29

197 19 10
                                    

Gabi

Blanco. Todo era blanco. Me ardían los ojos. De repente, apareció un campo verde con flores amarillas. El mismo de la otra vez. Ese campo que soñé, en el que se encontraba Juana de Arco. Miré a mi alrededor, pero ella no estaba en ninguna parte. No entendía que pasaba, era solo un sueño, ¿se podían repetir? Empecé a asustarme un poco, tanto silencio me estaba poniendo nervioso. Parece exagerado, pero imagínate que te encuentras solo en un campo el cual no tiene final, y todo tu alrededor está envuelto como en una especie de niebla. ¿Qué hacía allí?

-Hola - dijo alguien, fácil de reconocer.

Me di la vuelta de golpe. Allí estaba Juana, ya tardaba en aparecer. No se la veía muy sonriente, parecía, no sé, decepcionada...

-Juana - musité.

-Creo que no entendiste ni una palabra de la última vez que hablamos - siguió con cara de decepción.

-¿Cómo? - pensé en la otra vez que tuve ese sueño.

Ella me dijo claramente que no tuviera miedo de perderlo todo, que si iba a irme de esto mundo, lo haría, tuviese miedo o no. Desde ese momento intenté mantenerme positivo y disfrutar de cada segundo, quien sabe como podía acabar todo aquello. Es cierto que hubo algún momento en el que no me pude mantener sereno y me desahogué con lágrimas, pero en pocas ocasiones.

-Sigues teniendo miedo - soltó - Aunque intentes esconderlo, no te libras de él.

-Pero, he hecho todo lo que he podido - me excusé, realmente no mentía.

-No tienes que hacer nada de esfuerzo, ni siquiera pensarlo - realmente me sorprendió eso - Solo tienes que ser tú mismo, no tienes que pensar en cómo acabará todo, sinó en lo que puedes hacer ahora.

-¡Pero así no voy a quitarme el miedo! - o eso pensaba yo.

-El miedo no te lo puedes quitar como si estuvieras hablando de una chaqueta Gabriel - sus ojos verdosos me miraron con compasión - Uno no puede quitarse el miedo, lo que sí que puede, es enfrentarse a él. Si te enfrentas a tus temores vivirás más tranquilo.

Me quedé callado. Debo admitir que esa respuesta no me la esparaba para nada.

-Debes luchar contra lo que te atormenta estos días - continuó - En estos instantes, la muerte es lo que más te angustia, no puedes evitarlo, es normal. Pero si quieres vivir esa vida feliz que me comentaste, debes enfrentarte a ese temor. Debes saber que hay gente a tu lado que te aydará en todo lo que pueda, así que lucha por no separarte de ellos.

-No creo ser lo suficientemente fuerte - bajé la cabeza.

-Sí lo eres - su voz era segura, confiada - Eres capaz de eso y mucho más. Fuiste tú precisamente quien me enseñó a luchar por mucho miedo que tuviera, ahora toca que me demuestres que tus palabras eran verdaderas. Sé que puedes lograrlo, yo confío en ti.

Recordé esa vez. Estábamos en la Francia medieval, en uno de nuestros viajes en el tiempo por conseguir los Mixi-Max. Estábamos jugando un partido contra el Protocolo Omega, en el puente de Orleans. Juana estaba al otro lado, asustada, por perder contra los ingleses. Efectivamente, fui yo quien le dije que creyera en ella misma, que era fuerte y que no lo dudara en ningún instante. Le dije que luchara por los suyos. No sé cómo hice eso, pero ella fue valiente y ganó.
Justamente eso era lo que Juana me estaba diciendo, que luchara por los míos. Si no fuera por mi hermana y Nathan, nunca hubiera llegado tan lejos, les debía todo. No podía irme, no aún, debía agradecerles todo lo que habían hecho por mi estos años.
Juana sonrió.

-Veo que ya lo has comprendido - dijo - Tus ojos lo dicen todo. Sé que lo lograrás.

-¿En qué debo pensar? - pregunté, los pensamientos animan o deprimen según la situación.

-Piensa en lo bien que te lo pasarás cuando salgas de casa a jugar al fútbol con Nathan y tu hermana. Piensa en todos los momentos bonitos que has vivido con ellos. Sonrisas y lágrimas. Piensa en esos días, esas tardes de verano en las que Nathan te ensañaba a jugar al fútbol, o en las de invierno en las que tu hermana te llevaba a jugar con la nieve. Los días de lluvia que jugábais a cartas, o en los de sol que salíais a la terraza a contemplar las nubes. Piensa en todo lo bonito que has vivido, y en todo lo bonito que te queda por vivir.

Me entró un fuerte sentimiento de nostalgia. Con 6 frases había conseguido que me animara y me sintiera grande, más de lo pequeñito que mi cuerpo era. Ahora sabía que no podía rendirme, que debía luchar hasta el final para seguir con Gaia y Nathan. Esta vez, ni nada ni nadie podía pararme. Miré a Juana a los ojos.

-Mil gracias, nunca dudé en que eras una persona increible - le sonreí - Juana, me has inspirado valor, te prometo que voy a salir de esto.

-Así me gusta - me devolvió el gesto - Creo que ya lo has comprendido, ya no necesitas más mi ayuda, te deseo mucha suerte en todo, sé que puedes llegar a ser grande.

Nuestras miradas estuvieron en contacto por unos instantes, y con una sonrisa en la cara, nos despedimos definitivamente. Juana desapareció, junto con el campo y las flores. En ese momento supe que cuando uno se empeña, nada puede pararlo. Ese iba a ser yo. Había gente que estaba conmigo, y no iba a dejarles tirados. No, no soy así.

Mientras yo esté aquí...  [Inazuma Eleven] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora