Capítulo 28: Estoy cansada de dejar lo que amo porque tú no lo soportas.

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Arlene.

A veces pensaba que era mejor morir que enfrentar las verdades que no queríamos ver. Porque quizás no éramos suficientes, tal vez no seríamos la excepción para esa persona, terminaríamos lastimados y con el alma hecha pedazos.

Una batería destrozada que solo sabía producir terribles golpeteos, pidiendo ayuda. Deseando que todo dejara de doler.

Trataba de dormir con el sonido del ventilador de fondo. Era bastante temprano, sabía que debía pararme ya para cubrir mis deberes de la mañana, mi otro trabajo de medio tiempo antes de comenzar las prácticas para la presentación de hoy. Sabía todas esas cosas, pero seguía durmiendo con la cabeza pegada a la almohada balbuceando que detuvieran ese ruido, que fueran más silenciosos.

Escuchaba papeles siendo arrugados. Las pisadas eran potentes sobre la madera desgastada. Sentía a alguien dar vueltas alrededor de la cama como si fuera alguna clase de animal perdido, un tocadiscos averiado. Le pedí una vez más que dejara el ruido, hasta que escuché algunas cosas caerse al suelo.

No me jodan. Duermo menos de tres horas diarias, carajo.

—¡¿Qué demonios...?! —Descubrí mi rostro, apartando los cabellos azules frente a mis ojos para observar la silueta.

Mi pared estaba casi vacía. Las fotos principales, las pequeñas que conformaban una imagen de mi Demian, quien sonreía en el atardecer con su gran dentadura, no estaban allí. Algunas imágenes de su guitarra, de él conmigo, de la batería y los chicos a los que llamó hermanos. Stella estaba arrancando parte de mi post-adolescencia como si cada imagen tuviera nulo valor en el presente.

—Stella... —Murmuré, descubriendo las sábanas que me envolvían, tropezando con mis propios pies.

—Ya cállate Arlene. No me lo digas. Estoy cansada de esto. No puedes amarme sin dejar de pensar en él, ¿no? —Veía su espalda encogerse con cada fotografía que retiraba, su voz se cortaba—. ¡No puedes, ¿o sí?! ¡DIME!

—¡Devuelve esas imágenes a la pared! —Grité, reincorporándome hasta tomarla de su brazo con camisa de cuadros—. Stella. Por favor, en serio te lo pido. Cálmate. No quiero hacerte daño.

—¡¿Por qué tienes que ser tan violenta, eh?! —Lanzó una cachetada a mi mejilla, empujando mi cuerpo para que no detuviera su rabieta.

—Lo siento. Lo siento —aún debilitada por la mañana, sostuve con mis manos sus hombros, apretándola para recargarme contra su cuello—. Perdóname. No quería sostenerte tan fuerte. Amor, perdón. Esas fotografías, déjalas aquí.

Detuvo los golpes. Me apartó de su cuerpo con un empujón, observándome de frente con su delineado negro enmarcando sus ojos oscuros cubiertos por el flequillo. Me decía con su mirada que me alejara lo más que pudiera. Entreabrió los labios, murmurando a través del característico pintalabios oscuro que usaba en las mañanas.

—Si te molesta esto, si te parece exagerado. No seas tóxica, no revises mi teléfono ni mi bolsa, en primer lugar, ¿por qué carajo tienes que inspeccionar mi habitación cuando me visitas? ¡Y si te parece que cambio fácilmente de amigas, QUE ESO NO TE IMPORTE! —Sentenció, gritando con las manos en alto haciendo de su cabello lacio un desastre.

Se agachó para tomar del polvo la caja con las imágenes de mi colección. Me dijo que no lo soportaba y que se las llevaría. Yo también tomé mi chaqueta, até mi cabello y antes de abandonar mi apartamento sin despedirme de las chicas le ordené a Stella que estuviera allí en unas horas. Le dije que si no llegaba no le pediría más.

No le pediría nada más en esta vida.

Esperé casi una hora en el café del edificio del grupo Cold. Era irónico el nombre pues siempre hacía frío en ese lugar. Era común querer hacer turismo en la ciudad, pasar por ese edificio con una chamarra bastante abrigadora y caminar por los jardines del lugar. Estaba abierto al público pues en la parte baja habían grandes colecciones de música pues el grupo Cold se encontraba interesado por el arte contemporáneo y la música clásica.

Faded Song. {FINALIZADO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora