Capítulo XXVII

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El golpeteo de unos nudillos impactar contra la entrada principal irrumpió en la alcoba. Mónica les echó un vistazo a sus compañeras con la intención de rebatir entre miradas quien atendería esta vez. Sin embargo tanto Danielle como Caroline desoyeron tal referencia, al afanarse por desatender la subsistencia de Mónica Cahill en el área. A través de rezongos, Mónica se encauzó hasta la puerta, descubriendo de esta manera a un joven de flemático semblante.

— ¿Podría ver a Caroline?—solicitó Luke bajo el umbral

—Carol...

—Ya he oído—interceptó la castaña, presentándose ante el par— ¡Hey!—se dirigió a él. Mónica rezongó por segunda vez y se introdujo nuevamente al dormitorio

— ¿Estas ocupada?—consultó exento de placidez

—No.

—Necesitamos hablar—demandó. Y es ahí cuando Caroline descubrió que algo no marchaba del todo bien. Aludió aquellas ocasiones en las que su madre llegaba a casa luego de haber recibido la papeleta de calificaciones en su junta de maestros y como en tales situaciones, no derivaba nada bueno de ello

— ¿Quieres pasar o…?

—A solas—reprimió Luke. La muchacha tragó sonoro. Ante cada palabra, Caroline ratificaba todavía más que las hipótesis estimadas no eran por completo erróneas

—Vale—asintió, atrancando la puerta tras su espalda

Abordaron la ruta en explicito silencio. Él no dijo nada. Ella no dijo nada. Pero aunque carecían de manifiesto verbal, cada quien proyectaba sus propias especulaciones mediante reflexiones. Caroline ideaba lo peor. ¿Es que acaso se habrá dado cuenta que aún conservaba el enfermizo repudio por la comida? ¿Esta vez pasaría de ella en forma perpetua? Por otro lado, Luke, deliberaba la despiadada postura en la que se había presentado Jane Ford ante él. ¿Será certero lo que declaró? ¿Caroline lo consideraba un suplente pasajero? ¿Un crédulo amigo? Quizás la joven se encontraba aturdida y empleaba las buenas intenciones del chico para reponer el martirio que padecía. Si tal era el caso, no sería ella quien necesitara reestablecer su corazón, sino más bien él.

El sol ya se encubría detrás la cumbre en el oeste. Ambos se ubicaron sobre la tribuna del terreno de juegos en asistencia del ocaso. Luke exhaló. Pese a haber estudiado sus palabras meticulosamente, no hallaba expresión adecuada para plantear lo que apetecía.

— ¿Y bien? ¿De qué querías hablarme?—liberó ella, desbaratando la metafórica valla de tensión

— ¿Qué somos?—soltó el rubio luego de un conciso lapso de tiempo. Caroline juntó el ceño, desentendida—Quiero decir…dos personas que sólo comparten una amistad no van por el mundo entre besos

— ¿A qué te refieres con eso?—la muchacha sintió inquietar. Por supuesto que sabía lo que insinuaba, mas no quería enfrentar los hechos

—Me refiero a que yo si te quiero, Caro—sinceró él, capturando su mirada—Conoces mis sentimientos, sin embargo, desconozco los tuyos—se detuvo aguardando respuesta. Pero Caroline calló. Lo contempló inexpresiva—Dime, por favor… ¿sientes algo por mí?

Y tal fue la cuestión que finalmente enfrentó. ¿Sentía algo por él? Claro que sí, lo quería y mucho. No obstante, Luke mencionaba un afecto de carácter amoroso, un sentir de pareja.

Organizó sus pensamientos. Conmemoró la oportunidad en la que enfermó a causa del germen acarreado en vacaciones semestrales el pasado año. Esas semanas Caroline radicó en la enfermería del recinto estudiantil, pues los indicios de malestar no se revelaron sino hasta el segundo septenario de iniciación escolar y, por prescripciones médicas, le impedían exponerse a la radiación solar y al aire fresco. Luke hizo oídos sordos al austero decreto de no admitir visitantes en la sala de curaciones e igualmente acudía con mascarilla en boca, para así no infectarse. Sin embargo, el chico acabó de compañero en la camilla colateral, consiguiendo que los catorce días en confinamiento no fueran del todo desagradables para Caroline. De igual manera recapituló la vez en la que Luke contestó su último examen de Física. Era la puntuación que dictaminaba el garantizo del año escolar, y al apreciar la desbordante inquietud que padecía la joven, se osó a solucionar el facsímil sin ser desenmascarado. O la ocasión en la que oía sus lloriqueos a través de la línea telefónica motivo de las discusiones que sostenía con Austin. La atendía y asesoraba incluso estando enamorado de su amiga.

Chica del Corazón Roto |l.h (Book #1) (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora