3 años atrás.
El hombre cruzó el umbral y se emplazó al frontis del salón. La escandalera que producían las voces dialogar a conjunto fue aplazada por la presencia del sujeto en el área. Vestía un pantalón deportivo y una sudadera coordinada al atuendo.
—Entrenador Snyder, es así como tendrán el placer de llamarme—habló, situando un sujetapapeles sobre el bufete—Absténganse de masticar goma de mascar en mis clases. El uniforme debe llevarse correctamente según lo estipulado en el reglamento. No se permiten pendientes, brazaletes, gargantillas y/o cualquier otro tipo de accesorio que hace ver a las jovencitas como pinos navideños—se oyó una vaporosa carcajada—El desayuno es fundamental a la hora de comenzar el ejercicio físico. Las playeras tienen que cubrir la zona abdominal. Y la ducha es obligatoria para todos—enunció sosteniendo contacto visual— ¿Alguna consulta?—el alumnado calló. Tal vez porque las indicaciones habían sido lo suficientemente patentes, y no fue necesaria la aclaración a ellas. O tal vez porque el hombre había provocado sumo pavor en ellos desde el segundo que su asistencia hizo notar
Snyder embozó una rauda sonrisa, desvelando la impecable hilera de dientes.
—Muy bien—aprobó con la cabeza. Dio un par de pasos hacia atrás, se inclinó a escasa distancia del suelo y cogió un balón—Voleibol—enunció sosteniendo la bola—Quiero dos equipos, uno de damas y otro de varones—señaló—Hombres v/s mujeres—sopló el pito que le pendía del cuello— ¡Todos a la zona de combate! ¡Ya!—y como una tropa regida por su superior, la manada marchó al terreno de juego
El rubio descendió con la mochila suspendida de los hombros. Se destinó al vestidor de varones. Permutó los pantalones negruzcos por uno ceñido, y la camiseta del mismo matiz, por una sudadera. Abandonó el tocador y se desplazó al núcleo de la pista. Poco a poco comenzaban a reunirse las demás cuadrillas. No conocía a ninguno de los individuos que acaparaba sus entornos, pero ya habría tiempo para hacerlo. Después de todo, era su primer año.
Contempló el panorama y los ojos del chico colisionaron sobre la escena que montaba una muchacha. Snyder emprendía rumbo a la reunión de alumnos, entretanto ella secundaba al hombre zarandeando los brazos como si implorara por algo. Tras cada paso obrado, las suplicas de la joven cobraban viveza, y prontamente ambos se encontraban a un corto trecho del rubio.
—Por favor, por favor—rogaba ella—No me haga jugar…soy pésima, arruinaré todo
—Ahora aprenderá—le obsequió una sonrisa burlona
—Se lo suplico.
— ¡Me encanta su entusiasmo, Jacinta!—desoyó las palabras de la quejumbrosa. La joven bufó cabreada, pues ese no era su nombre y por más que se esmerara en reiterárselo, éste parecía divertirle el hecho de dirigirse a los otros con ridículos seudónimos—Por eso jugará de las primeras y será capitana
— ¿Qué? ¡No! —chilló, exasperada. Snyder la ignoró
— ¡Tú! —indicó al rubio que presenciaba expectante el acto—Capitán del equipo de varones
La chica viró en dirección al muchacho y por primera vez sus miradas se encontraron. Permanecieron así durante un conciso lapso de tiempo, ahí, petrificados, observándose mutuamente. Y una corriente eléctrica envolvió sus cuerpos. No sabían qué, no sabían por qué. Pero ambos tuvieron necesidad el uno del otro.
— ¡Equipos!—vociferó el hombre. Ambos apartaron la vista, despabilándose
El coach conformó los equipos. Mientras las chicas se ubicaban en el sector contrario, el rubio tomó de su tiempo para curiosear al resto del grupo. Divisó a quien se encontraba contiguo a él, como armador; y creyó que la camiseta morada que vestía era realmente horrorosa. El joven se percató de la descarada mirada y volteó efectuando una sonrisa merecedora de trofeo.
—Hey—meneó la cabeza en un indicio de saludo—Soy Ashton—antes de que pudiera contestar, Snyder sopló el pito, irrumpiendo al muchacho.
Y el juego dio inicio. El balón brincó de lado a lado, disputando al vencedor. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis golpes fueron dados, para luego la bola ser destinada a la capitana.
— ¡Vamos, Jacinta! ¡Consigue el punto! —clamó Snyder. La chica en un movimiento desesperado, brincó por los aires y devolvió el balón al campo adversario. El impulso se produjo con tanto vigor que el rival, en un intento de alcanzarla, acabó siendo embestido por la bola, estrellándose ésta con su nariz. La muchacha se cubrió la boca, pasmada. Oyeron un par de carcajadas y una que otra voz alarmada.
— ¡Demonios! ¡Le sangra la nariz!—exclamó Ashton. La joven se sintió aun peor
— ¡Jacinta! —la llamó el entrenador—Llévelo a enfermería
Y así lo hizo, reiterando una y otra vez al rubio cuanto sentía el haberle causado semejante daño. Él sólo la observaba e insistía con que no se preocupara.
Arribaron a la sala de curaciones. Desierta.
—Diablos, no hay nadie—musitó ella, fiscalizando el área—Vale, vale…—pronunció, asintiendo—Ven aquí—lo guío al lavado. Le inclinó la cabeza hacia adelante y presionó con el dedo la parte superior del orificio donde se produjo el sangrado. La muchacha frunció la frente en una mueca de espanto. Siempre le había causado pánico la sangre. El chico permaneció encorvado con los labios medianamente abiertos, entretanto vislumbraba las gotas escurrirse por la tubería—Dios, no se detiene—murmuró, espantada—Bien, siéntate ahí—lo orientó a la camilla—Aprieta tu nariz—continuó. Él acató al mandato
Fregó sus manos. Se condujo a las gavetas y cogió el algodón. De la pequeña nevera que se localizaba al costado, tomó una compresa de gel. Después retornó junto al rubio.
—No sabes cuánto lo siento—habló ella, introduciendo un tapón de algodón en su nariz—De verdad
—Descuida—mencionó, percibiendo la fría compresa rozarle la piel. Ante la cercanía obtuvo una mejor perspectiva de la castaña. Sus lindos ojos descubrieron los suyos. Las pulsaciones de su corazón incrementaron. Era bellísima, preciosa a decir verdad
—Le advertí que no me permitiera jugar—comentó, disponiendo atención a la herida, nerviosa, nerviosa de él. ¡Cielos! ¡Era hermoso!
—Si te he oído—liberó una risa poco perceptible. Ella lo imitó. Y por un segundo, él sintió desfallecer—Me llamo Luke, Luke Hemmings—sonrió, despejándose. A la chica le entonteció tan bonito gesto
—Yo Caroline, Caroline Duarte.
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Chica del Corazón Roto |l.h (Book #1) (Editando)
Hayran Kurgu❝Te dedico esta historia, a la única que no quiere ver la verdad❞.