Capítulo XXXIX [P.II]

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Últimos capítulos.

 —Vamos, Crawford—bufó Clara deambulando por la alcoba—Apresúrate

—No presiones—formuló el pecoso

—Has estado oprimiendo teclas durante más de media hora—bramó. Luke la observó impasible. No había pronunciado palabra alguna desde la llegada, quizás aun amonestándose mentalmente por ser tan imbécil. Si sólo hubiese creído en ella, ambos habrían eludido el insufrible martirio. Él estaría junto a Caroline en ese mismo momento. Clara no tendría la necesidad de emprender una travesía de seis horas para cooperar con su mejor amiga. Y Herbert Crawford no se encontraría en aquel instante pretendiendo descubrir al remitente del fraudulento mensaje. Todo por su descomunal idiotez

—Ya casi lo tengo.

— ¡Más rápido! —chilló Clara—Quiero estrellar un par de huevos—vislumbró a Luke, enfadada—…Serán dos pares—el rubio tragó espinoso

—Suena fascinante, pero tendrás que buscar otro plan para el sujeto—habló Herbert

— ¿Por qué lo dices? —se le avecinó Clara— ¿Has encontrado algo?

—Sí. Y ella...no tiene huevos—Luke secundó a Clara—El correo ha sido remitido del edificio de damas, dormitorio ochenta y cuatro

— ¿Nada más? —consultó Luke

—No. Fue bastante lista e ingresó otro usuario en la dirección de correo alternativa.

—Vale. Andando—demandó Clara, emplazándose hasta la entrada

— ¡Eh! ¡Mi paga! —vociferó el muchacho, cuando ambos abandonaron la alcoba

—Soy la primera chica que pisa este méndigo dormitorio. Creo que es suficiente paga para ti, Crawford—Herbert calló. Clara le había dado justo al clavo

Emprendieron rumbo en tajante silencio. A Clara no le apetecía reprender la incuestionable torpeza del rubio, por lo tanto, optó por engullir sus propias palabras y abstenerse a abrir la boca para continuar el reproche. Luke vagó en reflexiones, deseando descubrir quién sería tan desalmado como para intervenir entre ellos. Le cabreaba, le cabreaba la intromisión de aquellos cuya voluntad sólo constaba de fastidiar a los demás.

Sin percatarse del camino transitado, acabaron frente a la habitación señalada.

Luke percibió como se dilataban las pulsaciones. Un sinnúmero de recuerdos atestó su cabeza. Él conocía esa alcoba.

—No—intervino Luke, en cuanto Clara empinó el puño para llamar a la puerta—Quiero hacer esto solo

La chica lo contempló de apático semblante. ¿Debía seguir confiando en él?

—Confía en mí—dijo como si Clara fuera lo suficientemente predecible para que el muchacho intuyera lo que por su cabeza cruzaba en ese momento

—Estaré en las gradas—indicó ella, para luego largarse

Luke inhaló denso, organizando todo pensamiento que pudiera sepultarlo en sentimientos. Y la imagen de Caroline brotó de repente. Tenía que resolverlo antes de que fuera demasiado tarde.

Sin más rodeos, golpeó. Una, dos, tres, cuatro veces, hasta ser atendido. La puerta se destapó y todo presentimiento fue certificado. Jane Ford surgió del interior de la recámara.

— ¿Qué haces aquí?—y para suerte de Luke, la joven aún no se había marchado de vacaciones como el resto del alumnado

—Tú—sintió una corriente eléctrica liar todo su cuerpo—Has sido tú

— ¿Qué ca.rajos quieres, Luke?—gruñó Jane. Su presencia la desasosegaba. Y era que Luke Hemmings aún despertaba algo en ella

—Tú enviaste el pu.to correo, ¿verdad?—encasquetó, molesto. Jane se limitó a implantar silencio como respuesta. Dios, sí, Luke la ponía nerviosa, muchísimo a decir verdad—Eres una jo.dida resentida. Jamás te creí capaz de semejante disparate

—Que patético—murmuró ésta, meneando la cabeza—Eres el único que se traga sus cuentos… escúchame bien, cuando ella te rompa el corazón volverás y yo, yo no estaré más

Luke sintió enfurecer.

—Mi.erda, ¡y a ti qué!—clamó tan retumbante, tan duro, que logró estremecerla—No te incumbe...ni ella, ni yo, ni nada—prosiguió—Entiéndelo, esto—indicó a ambos—No funcionó y jamás lo hará—exhaló pretendiendo aminorar la cólera. Jane permanecía petrificada, tal cual una esfinge—Sólo no te entrometas más

Y no quiso continuar, pues perdería los estribos. Viró con intención de alejarse, alejarse de ella.

—Estás cometiendo un error—soltó Jane, impotente

—El único error que he cometido es en pensar que pude haber sentido algo por ti.

Chica del Corazón Roto |l.h (Book #1) (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora