Capítulo 30: Esta es mi casa, pero estoy sola en ella.

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Aike.

No quería causarle daño a nadie porque sabía lo que era ser herida por mentiras. Ahora solo quedaba rencor contra mí mismo pues no sólo defraudé a otros, también a mí. El daño que prometía no ocasionarle a alguien había sido hecho.

Yo solo quería incinerarme y quizás así librarme de todo lo que he hecho mal. Pero la vida nunca te deja tomar el camino fácil, solo lo pinta con acuarelas brillantes para que luzca así.

No paraba de correr. Recién recuperé fuerzas para levantarme de la calle corrí un rato por la zona, las lágrimas seguían escapando de mis ojos con la presión del aire; respirar era cada vez más complicado. Sentía que mi chaqueta me asfixiaba al igual que mi camisa, pero no quería detenerme para quitarme alguna prenda.

No sentía el tiempo pasar aunque el cielo se tornó de distintos colores. Me sentía como si corriera 15 minutos aunque quizás llevaba horas en eso. Quería espacio, no escuchar al resto ni volver a el lugar que dejé; mis pensamientos ya eran una tortura suficiente, una prisión donde los presos y guardias eran yo.

Las calles comenzaban a llenarse al finalizar el amanecer. Bajé un poco mi velocidad, trotando en el parque que solía frecuentar en las mañanas desde que me quedé sin hogar. No había nada que ver allí más que la fuente de un coyote, árboles secos y un silencio incómodo. Había un gran contraste entre el sitio con sus alrededores pues los edificios coloridos se elevaban al punto de marearme; me iba a volver loco.

Me detuve frente a la fuente de golpe, lastimando mis dedos delanteros contra los botines. El coyote de acero reposaba con la vista puesta sobre mí, bostezando. El agua debajo de él no era muy limpia, el guardia frente a él aún dormía junto al poste. Todo se veía igual a ese día cuando Carl me dijo que cantaba bastante bien.

Me dijo lo que nadie me había dicho antes pues mi voz era "extraña, como la de un chico".

—¡NO ME JODAS! —Arrojé una patada contra las rocas alrededor del agua, enojándome por el dolor que yo misma provoqué—. ¡Voy a matarte! TE VOY A MATAR.

Mi rabieta estaba fuera de control. Sentía mis emociones explotar, el tornado acumulándose en mi pecho que me presionaba con dolor y me provocaba dolores de cabeza. Era latente, sentía que mi cerebro se desmoronaba. Me gritaba a mí misma, me maldecía, quería escapar de mis pensamientos pues eran una tortura continua que no sabía hablar en voz baja.

Los pocos sonidos, el agua cayendo, el coyote bostezando... Me estaba enfermando de todo eso.

—¿A quién amenaza joven, eh? —El guardia afroamericano con lentes de sol se aproximó a mí con las manos en algo para ordenarme que me calmara.

—¡A mi puta jodida cabeza! —Clamé, girando en mis talones para dirigirme a él con el dedo índice clavado a su pecho—. ¡Le voy a dar un maldito tiro! ¡LE VOY A METER UN TIRO!

Detuvo mi mano con fuerza, apartándola como un leve golpe en la palma. Se quitó las gafas, detrás de aquel cristal oscuro sus pupilas me miraban contraídas; no podía verme reflejada en sus ojos porque yo ni siquiera abría bien al tener los míos resecos.  No podía verme en él, pero aún así le asustaba mi actitud.

—Lo siento mucho. —Solté, retrocedí un paso al percatarme de que le gritaba a un extraño y también un servidor público.

—¿Cuál es tu nombre? Necesito tu identificación —suspiró con la mano extendida, mirándome de arriba abajo con una mueca dudosa—. Es temprano para que vistas con ropa sucia. ¿Estuviste en las protestas que estallaron en la madrugada?

Ni siquiera las recordaba.

—Soy Aike Ibars. Y no, no estuve en las protestas. Trabajo en un bar. Discúlpeme por haberme portado así hace un momento, me moleste por una estupidez y exageré, ja ja... —Traté de olvidar mi reacción, aunque aún sentía la tortura de haber hecho algo tan vergonzoso como eso y haberle gritado a alguien que no me molestaba; parecía tener un sueño agradable que fue arruinado por mí.

Faded Song. {FINALIZADO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora