Capítulo VIII

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—Princesa...—el chico se le acercó y depositó un breve beso en la unión de sus labios—Qué alegría me da verte

— ¿Qué haces aquí en horario de clases? —interrogó con el corazón atareado. No le daba buena espina ver a su novio en el cuarto a solas con su compañera de estancia

—Me has pillado—contestó él al paso de unos segundos—Estaba por prepararte una sorpresa y le pedí a Mónica que me permitiera entrar a la alcoba sin levantar sospechas

— ¿Y cuál es la dichosa sorpresa? —cuestionó, contemplando sus manos vacías

—Era un enorme cartel que pondría sobre tu cama...pero la he regado—se cubrió el rostro, abochornado, tanto como le permitía su mano—...Pase por el campo de fútbol para acortar camino y los aspersores se han encendido cuando iba a la mitad del trayecto. El cartel se estropeó por completo

—Estás seco—espetó Caroline, manteniendo contacto visual con el muchacho

—Es que Mónica propuso secar mi ropa con el secador de cabello y se nos pasaron los minutos recordando el incidente—dijo— ¿Estás molesta? —Caroline guardó silencio. Debía admitirlo, un sinnúmero de eventos cruzaron por su cabeza y ninguno de ellos concluía en algo bueno— ¿Qué ocurre? ¿Desconfías de mí? —pausó—Mi amor, yo jamás haría nada que te perjudicara. Te amo como a nadie y supongo eso es suficiente para llevar una relación basada en la confianza—aprisionó el rostro de ella por medio de sus manos— ¿O es que tú no me amas?

     Y es ahí cuando Caroline se sintió la persona más torpe del mundo entero. El relato de su novio tenía sentido, pues el aparato con el que mencionaron haber deshumedecido la vestimenta estaba sobre el buró, y ambos fueron sorprendidos a una distancia prudente. Todo lo demás fue producto de su imaginación.

—Lo lamento—logró pronunciar esta vez una sumisa Caroline—Pero no puedo creer que dudes del amor que te tengo

—Y no lo hago—la arrolló con sus corpulentos brazos—Olvidemos esto, ¿si?

—Bien.

— ¿Quiere que la escolte a su siguiente clase, bella dama? —Austin tendió el brazo para que la castaña lo rodeara con el suyo

—Aguarda un segundo—apresuró ella, alcanzando el texto de estudios—Ahora sí—cogió a su novio— ¿No vienen? —consultó al par de chicas que durante los últimos minutos había ignorado su existencia

—Yo me saltaré mi clase de higiene—habló Danielle

—Iré al rato—Mónica se encogió de hombros

—Vale, nos veremos luego.

—Adiós—oyó como Austin se despedía de las demás, dándose paso al exterior

— ¿Qué te toca?

—Historia universal—Caroline frunció los labios—Asco de materia. ¿Y a ti?

—Calculo diferencial—imitó el gesto de desprecio

— ¿Por qué la mueca? Eres bueno con los números—sonrió. La pareja transitaba por los pasillos con dedos ligados

—No quería hacerte sentir mal.

—Tonto—rió Caroline

—Bonita.

— ¡Caro! —la chica aclaró la vista ante el llamado. Frente a frente se hallaba quien era su mejor amigo con los labios entornados, concediéndole paso al aire. Seguramente habría corrido en busca de ella

— ¡Lucas! —correspondió de igual manera

—Tengo que hablarte—exhaló denso, percatándose del acompañante de la chica—En privado

—Piérdete, Hemmings.

— ¡Austin!

—No he hablado contigo, idiota.

— ¡Luke! —se quejó Caroline—Nada de enfrentamientos en mi presencia, por favor—Austin y Luke sustentaron las miradas por unos segundos. Si la chica no hubiera estado presente, definitivamente habrían concluido con el afán de resolver sus diferencias a puñetazos

— ¿Tienes un minuto? —rogó el rubio, pero la campanilla reanudó el zumbido antes de que éste pudiera acabar la frase

—En horario de almuerzo, ¿te parece bien? Ahora tengo historia universal.

—Te espero en las gradas entonces—frotó su cabeza

—De acuerdo—elaboró una rauda sonrisa— ¿Nos acompañas a clases? —el muchacho situó por última vez la vista sobre el novio de Caroline y pensó en lo mala que sería aquella idea. Tres son multitud, suelen decir

—No, gracias. Pasaré de la clase de higiene—comentó. Caroline soltó una tenue risa, aludiendo las palabras de Danielle. Al parecer la Srta. Ferguson no tendría gran asistencia el día de hoy

     El hombre cano circulaba por el aula con su desmedido par de zuecos, mientras exponía lo que había sido el imperio bizantino. Gilbert Reynolds se expresaba con un paulatino tono de voz que conseguía adormecer a todo el alumnado, hasta parecía que el anciano lo hacía apropósito.

—Desde las páginas 127 hasta la 135 se encuentra lo que es la edad media en Eurasia—clamó Reynolds, antes de que los adolescentes abandonaran el salón

      Caroline adjuntó sus pertenencias y se marchó con notable diligencia. Permanecer un minuto más ahí sería un completo martirio.

     La chica se condujo al campo de fútbol, al punto de encuentro. La duda la digería por dentro. ¿Qué querría hablar con ella para tener que planificar la reunión? Esto era importante, o por lo menos...para Luke lo era. Caroline no necesitó de mayor esfuerzo al buscarlo en el exorbitante terreno, ya que Luke aguardaba paciente por ella en el tercer peldaño de la tribuna. Se avecinó hasta él, percatándose de cómo con la cabeza gacha jugueteaba con los dedos de sus manos. Estaba nervioso.

Chica del Corazón Roto |l.h (Book #1) (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora