Capítulo XXXVIII

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Últimos capítulos.

—Esta mañana se han llevado tres de los camiones designados al remolque de hortalizas—mencionó Billy, rebanando la loncha de carne—La compañía aún no consigue saldar la deuda

—Eso es horrible—comentó Beatriz

La chica vagó por el plato con la cucharilla. El entorno asemejaba ser inerte, lo único que percibía era su intermitente respiración difundirse en silencio. La atadura situada al núcleo de su garganta no posibilitaba ni el paso a un suspiro, sin embargo no se permitiría revelar el desconsuelo que en aquellos momentos la demolía por dentro.

— ¡Eh, Caroline! —clamó su hermano pequeño, Félix— ¿Me alcanzas las servilletas?

La castaña sin emitir palabra alguna, acató a la petición.

— ¿Ya me puedo ir a mi cuarto?—consultó, hastiada

—No te has acabado el arroz—aseveró Beatriz

—Mamá, tiene pimentón, bien sabes que me repugna—manifestó obvia, circundando los ojos

—Muy bien, puedes retirarte.

Caroline retornó a la habitación vacía. La cabeza le daba mil y una vueltas. Se tendió sobre el acolchonado, de vista sujeta al blanquecino cielo de la alcoba.

Hubo una época en que lo tenía todo, aún lograba recordarlo. Pero a duras penas resistía. ¿Qué podía hacer ella para hacerlo cambiar de opinión? Deseaba poder encontrar una manera de volver atrás. Se estaba rompiendo a pedazos. Y él se encontraba tan lejos. No podía vivir sin él, no podía respirar sin él…no era la misma sin él. Intentaba obtener un control, poner su vida en su lugar. Nada era igual.

Cogió el teléfono celular de encima del buró, y escribió a la única persona a quien confiaba sus pesares, Clara Lane.

‘¿Estás? Te necesito.’

Y eso bastó para que luego de un conciso lapso de tiempo, el chirrido del aparato penetrara en su sentido auditivo.

—Me siento fatal—liberó una vez atendida la llamada—Lo extraño muchísimo

Clara inhaló comprensiva. Caroline llevaba días platicándole el mismo tema.

—Oh, cariño—apenó la rubia—Sé que duele. Pero por favor mantén la calma

—No…no puedo, Clara—y se abatió en sollozos. Había resistido bastante durante la cena con tal de no obtener la atención de su madre las siguientes veinticuatro horas del día—Yo…lo amo

—Lo sé—exhaló, apenada

—Me pregunto que estará haciendo en este momento…—pausó— ¿Pensará en mí? ¿Sus noches serán tan difíciles como las mías?

—Te aseguro que no está mejor que tú—soltó Clara, para luego amonestarse mentalmente ante tal testimonio

— ¿Cómo lo sabes?

—He hablado con Calum. Él y Michael se han quedado en el internado por la primera semana de vacaciones—explicó—La familia de Luke viajaba a New York. Y como ustedes planeaban visitar a tus padres, él no tuvo opción más que quedarse con ellos—Caroline sintió como dilataban las pulsaciones—Les ha tomado arduo trabajo tan siquiera sacarlo de la recamara

—No—balbuceó ella, desmoronándose lentamente, ahogándose en sus propios lamentos

—Tranquilízate, por el amor a Dios—suplicó, exasperada—Sabía que no debía comentártelo. Sabía que te pondrías peor—y no oía más que el lloriqueo de su amiga. Desgarrador, triste—Vale…—habló terminante—Lo resolveré, Caro

— ¿Qué podrías hacer?—arduo logró pronunciar

—Déjalo en mis manos—concluyó—Hasta pronto y…cuídate, por favor

—Adiós.

Y continuó llorando, aún más fuerte, aún más afligida. Jo.der, ¿qué había hecho Luke Hemmings con ella? Jamás se sintió tan desvalida frente a un chico…tan indefensa frente al amor.

¿Qué habrá curado el corazón roto de su prima, cuando el hombre al que amaba la insultó? ¿Qué habrá curado el corazón roto de la hija mayor de su tía, cuando el hombre al que amaba se paseó muy campante ante ella con su sustituta? ¿Qué habrá curado el corazón roto de la hermana de su madre, cuando el hombre al que amaba falleció inesperadamente? ¿Qué habrá curado el corazón roto de la hija mayor de su abuela, cuando el hombre al que amaba se presentaba ebrio al hogar? ¿Qué habrá curado el corazón roto de su tía, cuando el hombre al que amaba la abandonó?

Y supo que aquel fantasma del desamor conspiraba desde tiempos remotos, durante generaciones y generaciones. Comenzando por el embuste de su abuelo con la hermana de la mujer a quien compartía sus días. En ese instante aludió el consuelo al pesar, como la mayoría de ellas vendaba las heridas, como curaban ese corazón roto.

Descendió los peldaños procurando mantener silencio. La oscuridad la golpeó. Ya todos se encontraban en los dormitorios. Arribó a la cocina y destapó la nevera. Cogió una lata de cerveza, de esas que Billy bebía cuando las temperaturas se tornaban sofocantes.

Tal vez tomaría dos…o tal vez tres.

Chica del Corazón Roto |l.h (Book #1) (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora