Capítulo XXXIX [P.I]

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Últimos capítulos.

Aparcó su Aston Martin último modelo sobre la acera. La chica bajó del automóvil tras presionar la alarma de seguridad y se adentró al edificio. Cruzó la entrada principal difundiendo una galopante resonancia con sus tacones Loui Vuitton cuando estos impactaban contra la madera. Ascendió las escaleras, y ya en el estrato adecuado, frente al dormitorio correcto, llamó a la puerta.

Michael descubrió a la muchacha situada bajo el umbral. Abrió los ojos a punto de salir de su órbita, desconcertado ante tan inesperada visita, para luego apartar su anatomía y facultarle el paso al interior.

— ¿Se te ofrece algo? —consultó Michael, cogiendo una sudadera del anaquel

—He venido a hablar con Luke—el joven la ojeó receloso, cubriéndose con la prenda

—Está tomando un baño. Si gustas puedes volver lue...

—Lo esperaré—apresuró—...Si no hay inconveniente, claro

—Vale...—cedió Michael—Puedes aguardar por él—formuló, vacilante—Yo iré a la cafetería. Volveré pronto

—De acuerdo—asintió ella. Y Michael abandonó la alcoba

La chica vislumbró sus entornos colisionando la vista en un punto fijo. Se avecinó al catre desbaratado, y cogió la hoja tendida encima de éste. Magullada, estropeada. Un dibujo. Las puntas se encontraban dobladas hacia adentro y la textura parecía malograda por un par de gotas de agua...tal vez lágrimas. Era él, él y ella, juntos. Sonrió nostálgica, ¿Qué habría cambiado eso?

La puerta se abrió súbitamente, exhibiendo a un acabado Luke Hemmings. Su cabello empapado humedecía la fina tela de la camiseta negruzca.

— ¿Qué haces tú aquí?—soltó rudo, aunque así no lo hubiese intencionado. Le inquietaba estar frente a alguien que le recordara aún más a Caroline— ¿Por qué tienes eso? —y esta vez, le arrebató la hoja

—Sólo lo estaba viendo—contestó, serena. No perdería los estribos por quien no discernía sus palabras al ser esclavo de sentimientos

— ¿A qué has venido?—preguntó, desasosegado—Si te ha enviado para excusarse, pues es bastante cobarde...

—No me envió nadie—irrumpió Clara, algo cabreada por la postura que adquiría el joven—Estoy aquí por cuenta propia

— ¿Y bien?—prosiguió, ocultando el dibujo dentro la gaveta del velador

— ¿Por qué has terminado con Caroline?—liberó Clara. Luke sintió desfallecer. Había pasado muchísimo tiempo de no oír su nombre

—Creí que eran mejores amigas—soltó una risa irónica—Que platicaban todo

—Lo somos.

—En ese caso debes estar al tanto de sus andanzas con Austin—bufó, fastidiado. Tan sólo mencionarlo le daba cólera

— ¿De qué demonios hablas?—juntó las cejas

—De...—rezongó. Estaba hastiado de contar los mismos relatos

Luke se emplazó al buró, de donde desprendió la computadora. Clara lo secundó, aturdida. Observó como el muchacho simple y llanamente la desatendía.

— ¿Qué mi.erda haces?—dudó

—Acallar—demandó él. Y Clara ansió de una vez por todas ponerlo en su lugar, de una vez por todas cerrarle la jo.dida boca. Pero cuando ella desunió medianamente sus labios para rebatir, Luke ya se le había adelantado—He aquí tu mejor amiga—enunció, cediendo vista a la pantalla del aparato. Ella aclaró la mirada en un intento de descifrar la imagen que se exhibía. Luke viró el rostro privando el panorama a tan desgarradora fotografía. Le fue casi inútil abstenerse a sentir melancolía

—Esto...

—No—interceptó el rubio—No pretendas justificarla—pausó, otorgándose el coraje necesario para montar sus ojos al frente— ¿Ves ese brazalete?—señaló, inspirando denso—Se lo he obsequiado para nuestro aniversario de un mes. Lo compré en vacaciones de verano—Clara lo contempló de flemático semblante

El dije de una media luna pendía de la sutil cadenilla. Tras el colgante era esculpido el nombre del chico. Luke conservaba la otra mitad de la joya, el sol, grabado con el nombre de la muchacha. Ambas piezas ensamblaban impecablemente, tal cual ellos dos.

La noche y el día. La oscuridad y el resplandor. La luna y el sol. Él y ella. Luke y Caroline.

—Luke, no es lo que parece—renegó Clara

— ¿Ah, no? —gruñó, escéptico

—Oh, Luke—expresó Clara en desgana—Caroline...Caroline fue novia de Austin durante más de un año...—explicó, ubicándose sobre el acolchonado—Por lo que tuvo un gran lazo con la familia de él—prosiguió—Hasta hace unos días anunciaron el fallecimiento del abuelo de Austin. Le fue irrumpido el suministro de sangre a una parte del cerebro por la obstrucción de un vaso sanguíneo. El hombre no obtuvo diagnóstico previo, lo que causó la apoplejía. Ella quiso estar con él y otorgar su sentido pésame. No te mencionó nada, pues Austin precisó únicamente la compañía de sus más cercanos...de hecho él no ha sido quien se lo comentó, sino Sarah. De todas maneras, no es como que haya sido un tema que te incumbiera

Y justo ahí, en ese preciso momento, Luke se consagró el imbécil más titánico radicado en el planeta tierra. Deseó situarse de pie y golpear todo a su paso. ¿Cómo pudo ser tan tonto?

Recordó cuando se presentó a la estación de trenes y la confrontó como una verdadera bestia. Recordó cuando se fue. Recordó el maquillaje cayendo por su cara. Que idiota...idiota, idiota, idiota, mil y una vez.

— ¡Imbécil!—desató, comprimiendo la quijada y cerrando los ojos

Y Clara sintió enfadar. No le fascinaba oír los desoladores sollozos de su amiga día tras noche, a causa de la bobada de Luke.

—Creo que la palabra te ha quedado corta—bramó— ¿Sabes lo que es escuchar sus lloriqueos sin poder hacer nada al respecto?

— ¡Lo sé! ¡Lo sé! —no mintió. Y es que era a él a quien Caroline llamaba, y como un disco rayado reiteraba lo destrozado que estaba su corazón. Lloraba y lloraba, para después quedar al día siguiente a las diez—Yo tampoco he estado bien, ¿vale? …Lo he jo.dido todo

—Vaya que sí—garantizó, aprobando con la cabeza— ¿De dónde has sacado todo este estúpido rollo?

—Yo...no lo sé.

— ¿Cómo co.ño no vas a saberlo?

— ¡Que no lo sé! —voceó, frustrado—Ha llegado a mi bandeja de entrada. Pero el correo no tiene identificación y el mensaje no fue firmado por el remitente

Chica del Corazón Roto |l.h (Book #1) (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora