Capítulo II

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     El muchacho yacía sobre el acolchonado, mientras la castaña situaba su ropa interior en el buró de la recamara. A Caroline le fascinaba oír lo mucho que su amigo había hecho en vacaciones de verano y aquello era otra de las cosas que Luke tenía presente en su lista de lo que amaba en ella: sabía escuchar.

—No has mencionado nada a excepción de tu regreso con Austin—tragó amargamente. Luke aclaró la vista y esta vez obtuvo un mejor panorama de ella. Durante las vacaciones a Caroline le creció unos centímetros el cabello, nada evidente; su blanquecino tono de piel seguía siendo el mismo y mantenía la baja estatura que la caracterizaba. No obstante, el rubio distinguió más allá de lo corriente. Unas pequeñas bolsas contorneaban los claros ojos de Caroline, sus labios permanecían secos, parecía abatida y más relevante aún era su ostensible baja de peso—Estas más delgada

—No lo creo—replicó bajo, poco audible

—Sí, lo estás. Te veo más flaca.

—Ojalá—murmuró Caroline un tanto ocurrente. El gran complejo de la chica siempre había sido el peso.

     Luke temió. Un sinfín de posibilidades atestó sus pensamientos, pues ella no se percibía saludable. Y no lo estaba

— ¿Te...estas...prov...ocan...do...el...vó...vómito? —entrecortó. Le horrorizaba tan siquiera estimar el evento

— ¡Por supuesto que no! —clamó Caroline—Sabes que no vómito ni enferma, menos podría estando sana—y ahí Luke concluyó que para ella sí fue una alternativa. La conocía tan bien—Sólo me he ejercitado. Es todo

—Mhm...—no supo qué decir

     Un vasto silencio rigió la habitación. Él no dijo nada. Ella no dijo nada.

     Luke se empinó para emplazarse a los pies del catre. Pero en un despiste, golpeó la bolsa de Caroline con el extremo del calzado. El contenido de ésta se diseminó por todo el alfombrado.

—Lo lamento, déjame levantarlo—mencionó el rubio, acuclillándose

—No te preocupes—apresuró Caroline, adoptando su postura. Y así, ambos recopilaron tanto el papeleo como los productos de belleza que la chica conservaba. Ya con los últimos objetos desplomados, una ostentosa etiqueta de enormes letras acentuadas en un frasco gris, despertó  la curiosidad de Luke. 'Comprimidos recubiertos. Quemador de grasa corporal' consiguió descifrar antes que Caroline, ágil, volviera a almacenarlo en la bolsa.

— ¿Qué tienes ahí? —interrogó el muchacho, señalando la cartera— ¿Qué medicamentos estás tomando?

—Son sólo vitaminas—garantizó ella volteando en curso opuesto. Caroline sintió un leve cosquilleo de inquietud recorrerle todo el cuerpo

—A mí no me mientes—Luke capturó la muñeca de la castaña, imponiendo su regreso. Sin decir más, cogió la bolsa y desde lo más abismal de ésta, desprendió el frasco. 'X-treme Green coffee. Quemador de grasa corporal y disminución del apetito. No ingerir en caso de embarazo, síntomas de alergia o si es menor de dieciocho años' — ¿Qué es esto?

— ¿Es una pregunta? Lo acabas de leer en el sello—refunfuñó. Detestaba que se inmiscuyeran en sus asuntos

—Aquí dice que es para mayores de dieciocho años. ¿Cómo lo has conseguido? Tienes diecisiete—Luke comprimió la quijada. Era inaudito lo que Caroline podía llegar a hacer. Sin duda había caído bajo

—Austin me los ha conseguido en la farmacia.

     La furia se incautó de él. Ahora todo tenía sentido. Austin no se interesaba ni en lo más mínimo por Caroline, pues si así fuera, tendría suficiente escrúpulo para no avalar tales actos que desfavorecerían su salud.

— ¿Él está de acuerdo? —pronunció entre dientes. Cuanto anhelaba partirle el rostro de una sola trompada

—Dice que no me haría mal bajar un par de kilos—se encogió de hombros, exenta de interés—Vamos, Lucas...esto es por un tiempo, sólo hasta obtener mi peso ideal—sonrió—No veo el conflicto

— ¿Estas ciega entonces? ¿Crees que es la solución? ¡Maldición, Caroline!—liberó frustrado. ¿Cómo podría hacerla entrar en razón? Ella ignoraba cualquier gravedad de lo que era acto y efecto. Ese era otro rebatimiento entre ambos: la inmadurez de la joven—Piensa en las consecuencias, ¡Jo.der! —Luke deambulaba por el dormitorio de un lado hacia el otro. Elevó la vista para contemplarla de pie, serena, sin inmutarse en lo absoluto

—Tranquilo, no sobreactúes—dijo ella. Esa fue la gota que desembocó la copa

— ¿Sobreactuar? —consultó, cabreado— ¡Mírate! ¿Cuál es tu peso ideal?, ¿qué esperas?, ¿llegar a los huesos? Pues lo estas logrando—le molestaba. Le molestaba que ella tenía tanto para dar. Tenía grandes talentos, belleza sin igual y aún más relevante, un hermoso corazón. Sin embargo, Caroline no podía verlo. No quería verlo—No es bueno para tu salud y sé que lo sabes

— ¡Aguarda!, ¿te ha crecido el cabello? Luce bien—si Luke no la conociera, probablemente habría respondido a su comentario y desatendido la plática. Era así como Caroline evadía lo que no le resultaba confortable

—No querrás hacerme tonto—exhaló duro— ¿Sabes?, cuando decidas madurar, búscame...de lo contrario, no te tomes las molestias

     El griterío cesó, y acto seguido, se oyó la puerta atronar contra el umbral de la recamara. Luke se marchó con una infinidad de sentimientos provocados por la única persona en este mundo que podía aturdirlo de tantas formas que ni él discernía.

     El rubio se desplazó por los corredores hasta abandonar el edificio de damas. ¿Por qué ella actuaba de semejante manera? Tan...tan...inmadura, apática, infantil. Le frustraba que Caroline procediera como si nada le interesara.

—Hemmings—encasquetó una voz áspera. Cedric Price, el vigilante de dormitorios; llamó su atención

     En un abrir y cerrar de ojos el chico se encontraba en la planta baja del edificio de varones. Había deambulado a una extraordinaria velocidad. Y cómo no, si éste poseía piernas tan largas como las de una mantis.

—Habitación 107, quinto piso—prosiguió, cediéndole una resplandeciente llave

     Luke gruñó y sin más decir, abordó rumbo. A estas alturas le irritaba la idea de cohabitar con dos sujetos desconocidos. Es decir, él permanecía a gusto junto a Ethan y Ashton en su ahora, remoto cuarto. No obstante, peor aún era el pensar con quiénes compartiría el metro cuadrado. Cabía en la posibilidad de ser aquellos geeks que en el laboratorio de química montaban contiendas con la bureta graduada simulando ser espadas. O los muchachos que representaban escenas nunca escritas de la guerra de las galaxias. O los toxicómanos que a kilómetros se podía percibir su hedor a incendio recién extinto. O peor, con Austin.

     103...104...105...106...recitaba Luke en reflexiones.

—107—completó frente a la entrada.

     Vaciló unos instantes antes de introducir la llave en el pomo y abrir la puerta.

     Al contemplar a las personas resididas en el dormitorio, Luke sin duda hubiera antepuesto a los chicos del laboratorio, a los actores de ciencia ficción, a los adictos a sustancias ilícitas. Claro que Austin seguiría siendo su última opción. Sin embargo, Michael Clifford y Calum Hood no eran mejor que el pedante novio de Caroline.

     Luke aborrecía a ambos. Ambos aborrecían a Luke.

     Este menosprecio dio inicio en secundaría, y, por infortunio del destino, se habían vuelto a topar en preparatoria.

     Michael creía saber que el rubio era un solemne presuntuoso y Calum como, mejor amigo de Michael, tendría encomendado compartir el menosprecio. Pero Luke desairaba al par por tres absurdas razones:

1.- En secundaría, Michael lucía un flequillo más largo que el suyo.

2.- Luke suponía que no era lo suficientemente genial para ser amigo de Calum.

3.- A Michael le gustaba Caroline.

Chica del Corazón Roto |l.h (Book #1) (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora