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Gabi

Abría y cerraba los párpados lentamente. Una vez tras otra. El sol brillaba, y su luz me hacía daño a los ojos. Al cabo de muchos intentos, al final lo conseguí. Abrí los ojos sin que se me quemaran la córneas. Lo veía todo ligeramente borroso. Me sentía raro, yo pensaba en moverme, pero mi cuerpo tardaba más en reaccionar que de costumbre. Entonces noté un agarre en mi mano izquierda. Giré la mirada. Allí estaba Gaia. Cerré fuerte los ojos y los volví a abrir, para ver con más detalle la imagen de mi hermana. Me miraba con una mirada dulce y compasiva. Sonreía. A su lado estaba Nathan, quien me miraba con más seguridad que ella.

-Buenos días campeón - me dijo amablemente.

Yo saludé con la mano, me notaba la garganta seca y no quería saber cómo iba a sonar mi voz. Tosí un poco para aliviarla.

-¿Cómo te sientes? - me preguntó Gaia.

-Bien - medio susurré - Me siento genial.

Ella sonrió, se la veía tranquila. A Nathan también.

-Pero, solo por curiosidad... - dije - ¿Cómo me habéis pagado la operación?

-En realidad no hemos sido nosotros - respondió Gaia, y señaló hacia la puerta - Fue él.

Enonces entró mi padre. Me quedé inmóvil. No me lo podía creer. Pensé que era una broma pesada de esas, pero no lo parecía demasiado.

-¡¿Tú?! - alcé algo más la voz - ¿Qué haces aquí? Ya dejamos las cosas claras la última vez. Siendo amable conmigo no vas a conseguir nada, que lo sepas.

-Espera Gabi - dijo Nathan - Entiendo cómo te sientes, a mi me pasó lo mismo, pero hay una explicación. Eso y que en realidad ha salvado tus estudios en el Raimon.

-Gabi no te alteres - añadió Gaia - No creo que sea bueno para tu cuerpo.

Le clavé una mairada asesina. Estaba enfadado. «Me abandonas, me culpas de la muerte de mi madre, ¿y ahora me salvas la vida?» Él también me miró, pero seguía con la misma expresión con la que había entrado.

-¿Nos dejáis hablar a solas? Porfavor - dijo él.

Nathan y Gaia asintieron, y salieron de la habitación sin decir nada. Él se sentó a mi lado, y yo me giré hacia el opuesto. Le dí la espalda, no quería verle.

-Entiendo muy bien que estés enfadado - dijo - Y también entiendo que no quieras hablar conmigo. Pero lo que sí quiero es que me escuches. Después, si así lo deseas, no volveré a molestarte nunca más.

«Ahora me viene de víctima» pensé. No quería hablar, pero por lo visto no iba a dejarme en paz hasta que le escuchara.

-Mírame a los ojos, porfavor - me pidió.

Me giré y le miré sus orbes azules, tan idénticas a las mías, pero pertenecientes a una persona tan distinta. «Cuanto antes acabe esto, antes se irá».

-Te escucho - le dije.

-Bien - contestó - Mira Gabriel, sé que hemos pasado por malos momentos, que fui un completo irresponsable, y un muy mal padre. Me sé tu versión de los hechos, y sé que fue duro para ti, que lo pasaste mal, que cambiaste. Pero mi gustaría que supieras también mi versión.

-Pues adelante - le interrumpí - Cuenta.

Él cogió algo de aire, parecía que quisiera tranquilizarse.

-Quando Adara murió - continuó - Me sentía vacío. Cuando comía en la mesa con vosotros dos, en la silla vacía de mi lado, la seguía viendo a ella, a pesar de saber que no estaba. O en la cama, seguía notando su presencia, durmiendo a mi lado. Esto pasaba siempre, en el jardín, la cocina, la pequeña plaza del pueblo... No era capaz de olvidarla, y pensar en ella a todas horas me hacía añicos por dentro. Con vosotros delante intentaba mostrarme sereno, pero estaba empezando a perder la cordura. La seguía viendo en todas partes. Por eso me marché. No tenía nada que ver con tú y tu hermana, pero pensé que si dejaba de ver los escenarios en dónde Adara había estado antes, quizás iba a olvidarme de ella.

-¿Y porqué no nos llevaste contigo? ¿O ya no nos querías igual? - volví a interrumpirle, pues había cosas que no me cuadraban.

-No me hubierais dejado - continuó - Al menos Gaia, tú aún eras pequeño. Vosotros no hubierais querido marcharos, allí teníais amigos. Gaia a Nathan y a otros, y tú tenias a los tuyos ¿no?

Asentí. Quizás tenía algo de razón. Yo no sé cómo hubiera reaccionado, pero a Gaia no le hubiera hecho gracia marcharse.

-Pero tampoco malinterpretes las cosas. No dejé de pensar en vosotros dos ni un solo día - parecía entristecido - Siempre me preguntaba: ¿Cómo estarán? ¿Qué estarán haciendo? ¿Seguirán pensando en mi? Gabriel, nunca he dejado de quereros, en el fondo, sois mis hijos, y yo sigo siendo vuestro padre. Intenté contactar con vosotros más de una vez, pero Gaia nunca cogía mis llamadas.

-Entonces, ¿no nos abandonaste con todo el sentido de la palabra? - pregunté - Pensaba que nos odiabas, y que por eso te fuiste.

-Pues ahora sabes que no. Además, después de que Gaia me contara que estabas enfermo y dependías de una operación, emepecé a sentirme muy decaído, triste, vacío. A los pocos días me di cuenta de que me sentía así por lo que te estaba pasando, y que yo no estaba ahí. Fue entonces cuando decidí pagarte yo mismo esa operación. Quería sentir que por lo menos te había ayudado un poco, y también quería poder hablar tranquilamente contigo.

Me quedé callado, no sabía qué decir.

-Bien - se levantó de la silla - Ahora que sabes todo esto, voy a dejar de molestarte. Gracias por escucharme - se dispuso a salir de la habitación.

-¡No! ¡Espera papá! - me levanté de la cama.

Él se giró y corrió para sujetarme antes de caerme, las piernas me fallaron, y caí en sus brazos. Él me levantó sin dejar de aguantarme. Yo le abrazé con los ojos llenos de lágrimas.

-Yo también te he echado de menos, papá - no podía parar de llorar - Siento haberte tratado tan mal, nunca pensé cómo podías sentirte. Porfavor perdóname. Quiero arreglar las cosas contigo, porfavor, no te vayas.

Él me devolvió el abrazo. Me levantó hasta la altura de su cabeza, y me rodeó fuertemente entre sus brazos.

-Yo también quiero que me perdones - él también lloraba - Eras un niño muy pequeño, y aún así te dejé con Gaia. Perdóname por nunca haber estado ahí, contigo. Me hubiera gustado mucho verte crecer. ¿Crees que puedes perdonadme?

Asentí. Estaba llorando y aún así sonreí de pura felicidad. Él también sonrió. Me sujetó con fuerza y me llevó hasta la cama.

-Anda, vuelve a entrar que aún no estás en condiciones - me dijo.

-¿Te parece bien si empezamos de cero? - le pregunté.

-Sí, estaría genial - sonrió - Pero primero vamos a centrarnos en tu recuperación.

-Está bien.

Por un momento volví a sentirme completo. Sentí que todo podía volver a funcionar bien.

Mientras yo esté aquí...  [Inazuma Eleven] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora