Capítulo 35: Podemos partir.

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Aike.

Había comenzado a olvidarme de muchos miedos. No porque dejaran de asustarme repentinamente, sino porque podía controlar aquello para evitar convertirme en las cosas que temía.

Comenzaba a crecer de forma literal, pero ese crecimiento de alguna manera me hacía sentir segura.

—¿Debería dirigirme a ti en femenino? —Preguntó Nath a pesar de las semanas donde se encontró confundido.

Inclinó su cabello rosa al frente, tratando de entrar en mi campo de visión. Se había teñido por accidente debido a que dio mal las indicaciones al vendedor y en su dormitorio ya no tuvo opción más que aplicarse ese. Parecía un chicle masticable, en verdad me gustaba.

—Puede ser de cualquier forma. —Metí mis manos en mi chaqueta, dando cortos pasos para bajar los escalones de la calle y cruzar—, no quiero aferrarme a cosas como mi género o estereotipos. Decidí comenzar a vivir de manera en que yo decida qué personas son buenas o malas para mí, solo personas y la relación que tienen conmigo o su entorno. Me gusta ese concepto de ser y escoger.

—Me agrada lo que dices. Podemos partir de eso. —Dio un brinco para subir a la acera frente al restaurante—, ¡oh, por cierto, el video que subiste ayer presentándote como la niña de los memes es un éxito!

YouTube ahí te voy. —Deslicé mi puño por la puerta de cristal con una pose heroica, abriéndome paso en el pasillo que se teñía de los colores del atardecer.

La chica nueva recibió un golpe en su cara por mi culpa al abrir la puerta sin cuidado. Grité del susto mientras ella tallaba su nariz con dolor. Carl la había contratado como nueva mesera la semana pasada.

—¡Lo siento, lo siento! —La sostuve del cuello, rogando por mantenerla viva.

—Sí, sí... —parecía en las nubes, tratando de sostenerse de su propio cabello marrón—. Aike... estás bien bonito...

—Gracias pero te estás muriendo. Ven a sentarte.

Nath y yo la sostuvimos de los hombros, llevándola a rastras por las mesas hasta sentarla en el primer nivel. Dijo que era su culpa pues trataba de aprender cómo contar mesas, yo le dije que también me había pasado demasiadas veces.

Ella sabía que mi sexo era femenino, pero también me llamaba como se le diera la gana en el momento. Era una chica bastante alegre, me caía muy bien. Su nombre era Arllete, me recordaba a un gran árbol en verano. Era estudiante de primer año en licenciatura de diseño de paisajes y su actitud era tan animada que me contagiaba para dar lo mejor.

—Los pisos ya están limpios, debemos esperar al primer cliente ahora. —Informó Aylin, retirando el sudor de su cuello.

Y los clientes comenzaron a llegar.

—¡Hoy cantan una canción de Grace, ¿cierto?! ¡Ya quiero escuchar al nuevo príncipe! —El grupo de chicas que siempre vestían con estilo me apoyaban desde las mesas pequeñas.

—Una limonada rosa, una malteada de cereal y una hamburguesa, ¿cierto? —Recordé sus pedidos con una sonrisa, siguiendo el orden en como estaban sentadas.

Asintieron las tres felices, agradeciendo que recordara sus placeres. La más bajita quería comenzar dieta desde hace varios días así que pedía todos los fines de semana una limonada rosa, la de la malteada se repetía que debía dejar el azúcar pero terminaba cediendo ante la leche, por último la chica de la hamburguesa pedía comida porque sabía que las otras dos tenían hambre.

—Mira cariño, las papitas las acomodamos en espiral... —Aleshka le enseñaba a Arlette a acomodar las papas fritas.

—Oh, son las que siempre me grita Arlene que acomodo mal. Es súper linda cuando se enoja. —Arlette se carcajeó.

Faded Song. {FINALIZADO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora