Gabi
Cerrar los ojos era como un escudo protector. Me daba la sensación de que el dolor era menor si hacía eso. Aún así, dolía mucho.
A pesar de sentirme bien después de la operación, el poco sistema inmunitario que me quedaba decidió que no le gustaba, y la detectó como una amenaza para mi cuerpo. Al darse cuenta de esto, los médicos me trasladaron a una habitación de cuidados intensivos. Me vigilaban mucho y hacían todo lo posible para que no me doliera tanto. Agradecía eso, pero al estar tan mal, solo me podía visitar una persona al día, durante muy poco tiempo. Cuando Gaia se enteró, se derrumbó. Odio que por mi culpa la gente se sienta mal.
Ahora, con el mínimo movimiento que hacía, un dolor agudo me inundaba todo el pecho. Pareciera que me clavaran una espada allí cada vez que me movía. Me sentía muy indefenso. Sentía que, cualquier día, podía ser el último. Que podía cerrar los ojos y no volver a abrirlos. Estaba aterrado. Recordaba a la perfección las palabras que le había dicho a Camelia cuando me llevaron aquí: "Porfavor, Camelia, si... si voy a morir, deja que me despida de mi familia. Solo te pido eso, porfavor". Recuerdo que le dije eso con unas lágrimas enormes. Ella accedió a satisfacer ese capricho mío si el caso se daba. Me estaban dando una medicación que supuestamente iba a aydar a recuperarme, aún así, los médicos me daban muy pocas esperanzas.
«Ojalá esto se acabe pronto» pensé, pero al instante me di cuenta «No. Gabriel García, prometiste luchar todo lo posible para salir de eso, y ya te estás rindiendo». Sí, me estaba regañando a mi mismo. Quizás estuviera perdiendo la cordura.
Tenía sueño. Iba a cerrar los ojos, cuando oí voces en el pasillo. La puerta de mi habitación estaba cerrada, pero se oían igualmente.-Porfavor, dejadme verlo - era Nathan. ¿Había vuelto?
-Ahora no puede ser señor, ya ha venido antes una persona - le dijo un médico.
-Porfavor, entiéndame, solo quiero estar con él un rato, no pido tanto - Nathan suplicaba.
-Dejadle pasar, serán solo unos minutos - la voz de Camelia era amable, esa mujer era tan comprensiva.
Escuché como Nathan le agradecía a la enfermera. Luego de eso, la puerta de mi cuarto se abrió, y Nathan entró casi corriendo, no sin antes cerrarla de nuevo. Él se sentó en una silla al lado de mi cama y me miró, con los ojos húmedos.
-Hola Nathan - hablé tan alto como pude, pero solo salió un susurro.
-... - empezó a llorar - Gabi, lo siento.
Él me tomó de las manos y dejó de contener sus lágrimas. Que Nathan llorara era que algo le afectaba mucho. ¿Por qué era yo el responsable de esas lágrimas? Lo último que quería era que mis seres queridos lo pasaran mal por mi culpa.
-No debía haberme marchado - continuó - Perdóname porfavor.
-¿Eh? - estaba confundido - ¿Por qué te disculpas? Esto no es culpa tuya.
-Sí lo es - levantó algo la voz. Realmente estaba dolido - Le prometí a tu hermana que cuidaría de ti y te protegería ante todo.
Decidí cambiar mi posición corporal para quedar cara a cara con él. Eso me provocó un dolor tremendo. Pero me daba igual, quería ver a Nathan. Él hizo un suspiro para relajarse, y sus ojos avellana conectaron con los míos.
-Porfavor no te rindas. Gabi, eres el hermano pequeño que nunca tuve, la idea de perderte es algo aterrador. Sé que es egoísta por mi parte, pero porfavor, prométeme que no te vas a dar por vencido.
-Te lo prometo - le sonreí como pude - Voy a salir de esto, ya lo verás, ten fe en mi.
-A cambio te hago una promesa yo también, así cargamos con ese peso los dos juntos - me sonrió él también, con lágrimas aún en los ojos - Gabi, escucha con atención, te doy mi palabra. Te prometo que, mientras yo esté aquí... no te va a pasar nada malo. Haré todo lo que esté en mi mano para que vuelvas a vivir con normalidad, dalo por hecho.
Nos estrechamos la mano en señal de juramento, y sonreímos. Como cuando yo era pequeño. Solíamos hacer estas cosas. Nathan decía que servía para fortalecer nuestra confianza. Si eso era así, ahora era más fuerte que nunca. Nathan confiaba en mi, e iba a hacer todo lo posible para no romper mi palabra.
-También hazlo por tu hermana y por tu padre - me dijo, secándose una lágrima - Debo irme ya, pues he hecho algo de trampas, se suponía que no podía verte hoy. No sé quién vendrá mañana, pero mantente con el ánimo fuerte, ¿vale? Ya verás como muy pronto saldrás de aquí.
-Vale - le respondí - Y dile a Gaia que se tranquilice, hoy estaba algo triste, no soporto verla así.
-De acuerdo.
Me revoloteó levemente el pelo del flequillo, y se dirigió hacia la puerta.
-Recuerda nuestra promesa - me dijo antes de irse.
Asentí. Él cerró la puerta, y se fue. Solo de nuevo, como siempre. Volví a mi posición estandart, cara arriba. Me dolió más esta vez. Miré el techo blanco. Pensar que hacía apenas unos días podía moverme y hacer cosas de lo más ordinarias era sorprendente. No te das cuenta de lo que tienes hasta que lo pierdes dicen. Es bien cierto, y eso lo aprendí con la muerte de mi madre. Ay, mi madre... Ya estaba volviendo a pensar en ella. Tenía claro que jamás iba a olvidarla, pero no me importaba. Su recuerdo ya no me dolía como antes, más bien, ahora me daba paz. «Mira mamá, soy fuerte, como me dijiste que fuera. Voy a salir de esto y voy a vivir una vida maravillosa. Y cuando sea el momento de partir, voy a darte un muy fuerte abrazo. Espero que me estés viendo des de allí arriba». Sonreí, seguía haciendo lo mismo que hacía de pequeño. Siempre había pensado que mi madre me veía en todo momento. O quizás era Gaia quién me había hecho pensar eso. No lo recordaba.
A veces me paraba a pensar en cómo sería nuestra vida si el accidente no hubiera sucedido. Mi madre seguiría conmigo, pero por consecuencia no hubiera ido a Japón, y no hubiera conocido a mis amigos. Mi actitud sería otra. Gaia decía que de pequeño yo era muy risueño, no como ahora. Quizás no sería tan tranquilo y reservado. Yo nunca hubiera entrado en depresión, y por lo tanto, mi forma de pensar sería distinta. Son muchas cosas. Aunque el pasado, pasado está, no hay duda. No se puede hacer nada al respecto.-Qué sueño - pensé en voz alta.
En efecto, me dormí. Gracias a la mascarilla que llevaba conmigo, no tuve problemas en dormir, pues la falta de aire siempre molestaba. La mascarilla evitaba eso. Por una vez agradecía llevar ese dichoso aparato. Sentí que todo iba a cambiar, esperaba que para bien. Y aunque pasaran los días, mi actitud no cambiaría, me propuse mantenerme sereno, y eso iba a hacer. No rompería mi palabra bajo ningún concepto. Por Nathan, Gaia y papá iba a luchar, por muy dura que fuera la batalla.
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Mientras yo esté aquí... [Inazuma Eleven]
RandomGabi está en peligro. Una enfermedad terrible amenaza con acabar con su vida, y no hay una cura garantizada. Nathan, que vive con él y es su responsable, prometió cuidarlo y protegerlo ante todo. Gabi es como su hermano pequeño, y si le llegara a pa...