félix tomó la iniciativa, practicando por su cuenta lo poco que sabía. Hasta que su madre y su tía tomaran una decisión. Adrien en cambio, se negaba a aceptar la perdida de su padre. El no era como su primo que parecía de hierro, al no derramar lagrima alguna por el deceso de su progenitor.
La depresión embargo al joven Agreste. Ni siquiera Kagami, su mejor amiga, fue capaz de sacarlo de ese estado deplorable Adrien no entendía razones. Incapaz de sonreír, pues la culpa le agobiaba, lamentando no haber ido a la guerra en lugar de su padre.
Sin que nadie se diera cuenta, el ojiverde escapó hacia aquel lugar que, frecuentaba con su padre, mismo que lo hizo enamorarse del arte de la fotografía paisajista. Adrien no se creía capaz de proponerle a su primo que implementaran ese rubro en su estudio, pues no considera que sus fotografías, fueran dignas de ser exhibidas en la pared de una casa. Además, Féliix se inclinaba más por lo mórbido y lo comercial, como lo eran las fotografías familiares post mortem.
El joven continuo con su recorrido, llegando al puente colgante que conectaba las islas artificiales. Se dirigió al templo del amor, donde una estatua de cupido se alzaba al centro. Bajo la estructura se encontraba una cueva falsa, en la cual el se divertía de niño. El lugar en sí produjo en el rubio una terrible melancolía.
