Capitulo 23

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Mi madre seguía gritándome varias veces, pero mis oídos parecían estar obstruidos por una patata, no oía ni prestaba atención a sus palabras.

— ¿Puedes alcanzarme esa caja, Bonwha? —ella se encontraba de pie en un banco para llegar a la última repisa. — Bonwha, ¿me estas escuchando? —mi madre ya estaba perdiendo la paciencia y yo seguía sin reacción. Luego de varios segundos le alcance la caja que estaba a unos tres pasos de distancia. Mi cerebro estaba en cualquier parte, menos aquí. Al parecer había tomado unas vacaciones lejos de mí, bastante diría yo.

Existía una tarde de un viernes de cada mes, en el que con mi madre limpiábamos, ordenábamos y veíamos que cosas de valor podríamos vender, lo que podíamos lo donábamos a alguien que lo necesite, y lo que ya no servía directamente lo arrojábamos a la basura. Encontramos varios juguetes de cuando era niña, y lo guardamos en una bolsa para llevarlos a un orfanato al que íbamos con frecuencia, quedaba a no mas de veinte minutos de aquí.

Mi hermano continuaba en su cuarto encerrado, mi madre lo estaba vigilando de cerca, así que espere a que lo retara por última vez antes de irnos y llevar al Baúl del auto las cajas para luego marchamos. A diferencia de otras veces, no traíamos tanto, pero habíamos encontrado un par de joyas antiguas que podríamos llevar a la casa de empeño. Mi mama se detuvo en el semáforo, y como de costumbre empezó a hablar de temas relacionados a la cocina, lo último que llegue a prestarle atención de todo lo que menciono fue que había visto una nueva receta, y quería intentar hacerla. Me perdí en el momento que observé a dos jóvenes sentados en un banco de un parque, el chico acariciaba su cabeza, y luego pellizcaba su mejilla con ternura, dejando un beso en la frente de la chica. Entonces aquella imagen de ilhoon pellizcándome volvió por milésima vez en el día.

— ¡No, por favor! —dije en voz alta, y mi madre me observo con espanto.

— Bonwha, solo te estoy pidiendo eso, no es para tanto... —otra vez me estaba hablando y ni siquiera sabía a qué rayos se refería. ¿debería preguntarle o simplemente seguir la conversación?

— Bueno. —dije esperando que aquella respuesta la dejara tranquila.

— La abuela te extraña, está bien que pases tiempo con ella. Le avisare entonces, sacare los pasajes para que las próximas vacaciones estén algunos días juntas. Te va a hacer bien despejarte en Busan. —mi boca quedo entreabierta sin reacción.

— Pero mama...

— Sin peros. —se adelanto a decir. — Yo no puedo ir esta vez, tu hermano me preocupa demasiado. Conseguí un trabajo para las próximas vacaciones en una tienda de una vieja amiga. Con ese dinero, podre pagarle clases particulares, ni siquiera se sabe bien las tablas de multiplicación, por dios. —ella suspiraba, tomando el puente de su nariz, podría ver su preocupación y lo agotada que estaba así que sonreí y acaricie su hombro para tranquilizarla.

— No te preocupes mama, cuidare de la abuela. —ella relajo su expresión y me sonrió.

Luego de salir del orfanato y dejar los juguetes, fuimos directo a la tienda de empeño. Según mi mama, podríamos obtener un buen dinero por esas joyas, porque según ella eran añejas y al ser oro nos pagarían más. Ese dinero que obtendríamos seria para el ahorro familiar, siempre teníamos uno de emergencia por si algo ocurría.

Un chico encapuchado y con anteojos de sol se encontraba frente al señor de la tienda, intentando convencerlo de algo con un esfuerzo enorme.

— Se lo juro, señor. De no ser así, jamás hubiera traído esos aretes. Estos llevan más de seis generaciones en nuestra familia, observe con atención el diamante que tiene. —el hombre seguía observando desde cerca aquellos aretes, con mucha precisión, esperando que no se le escapara de sus manos el mínimo detalle. Sin embargo, fue lo que menos me llamo la atención, la voz de aquel joven me pareció muy familiar. — Pero si no lo quiere, está bien...

— No, no. Esta bien muchacho, te daré 25 dólares, más no. —el chico tomo su cabeza algo frustrado dando un suspiro, pero finalmente acepto, al parecer no era el dinero que esperaba. El anciano comenzó a contar los billetes delante de él, para luego pagarle. Finalmente, cuando se dio vuelta pude ver su rostro con claridad, aunque tenía esos anteojos podía reconocerlo igual. Él se encontraba contando los billetes a medida que se marchaba de la tienda, sin mirar ni prestar atención a su alrededor. Lo vi cruzar la calle, de manera rápida, y entonces fue cuando le dije a mi mama que enseguida volvía. Casi por inercia seguí los pasos de aquel muchacho que caminaba apresuradamente, ingreso a la tienda, aquella tienda familiar. Ingrese minutos después, y escuche la conversación con el vendedor, aunque el ni siquiera se percataba de que yo estaba ahí. Se marcho en busca de algunas cosas, y las fue dejando arriba del mostrador.

— Estaba a punto de llamar a la policía cuanto te vi llegar, pero al ver que traes dinero, creo que esta vez no me robaras. —Comento el hombre un tanto rencoroso, mientras pasaba cada producto por la máquina que estaba en el mostrador. El chico encapuchado sonrió de costado, con pocos ánimos.

— Fue un error aquella vez, no volverá a pasar. —ilhoon parecía tan decaído y avergonzado ante aquel recuerdo. Jamás volví a preguntarle la razón por la cual tomo esas cosas, escondiéndolas debajo de su ropa. No sé en qué demonios estaba pensando, pero pensé que podría necesitarlo, lo intuía, así que saque mi billetera, y deje la plata sobre el mostrador.

— ¿Cuánto es? ¿Con eso alcanza? —pregunte, y ilhoon se asombró al notar mi presencia.

— ¿Qué haces? N-no es necesario Bonwha, yo puedo pagarlo...

— ¿Cuánto? —me volví a dirigir al señor que parecía algo confundido, dirigiendo la mirada hacia ambos.

— 7 dólares. —respondió dudoso, tomando mi dinero, y dándome el vuelto. Ilhoon observaba sin decir una palabra, y parecía confundido.

— Hasta luego. —Salude al hombre, tomando la bolsa de compras y dirigiéndome hacia afuera, lo espere allí. Lo vi detrás de la vidriera, el rasco su nuca, todavía confundido y luego salió.

— ¿Por qué... por que hiciste eso? —el me quito la bolsa, y comenzó a caminar sin esperar mi respuesta, pero aun así lo seguí.

— ¿Somos amigos después de todo o no? —pregunte, intentando igualar su caminar, pero sus piernas eran más largas claramente. Así que lo tomé del brazo, obligándolo a detenerse, el emitió un quejido, lo que me hizo inquietar, ni siquiera lo había agarrado tan fuerte, aun así, no dije nada, se soltó de mi agarre algo incómodo. Nos detuvimos en un parque y nos sentamos en una banca. El suspiraba y permanecía en silencio, al parecer buscando las palabras correctas para empezar a hablar.

¿Mixed feelings? → Jung ilhoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora