Capítulo 11: Un amor tóxico para otra tóxica.

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Arlene.

A la edad de 18 años tomé un taxi y le pedí que me llevara a un lugar desconocido en el que pudiera ver y sentir cosas surreales. El destino que he estado esperando abordo se retrasó 9 años y no puedo bajarme.

¿Qué era ese vehículo en mi vida? Era un trazo, un viaje, que se supone me habría de llevar a ser una adulta que todo lo puede y sabe moverse en la vida. Pero realmente sigo sin saber qué demonios es crecer ni para qué continuamos si moriremos eventualmente.

Puta madre.

Pongan un largo viaje que quién sabe a dónde mierdas se dirige. Hace calor, el estómago lo tienes revuelto, la migraña te está acechando y el sueño no es bueno por el movimiento. Díganme, ¿cómo carajos no voy a ser una puta irritable?

Todo los sonidos, personas, momentos de mi vida solo me ponen lo pelos de punta y digo lo que pienso. Una "malhumorada" que sube los cristales. Al infierno los que me consideran un dolor de cabeza.

Podría mandar al infierno también mis relaciones amorosas. Hubo alguien a quien amé, quien me engañó y actualmente se encuentra en alguna dimensión paralela. La música corría por sus venas y trató de gritarme para que lo pudiera escuchar aún dentro de mi propia burbuja, pero la buena suerte se jodió y le rompió los huesos como a mí me destrozó en mil pedazos.

No quería nada más, quería mantenerme encerrada allí.

Y aún puedo escucharlo tocar su música cuando corro por esas callejuelas.

Pero cuando alguien abandona tu transporte es porque debe darle el asiento a algo nuevo. Las parejas deben tener una meta fija por eso, andar en el mismo camino. A pesar de que yo nunca he tenido un destino, hubo alguien dispuesta a sentarse a mi lado y a hablarme en susurros.

—¡Mmh, Faded Song siempre será el restaurante que combina especias de manera magistral! —Stella lamió sus labios, lanzando un grito de felicidad.

Y la he amado con la paciencia reservada que tenía desde que nos conocimos, sabiendo que aún sin un destino el viaje con ella será divertido.

—¿No quieres un postre? —Le sonreí, recogiendo sus platos.

Negó con la cabeza y se reclinó en el asiento. Las bellas esferas detrás de sus párpados se contornaron hacia el televisor, observando la película animada del chico que se perdía en el otro lado sin dejar de cantar.

—¡Un poco loco! —Cantó el niño regordete, aplaudiendo y siguiendo la melodía de la canción.

—¡Esa parte es más alta! —Corrigió la pequeña, volteando hacia mí—, ¿verdad, Stella?

—Ni idea. Yo no canto. —Me encogí de hombros.

Sabía la respuesta, pero nunca me había gustado dar consejos sobre música y por eso me decían "egoísta". Realmente nunca estudié así que prefería callarme.

—Aike es un poco extraño, ¿no te parece? Encima, su voz es terrible. Como una gata en celo. —Destacó Stella.

—¿En serio? No lo había pensado.

Sacudí mi mandil, acercándome a la salida para dejar las cosas en la cocina. El ruido del bajo de Amber al otro lado de la puerta golpeaban de forma repetitiva en nuestros oídos. Siempre trataba de tocar bien.

—Sí, aunque no se nota mucho porque Amber suena peor con su bajo. —Las risillas salían de ella sin que apartara la vista de su celular—, tú eres la única buena en ese cuchitril. No sé qué tiene tu jefe en la cabeza. ¿Qué tal dejarle el gas abierto un día de estos, jaja?

Faded Song. {FINALIZADO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora